No es tiempo de Marte.

Un hogar para todos.

Fueron varios días los que estuvieron caminando en total y completa depresión, sus rotos corazones aún no eran sanados, la ausencia de Sofía era realmente horrible, a veces Aaron se quedaba atrás, viendo al horizonte como si estuviera esperándola para ofrecerle la mano, ayudarla a bajar la empinada montaña de tierra y escombros en la que estaban, era a él a quien más le había afectado. Siguieron y siguieron caminando como antes lo habían hecho a diferencia de que ya no tenían que seguir su camino por las coladeras, podían hacerlo a la luz del día y la noche si así lo querían. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos comenzaron a buscar lo que Makoto había propuesto en un principio, un centro comercial que les proporcionara comodidades y sobre todo alimentos. Un centro comercial era la mejor opción ¿no?

 

Estuvieron buscando por largo tiempo, varios días hasta que por fin dieron con una plaza comercial que no estaba en las ruinas totales, dentro estaba lo que buscaban, un gran centro comercial, por lo que se instalaron en esta, incluso todos habían formado improvisadamente sus propias habitaciones por toda la plaza, aunque nunca estaban mucho tiempo en estas, normalmente estaban todos juntos o en parejas y Makoto no sabía cómo es que había pasado eso, quería saber, su detector de chismes se lo pedía por lo que con su “poder” de líder los mando a reunir cierto día en la noche.

 

Todos llevaron jugos de todos colores y sabores que pudieron además de papas, palomitas, nachos y demás frituras, también llevaron helados y algunos dulces; chocolates, caramelos, gomitas, paletas.

 

—¿Cervezas? —le pregunto Aaron con la ceja enarcada a su hermano.

—Si... —también enarco la ceja de la misma forma que Aaron, pero de forma burlona—. ¿Hace cuánto no tomas una?

—Pues...

—Te mereces una —interrumpió Lázaro.

 

Byron le lanzo de forma inesperada una lata a su hermano causando que los reflejos de Aaron se activaran, atrapo la lata, pero dejó caer un sobre que tenía entre las manos, parecía ser una carta.

 

—¿Qué es eso? —pregunto Byron mirando de forma picara el sobre.

—No es lo que crees —sonrío con un pequeño dolor en la mirada.

—Yo creo que si —Lázaro le mostró una sonrisa cómplice a Byron.

—Les aseguro que no —se encogió de hombros y se agacho a recoger la carta.

—¡Makoto! —grito Byron con gesto burlón en toda su cara—. ¿Por qué nos reuniste? Apúrate, Aaron quiere decirte algo muy importante —siguió gritando sin dejar de mirar a su hermano.

—Es de Sofía —frunció el ceño—, estúpido —molesto chasqueo la lengua.

—¡Ya voy! —se escuchó Makoto a lo lejos.

—¡No te apures —trago saliva arrepentido—, puedes tardarte! —Apretó los labios—. Lo siento —se disculpó con su hermano.

 

Makoto no tardó mucho en llegar con ellos en compañía de las pelirrojas hermanas, las tres llevaban bolsas transparentes llenas de almohadas y peluches de todos tamaños.

 

—¿Qué hacen? —pregunto Lázaro divertido viendo como arrastraban con dificultad las bolsas.

—Te voy a secuestrar —sonrió Bonnie de forma traviesa—, pero no soy tan mala, necesitas estar cómodo.

—¿Tú me vas a secuestrar? —con una sonrisa ladina le pregunto Byron a Nerys.

—¿Yo? —se sonrojo y soltó la bolsa para negar repetidas veces con ambas manos, de forma nerviosa—. Bueno... —cerró los ojos mostrando una enorme y tierna sonrisa.

—Vamos a tener una pijamada —divertida aclaro Makoto la situación—, todos.




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