No es tu hijo

Capítulo 6: Fingiendo demencia

Capítulo 6: Fingiendo demencia

DE NUEVO EN EL PRESENTE

Veo su mano extendida ante mí, pero soy incapaz de tomarla. Parpadeo una y otra vez deseando despertar de lo que seguramente es una terrible pesadilla, pero no despierto. Sigo en el mismo lugar frente al hombre que usé como donante.

—Debo ir al aseo —musito alejándome de allí y dejando a todos sorprendidos, asumo. Pero lo que dije no fue mentira, necesito ir al aseo. De los nervios creo que expulsé un poquito de pipi y necesito limpiarme. Una de las desventajas de estar embarazada son las micciones recurrentes y yo soy el vivo ejemplo de ello.

Me encierro en el baño y tras limpiarme con manos temblorosas me miro al espejo.

—Piensa rápido —me digo.

—No hay nada que pensar, solo tienes que aplicar el “si te he visto no me acuerdo”.

—¿Y si me dice algo? —le espeto a mi cabeza —¿Y si se acuerda de mí y comienza a hacer preguntas?

—Solo tienes que mantener lo de la clínica de fertilidad. Tu familia lo cree y él también. Además, quizá ni se acuerda. Hay muchas rubias en la zona… Podrías fingir que no tienes ni idea.

Me obligo a respirar, mis conversaciones internas por lo general me ayudan, pero ahora solo consiguen ponerme más y más nerviosa. Aunque si algo es cierto, es que solo me queda fingir demencia.

—No lo conozco —digo en voz alta viendo mi reflejo —no lo conozco.

«Si tan solo pudiese beber alcohol», pienso cuando salgo del baño y me obligo a llenarme de valor.

—¿Qué ha pasado? —pregunta mi hermana quien me estaba esperando pegada a la puerta. Por poco y choco con ella.

Trago saliva.

—Me oriné un poquito, eso pasa. Es atractivo el tipo —suelto para distraerla.

—Te dije que era guapo, vayamos a la cocina, ellos siguen allí.

—Prefiero quedarme en el salón con mis padres. Hay cosas de las cuales me quiero poner al día con ellos.

Margot abre los ojos como platos y se cruza de brazos.

—Margaret —dice, pero no la dejo terminar.

—Margot, recuerda que prometiste no meterte en mis asuntos.

—Sí, pero eso fue antes de Claudia —espeta.

Mi hermana llama a la criatura que crece dentro de mí Claudia. A pesar de que le he dicho que no me he decidido por ningún nombre aún ella insiste.

—Lo digo y no lo repetiré, No-te-me-tas.

Camino hasta mis padres, quienes están sentados en uno de los sillones tratando de sacarles conversación a mis sobrinos sin demasiado éxito y me siento en el sofá de enfrente. Hablo con ellos de temas triviales como un modo de despejar mi mente. Mi mamá suelta consejos y remedios caseros para el cuidado ideal de bebés, aunque también se pone a mi disposición para ayudarme con mi pequeña.

Le agradezco cada tanto y finjo prestar atención. —Todas las dudas que tenga serán resueltas con San Google—.

Pasan los minutos y Antonio nos llama al comedor para cenar. Todos toman asiento y por supuesto a mi me toca sentarme frente a Lucas. Le dedico una mirada de odio a mi hermana y me como una rodaja de queso por fin. «Está demasiado bueno».

No sé por qué, pero veo al frente y noto que Lucas no separa sus ojos vivaces de mí. El queso parece atascarse en mi garganta y toso un par de veces.

—¿Te gusta Harry Potter? —inquiere el hombre ante mí y siento que las mejillas me arden.

«¡Trágame tierra, trágame ya!!»

—No lo he visto —miento y mi hermana salta por otro lado.

—¿Qué no lo has visto? Si eres fan.

—Hasta de grande le regalamos accesorios de la saga porque a Margaret le encanta —añade mi mamá. —¿Te gusta a ti también?

—Me gusta sí, quizá no al nivel de su hija, pero me leí todos los libros —responde Lucas.

—A mí es que me gustan más las películas de acción. Hay una de tiburones que es un peliculón —interviene mi padre.

Pedro siempre ha sido fan del cine sanguinario. Por su culpa tanto Margot como yo conocemos todas las pelis habidas y por haber de pirañas y tiburones. En su defensa, hay un par que no son tan malas.  

—Háblanos de ti Lucas, ¿Qué sueles hacer por estas fechas? —pregunta María.

El ojiazul toma un sorbo de su copa de vino y a pesar de que responde para todos, no despega sus ojos de mí.

—Suelo viajar, vivo en una autocaravana así que voy de un lado a otro.

María parece un tanto desilusionada por la respuesta, de seguro es porque mi madre esperaba una respuesta más común y casual.

—¿Cuáles han sido los últimos países en los que has estado? —inquiere Margot.

—Estuve en Grecia y Noruega. Ambos tienen paisajes muy bonitos. En el caso de Noruega abunda la naturaleza y el frío.

—¿Te planteas seguir con tu viaje? —pregunto deseando que la respuesta sea sí. Mientras se vaya antes mucho mejor.

—Eso tenía pensado, pero desde hace unos meses para acá, he estado pensando en que me gustaría asentarme. Incluso, lo he confirmado ahora.

—¿Por qué ahora? —pregunta Pedro masticando un trozo de jamón serrano con pan.

—Al conocer a esta bonita familia.

Todos sueltan sonidos tipo “aww” y yo me concentro en mi plato. Decido no intervenir más y me mantengo callada cuando todos hablan y hablan como si no hubiese un mañana. «¿No pueden comer en silencio?». Pasamos al plato fuerte y yo me deleito con el sabor de la carne a pesar de saberme observada. Disfruto de las patatas y las remojo en salsa de ajo.

«Magnifico».

Cuando pasamos al postre, un flan de chocolate, me lo como a bocados y antes de que alguien diga algo, me excuso para tomar aire. Quizá el frío de la noche me despeje y aclare mi cabeza.

Una vez fuera de la casa de mi hermana, me apoyo en la barandilla de la entrada y me fijo en la luna.

Escucho unos pasos tras de mí y ruego en mi interior para que no se trate de mi donante…

—¿Podemos hablar Teresa?

 



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En el texto hay: comedia, embarazo, amor complicado

Editado: 12.03.2024

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