No es tu hijo

Capítulo 9: Un trato

Capítulo 9: Un trato

Salgo de allí a paso apresurado, no diría que estoy molesta; pero sí aterrada. Él no lo entendería, soy consciente de que no está bien lo que hice, pero a decir verdad esperaba no tener que verlo nunca más. Ahora que él esté aquí… Ni siquiera sé cómo tomarlo y lo único que tengo claro es que deseo que se aleje. Que se vaya, que se marche a cualquier otro país en su autocaravana.

La salida de la cafetería tiene dos escalones, por lo general siempre los bajo con cuidado, pero en medio de mi salida apresurada uno de mis pies resbala y suelto un alarido. Para no caer creo que contorsiono demasiado mi pierna y el dolor que me recorre desde el talón hasta los muslos en insoportable.

Lucas corre tras de mí en mi ayuda y me toma entre sus brazos. Yo me aferro todo lo que puedo a él y respiro agitada.

—Me duele —me quejo —creo que me he lesionado algún musculo o…

—Llamaré a una ambulancia —exclama.

—No, no… —tomo aire —no creo que sea tan grave —además no quiero tener que añadirle a mi cuenta bancaria más facturas —solo llévame al hospital.

Él parece perdido y está muy nervioso. Con su ayuda me siento en uno de los escalones y sostengo mi pierna. Por suerte en todos los demás aspectos estoy bien, tan solo ha sido un susto. Aunque me duele, diablos me duele.

—Ve a mi trabajo y habla con Teresa —le pido avergonzada —pregunta por ella, cuéntale lo sucedido y dile que te de mis cosas —le tiendo la llave de mi casillero —en mi bolso están las llaves de mi auto. Es un Toyota Yaris blanco.

Lucas asiente y corre en dirección hacia la ferretería. Yo me concentro en inhalar y exhalar haciendo pausas. Las lágrimas se acumulan en mis ojos porque me siento un chiste. Toda mi vida es un miserable chiste. No hago nada bien.

—Para ya de lamentarte, agradece que la bebé está a salvo. Pudiste caerte, pudo ser peor.

—Sí, pero estoy engañando a un hombre a la cara. Empiezo a sentirme culpable.

—Es solo un hombre Margaret, todos al inicio son buenos. TODOS. Recuerda como era Adolf, parecía tu perrito faldero hasta que te clavó la puñalada.

—¿Crees que este es igual?

—Claro que es igual. ¿No lo ves? Quizá tiene fetiche embarazada y por eso se las da de bueno.

Siento el musculo de mi pantorrilla palpitar e intento sobarlo con algo de dificultad. Cuando Lucas regresa con mi auto me encuentra hecha un mar de lágrimas.

—Ven —me pide y me ayuda a levantarme. —Ya llegaremos al hospital, aguanta.

Con la misma amabilidad me abre la puerta del auto y me ayuda a subir. Luce más calmado y decidido. Lo veo conducir de reojo, no se excede de los límites de velocidad, es prudente. Una vez que llegamos se baja él primero para pedir una silla de ruedas. Yo me dejo conducir hasta el interior del hospital en espera del veredicto.

Distención muscular o tirón muscular. La doctora dice que debo tomar una o dos semanas de reposo y me puso un vendaje de compresión.

—Tiene que aplicarle hielo en la zona para desinflamar al menos una vez al día. En cuanto a la medicación, solo puedo recetarle acetaminofén si hay mucho dolor, pero lo ideal sería que evite tomar cualquier analgésico. —la doctora nos sonríe mientras explica todo —por suerte su marido estaba con usted y no ha sido tan grave. Con reposo se le pasará.

—En realidad —digo…

—Me encargaré de que se sigan sus indicaciones —salta Lucas —La verdad es que me siento responsable de la situación y me haré cargo.

Lo evalúo en silencio, parece honestamente apenado y el remordimiento me invade. A pesar de que me repito de que en el fondo seguro es una mala persona, noto que se esfuerza mucho en ayudarme. Además, sus razonamientos tienen una base que no es infundada y…

—Perfecto —contesta la especialista —enviaré a una enfermera para que les de el alta. En cuestión de pocos minutos podrán volver a casa.

Asiento y me fijo en mis manos. Tengo los dedos cruzados y los remuevo cada tanto. La doctora nos deja solos y Lucas se aleja.

—Siento lo que dije Margaret, parece que contigo solo cometo un error tras otro.

—Quizá me lo tomé demasiado a pecho Lucas. Yo también lo siento. Tengo las hormonas alborotadas y reacciono de forma explosiva.

—Mira, yo de verdad no quiero incomodarte. Una vez que te deje en tu casa si quieres que me aleje lo haré, pero si no, para mí sería un verdadero placer si me permites conocerte. Si quisieras conocerme.

—Pero ya sabes que yo… —toco mi barriga.

—Lo sé, solo te pido un mes.

Entrecierro los ojos.

—¿Si en un mes no me gusta tenerte cerca te alejarás de mí?

Lucas asiente con decisión.

—Eso te lo garantizo, me iré de esta provincia si es preciso.

Sonrío. No sé si lo dice en serio, pero tampoco es muy descabellado. Puedo conocerlo, demostrarle que no tenemos nada en común el uno con el otro y al cabo de un mes él se marcharía. Así reduciría mi culpabilidad y me serviría para evaluar al padre de mi criatura. Si algo está claro es que mi hija también llevará sus genes, así que no está de más hacer cualquier evaluación.

—De acuerdo —respondo.

Lucas me tiende su mano y yo la tomo con timidez. Cuando la enfermera se nos acerca con el alta, él se encarga de moverme hasta la silla de ruedas para que nos marchemos del hospital. Cuando estamos en eso y vamos por el pasillo, veo a un hombre que viene de frente hacia nuestra dirección, va mirando su móvil y rezo en mi interior para que no nos vea. Para que no me vea, pero como siempre, la suerte no está de mi lado.

—Margaret —musita Adolf al fijarse en mí y queda pasmado por la sorpresa.

—Adolf —gruño yo deseando que la tierra me trague.

 



#2301 en Novela romántica
#738 en Chick lit
#920 en Otros
#275 en Humor

En el texto hay: comedia, embarazo, amor complicado

Editado: 12.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.