No es tu hijo

Capítulo 10: Ex prometido

Capítulo 10: Ex prometido

Mi ex lleva un chándal. Aunque aún conserva buena forma, —lo veo porque no soy ciega—, tiene ya toda el aura de padre de familia, una gran sorpresa, sin duda. No lleva fijador en el cabello, lo cual ya es una gran diferencia y se le forman unos rulos que le dan cierto encanto. Una vez que terminamos o que él me terminó, fue como si estableciésemos un pacto silencioso para no cruzarnos.

Imagino que él enviaba a uno de sus trabajadores a por las compras en la ferretería en la que yo trabajo o hacía los pedidos online. Yo, pues, la verdad es que no cambié mi rutina de forma drástica, solo sé que dejé de verlo. Tampoco era que frecuentase muchos sitios en los que pudiese cruzármelos. De ese modo, convivíamos en sana paz, al no tenerlo en ninguna red social, era como si se hubiese borrado del mapa.

No me habría enterado hace meses de que esperaba un hijo de no ser por mi hermana. Digamos que nunca entendí como una persona podía reemplazarte de buenas a primeras. Como podía tirar por la borda años de relación por otra persona. Con su acción Adolf destruyó mi moral y mi confianza. Y para cereza de pastel, yo misma acabé con mi dignidad.

Me da dos besos en la mejilla y yo no puedo hacer nada porque estoy recluida en una silla.

—¿Cómo estás? ¿Cuánto ha pasado? —se endereza y le echa un vistazo a Lucas y luego a mi panza —Enhorabuena por ambos. ¿Cuántas semanas llevas?

¿En serio pregunta por semanas y no por meses? ¿Cree que soy matemática o qué diantres? Ni siquiera soy buena multiplicando.

—Bien —me obligo a decir intentando que no me tiemble la voz —Ha pasado un tiempo sí.

Adolf mira su móvil y luego me mira a los ojos.

—¿Te gustaría que hablemos unos pocos minutos? La verdad es que estoy sorprendido Maggy y quisiera que nos pongamos rápidamente al día.

¿En serio tiene que llamarme así y pretender que somos buenos amigos? Sin embargo, no le daré el gusto de verme afectada. Por esta vez no.

—Claro ¿Por qué no? —exclamo con un ligero toque de sarcasmo. —¿No te importa esperar un momento verdad amor? —le pregunto a Lucas quien hace una mueca de extrañeza, pero luego de un rato parece captar mi mirada.

—Para nada mi cielo, pero no demores demasiado que te espera una sorpresa en casa —suelta y se inclina para darme un beso fugaz en los labios. Yo me quedo de piedra y creo que adquiero el color de una manzana. Se me escapa una risa nerviosa y Lucas le hace espacio a Adolf para que mueva mi silla. Mi ex me conduce hasta la cafetería del hospital, el mejor sitio para tener conversaciones del pasado. (NOTESE EL SARCASMO).

 Mi ex escoge una mesa cerca de los ventanales. Tenemos la emocionante vista del estacionamiento ante nosotros y un pequeño jardín del lado derecho. Toma asiento apoyando la espalda en la silla y sus ojos me estudian sin disimulo alguno.

—Te veo muy bien.

—Lo estoy —respondo arrepintiéndome de inmediato de haber accedido a hablar con él.

—Yo estoy aquí porque Adolfo está resfriado, mi bebé —explica —y como Pamela y yo somos primerizos estábamos algo asustados.

Asiento.

—Espero que se recupere —digo por llenar el silencio.

—¿De cuánto estás? —inquiere.

—Seis meses y algunos días.

Su cara se ilumina.

—De verdad que me sorprende Margaret y me alegra al mismo tiempo. Me alegro de corazón mucho por ti.

—¿Por qué? ¿Por qué alguien más reconstruyó lo que tú destruiste?

Las palabras se escaparon de mi boca antes de que pudiese retenerlas y mis manos estaban apretando con fuerza los reposabrazos de la silla.

—Margaret yo…

—No quieras pretender ahora que te alegras por mí y que somos buenos amigos cuando tú me hiciste tanto daño. Sabré perdonar Adolf, pero no olvido y aunque te deseo la mejor de las suertes para ti y tu hijo, agradecería que dejes de pretender ahora mismo que te importo —espeté.

—Me importas Maggy, ¿Crees que puedo borrar de mi vida cinco años?

—¿Qué no los habías borrado ya?

Adolf toma aire y se pasa una mano por el cabello.

—¿Sabes por qué te dejé? Nunca te lo dije, pero dadas las circunstancias, quizá debería decírtelo ahora. Estabas muerta en vida Margaret, te quejabas por todo, no le veías sentido a nada, odiabas a todos, a tu familia, a tus amigos y hasta a ti misma. Asumo que también me odiabas a mí. Me reprochabas por seguir mis sueños cuando tú no tenías sueños propios. ¿Crees que siendo así alguien iba a querer estar contigo?

Crujido. Una herida en mi interior se abre, la piel se rompe, la llaga sangra. Me aferro más a la silla en un intento por no llorar. Adolf parece estar en las mismas aferrado a su móvil.

—Por eso me alegra sinceramente que estés con alguien y que estés embarazada. Quizá así te aferres a algo que le de sentido a tu vida.

Se levanta.

—¿Eso era lo que querías escuchar?

—Vete a la mierda —exclamo. —Con ustedes señoras y señores —digo elevando mucho el tono de voz —un malnacido que engañó a su prometida, la dejó con planes de boda y tres años después pretende darle lecciones de vida. Vete a la mierda Adolf. Y mejor vete ahora si no quieres que me levante de esta silla y te enfrentes a una embarazada.

Se hace silencio en el lugar a pesar de algunos murmullos.

—Estás loca —espeta al pasar a mi lado. Pero antes de seguir su camino es empujado y al no esperárselo cae al suelo. Me giro, Lucas está a mi lado. Quizá el griterío hizo que se acercara.

—No vuelvas a acercarte a ella —le advierte.

—Ya quisiera ella que me acercara —dice desde el suelo Adolf y es allí señoras y señores, cuando inicia una pelea de machos. Y yo solo observo desde mi silla de ruedas en primera fila, sin saber si reírme o llorar.

 

 



#2301 en Novela romántica
#730 en Chick lit
#918 en Otros
#279 en Humor

En el texto hay: comedia, embarazo, amor complicado

Editado: 12.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.