No es tiempo de Marte.

Nuestra cotidianidad.

—¿Por qué las casas y paisaje parece oriental? —Tomo con ambas manos la playera de Aaron y lo zangoloteo un poco en busca de respuestas.

 

Aaron poso sus brillantes ojos azul glaciar en los avellanados ojos de Makoto, tomo las manos de esta para deshacerse de su agarre.

 

—Cálmate. —Le acaricio una mejilla con el dorso de su mano—. Lo siento... Tú no pareces una niña, eres una y debiste decirlo. Creí que realmente me estaba volviendo homosexual... Estaremos bien. —Le dijo sin apartar sus ojos de los de ella, acerco su cara y beso gentilmente con sus pálidos labios los de Makoto.

 

~*****~

 

Ahora si estaban casi totalmente listos para buscar a Lázaro o en el peor de los casos rescatarlo, pero Makoto tenía que anunciar algo antes.

 

—No quiero que vuelvan aventar cosas asquerosas, de perdida no a mí. —Miro con severidad a ambos.

 

Aaron se encogió de hombros, restándole importancia y siguió caminando por enfrente de ellos pues aún estaba molesto de que Byron le contara a Makoto sobre sus tenis. Makoto observo como Aaron les daba la espalda, esa acción le apretujaba el corazón. 

 

—La regla es solo en cosas asquerosas ¿No? —Le regalo una enorme sonrisa a Makoto.

 

Antes de que Makoto respondiera o siquiera reaccionara Byron le aventó una pequeña piedrita en la cabeza. 

 

—Pero lo demás está bien. —Volvió a sonreír mientras el solo se contestaba su pregunta anterior. 

 

Byron comenzó a correr mientras Makoto buscaba la piedrita que él le había arrojado, cuando la encontró salió tras de él con risas acompañándola para regresársela, esperaba darle muy fuerte en la cabeza y que la piedra quedara atorada entre sus desfilados cabellos negros.

 

El tiempo para aquel trío transcurría de una forma extraña pues a veces sentían que el día era demasiado largo o muy corto, lo sentían, pero no se preocupaban mucho pues cada persona tiene su propia percepción del tiempo, preferían ignorar aquella sensación y continuaban con su camino en donde Makoto y Byron comenzaron a tener una amistad muy especial, juntos se sentían como niños divirtiéndose y haciendo el tonto sin preocupaciones, Aaron también bromeaba y reía con ellos pero la relación de Makoto y él era diferente, más que nada se debía a los sentimientos que albergaba Makoto, a ella siempre se le aceleraba el corazón y se le dibujaba una sonrisa que no podía quitar por más que luchara con ella, a veces terminaba con dolor de mejillas, se sentía nerviosa y feliz con él, definitivamente le gustaba Aaron y no solo un poco e incluso cada día le gustaba un poco más.

 

Sus días fueron transcurriendo, ¿cuántos? Ni ellos mismos lo sabían, pero así había sido e incluso habían entrado en cotidianidad; despertar, seguir su camino mientras bromeaban o platicaban y dormir, despertar, seguir su camino mientras bromeaban o platicaban y dormir, despertar, seguir... Así continuaron hasta que en cierta ocasión llegaron a un punto el cual olía peor de lo normal y eso que ellos creían que ya se habían acostumbrado a la peste, antes de que llegaran ahí ya casi ni la percibían, la putrefacción era tanta que incluso Byron y Aaron tenían que cubrirse la boca y nariz con ambas manos. Esta vez Makoto era quien iba atrás de ellos pues se comenzaba a sentir mareada, ya había vomitado varias veces y no quería que ellos vieran el espectáculo, sabía que no podían continuar así por lo menos no ella, les iba a decir que necesitaban salir, pero cuando los miro para anunciarles ellos estaban parados completamente inmóviles como un par de estatuas. 




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