No es tu hijo

Capítulo 3: ¿Hijo?

Capítulo 3: ¿Hijo?

HACE OCHO MESES ATRÁS

La música estaba a todo volumen y me pareció que estábamos en un sitio de mala muerte. Mi hermana escogió un bar de baja calaña solo porque había “Chupitos gratis para ellas”. Mi cumpleaños o, mejor dicho, mi fiesta improvisada había terminado normal. Siguieron charlando de todo un poco y de vez en cuando la conversación iba a parar en mí y en mis desgracias.

No conforme con eso, Margot insistió en que para “cerrar con broche de oro” la noche, teníamos que irnos de bares. Antonio accedió a cuidar a los niños y como siempre, mi hermana se salió con la suya. Podíamos tener nuestras diferencias, pero si algo estaba claro era que ella siempre ganaba. La seguí con paso torpe hasta la barra y vi como el bartender le dedicó una sonrisa de oreja a oreja.

 —¿Qué van a querer señoritas? —preguntó en voz alta sin siquiera mirarme.

—Dos chupitos —grito ella y le sonrió de vuelta. El hombre bajó el rostro avergonzado y asintió.

—Para ti todos los que quieras —le dijo al servirlos.

Margot bebió su chupito de un solo sorbo y me obligó a hacer lo mismo. La seguí sin demasiada convicción. El alcohol me daba nauseas al poco rato y ni siquiera me gustaba. Lo único que me agradaba era la sensación de entumecimiento del cerebro.

—Vamos a bailar —soltó arrastrándome con ella al centro de la pista. —Tenía años sin salir.

Al verla tan entusiasmada, comencé a contagiarme y me moví lo mejor que pude. Quizá mis pasos eran de tía soltera, pero era una tía soltera que sabía moverse.

«El paso de esquivando la pelota, ajá, ajá… El paso de encestar la pelota en la canasta, oh sí, oh sí… El paso de la serpiente deslizándose por una duna del desierto, ok, ok…»

—Mira Margaret, aquellos nos están mirando —me dijo pegando su boca a mi oreja.

Me gire, la estaban mirando a ella.

—Voy por nuevos chupitos —le solté tras imaginarme sus intenciones. De seguro iba a querer enredarme con un hombre de aquellos y si algo me había enseñado la vida, era que los hombres no eran de fiar. No quería cerca de mí a un espécimen que me engatusara con palabras bonitas para luego cambiarme por una mujer más joven.

Sin embargo, cuando regresé con las bebidas Margot estaba charlando con los dos tipejos.

«Me lleva el que me trajo», pensé caminando hasta ellos.

—Aquí viene la homenajeada —anunció y los hombres se giraron hacia mí por obligación.

—Hola —saludé deseando estar en casa.

Media hora más tarde me encontraba bailando con uno de los tipos en cuestión llamado Felipe. Era divorciado y odontólogo. Me dijo que podía hacerme una revisión gratuita de los dientes y aunque la oferta era tentadora pasaba. Sin dejar de lado que en uno de los momentos en los que salimos a tomar aire me habló sobre su ex esposa y la manutención de los niños.

Cuando Felipe en medio de una canción puso su mano en mi cadera, me excusé para ir al baño.

#1 No me gustaba

#2 Con su charlatanería me recordaba a Adolf

Me estaba mirando al espejo cuando mi hermana apareció.

—¿Qué tal? ¿Te gusta? Llevo una hora escuchando al amigo solo por ti.

Le dediqué una mala cara.

—No me gusta y no quiero conocer tipos Margot. ¿Por qué todos creen que necesito a un hombre en mi vida? —inquirí al momento en que salió una fémina de uno de los baños. Nos quedó mirando con los ojos como platos. Mi hermana suspiró.

—Solo nos preocupamos por ti y no deseamos que te quedes sola. Eso es todo.

—Claro y por eso les hablas a los primeros tipos con los que nos topamos en un bar.

—Se ven buena gente.

—Si quisiera estar con algún hombre, lo habría buscado sola.

—Llevas diciendo lo mismo desde hace tiempo Margaret, pero ¿Sabes? El tiempo pasa y quizá cuando quieras formar una familia sea demasiado tarde.

—Si mi familia va a ser como la que tengo ahora, paso de tener una —repliqué y ella retrocedió como si le hubiese metido una bofetada.

—¿Sabes qué? Me voy —añadí frustrada.

Margot me siguió a trompicones, pero no me giré para enfrentarla. Estaba harta de ella y de mis padres. Se creían con el derecho de opinar sobre mí y lo que hiciese. ¿Y qué si me quedaba sola? ¿Y qué si nunca tenía hijos? No necesitaba a nadie.

Una vez que estuve afuera del local, me llevé las manos al rostro por inercia y me percaté de que mis mejillas estaban mojadas. Estaba llorando.

—Margaret —la escuché llamarme —Lo siento ¿Sí? No me meteré de nuevo en tus asuntos.

—Parece que me tienes lastima —solté mirando el cielo sin fijarme en un área en concreto. Tan solo observaba la oscuridad y la amplitud de todo. Éramos tan pequeños…

—No es eso hermana, solo que sé que uno de tus sueños es formar una familia. Yo… Estoy preocupada por ti, eso es todo.

—No quiero estar con nadie —fue toda mi respuesta. —Adolf me hizo mucho daño.



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En el texto hay: comedia, embarazo, amor complicado

Editado: 12.03.2024

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