Makoto estaba perdida, ahora si se sentía sola y celosa pues nadie caminaba ya a su lado, bueno, lo hacían por escasos minutos, pero no eran suficientes para que dejara de sentirse sola o celosa. Lázaro y Bonnie no perdían el tiempo ya que desde esa vez en la que se tomaron las manos ya no las soltaron nunca más, siempre juntos, siempre con una sonrisa en los labios y siempre con los dedos de sus manos entrelazados; era obvio para todos, incluso para Aaron que en algún momento se habían vuelto novios, se les adelantaron a Sofía y Aaron e incluso a Byron y Nerys. Estaba feliz por sus amigos, en serio lo estaba y le gustaba verlos sonreír, pero de todas formas se sentía celosa, quería tener también a alguien a su lado, que la prefiriera a ella, el problema es que no quería a cualquiera, quería que fuera Aaron y eso sí que le calaba pues sabía que a él le gustaba Sofía y a Sofía él. Aaron fue y es el primer chico que le ha gustado en la vida y lo peor es que Makoto ya no tenía esperanza de que alguien en un futuro la amara de forma especial o que ella amase a alguien que no fuera Aaron, de alguna forma sentía que los únicos y únicas supervivientes se encontraban a su lado. Ya no tenía esperanza sobre el tema del amor; no creía encontrarlo en su planeta, ni en otros planetas, en ningún universo, ni siquiera en su otra vida si es que eso existía. Se consolaba pensando que por fin su pelea y misión contra aquellos seres terminaría pronto, así todos serian felices y podrían vivir tranquilamente como una gran familia.
Por fin estaban cerca, Makoto los veía al cerrar los ojos, después de tantos días de caminata había acortado la distancia. Planeaban esconderse en las alcantarillas y seguir hasta acercarse completamente a ellos para sorprenderlos, pero una increíble vista los sorprendió a todos, sus ojos no alcanzaban a ver completamente el objeto, pero sabían que se trataba de una enorme nave alienígena, tan enorme que comenzaron a preguntarse si realmente ahí dentro solo quedaban cuatro de esos seres, era demasiada nave para solo cuatro.
Todos se llenaron de adrenalina ante tal vista, la adrenalina fue tanta que sin idear ningún plan se echaron a correr en dirección a la nave con armas en mano, querían terminar lo más pronto posible con aquellos monstruos y de paso con la situación que gracias a estos se había suscitado. Sofía era la única que no tenía la adrenalina que ellos traían, comenzó a correr detrás de ellos queriendo detenerlos.
—¡Esperen! —grito con ahogo sin que le hicieran caso—. Los odio —dijo sin aliento.
Ni siquiera la escucharon así que molesta y con gran dificultad les siguió el paso, ya ni le importaba si morían, moriría con ellos y en el otro mundo les reclamaría por su imprudencia. En serio no le importaba morir, incluso había decidido no gastar energías en ayudarlos si realmente se suscitaban las peleas.
El grupo observo la puerta que tenía unos cinco metros de alto por unos tres de ancho más o menos y sin pensarlo se precipitaron juntos (a excepción de Sofía) hacia la puerta para derribarla logrando solamente ser golpeados y apilados contra el piso pues la puerta se abrió automáticamente antes de ser tocada, aunque no era buen momento Sofía paso a su lado burlándose de la torpeza de estos, se estaba riendo hasta que noto que no estaban solos, frente a ellos estaba un alíen quien parpadeo repetidas veces mientras ellos comenzaban a incorporarse.