No es un típico amor de verano

Capítulo 15

El océano no es infinito, pero uno cree que si. Es imposible ver donde termina o si en realidad lo hace, pero en un cierto punto todos sabemos que no es infinito y que el mapa mundi lo muestra. Es algo que aunque creamos de verdad no es así y por más que nos esforcemos en pensar que este no termina, sin que la voluntad juegue parte, este lo hace. Va y viene, a veces es más pequeño y a veces más grandes, pero acaba, aunque podríamos jurar que no, lo hace.

Era la noche y estaba en mi cama con las luces apagadas sin poder dormir. Tenía sueño, estaba cansada, muy cansada, pero no no era capaz de conciliar el sueño. Tenía un nudo en la garganta y este me apretaba cada vez que intentaba llorar para desahogarme. Quería gritar, patalear y descargarme, pero era incapaz. Sentía tanta rabia acumulada que era más fuerte que yo. Le había entregado mi corazón, demonios, lo había hecho y él lo había roto en mil pedazos. 

Cuando mi papá se acercó a mí, no me pude contener más, lo largué todo y el nudo en la garganta desapareció. Él como supuse que me diría me ofreció que nos fuéramos de inmediato, pero no permitiría que Derek, Liam, como sea que se llame arruinase mis vacaciones. No me quedaba mucho tiempo ahí y aunque sabía que no podría disfrutarlo como yo hubiese querido, haría lo posible para pasarlo bien y no pensar más en lo que había ocurrido.

_¿Qué tienes ganas de hacer? _me preguntó mi papá con voz suave.

_Ir a bailar, a sacar todo lo que tengo dentro.

_¿A un boliche Shay?.

_Si papá, tengo edad _le dije frunciendo el seño.

_Está bien, pero solo será esta vez.

_Gracias papá.

•••

La música sonaba muy fuerte y penetraba en mi alma. Yo me movía con el ritmo y mi mente se sentía tranquila. Era raro, porque había muchísimo ruido y muchísima gente alrededor mío, pero me sentía libre, dejando ir todas mis penas y sacando todo mi dolor a través del baile. Las canciones las gritaba a todo pulmón y el vaso de alcohol en la mano nunca me faltaba. La estaba pasando genial. Era una de esas noches que aunque estés ebria no logras olvidar. 

Eran las 5:50 a.m. y yo ya me estaba volviendo. Después de discutir con mi papá como dos horas por si me podía ir sola o que el me fuese a buscar, terminamos acordando que el me pasaría a buscar en el almacén que había enfrente, asi que cuando me refería a volviendo, era en realidad a "cruzando la calle", pero quería sonar más interesante. 

Llegué al almacén y noté que el auto de mi papá no estaba estacionado en la puerta. Pensé que se habría retrasado un poco y me senté en la entrada de la puerta a esperar. Pasaron diez, quince, y veinte minutos de la hora acordada y él no llegaba. Estaba algo ebria pero consciente de que eso no podía significar nada bueno. Lo llamé seis veces pero ninguna contestó. Empecé a entrar en pánico, mis palmas sudaban, mi corazón se aceleró y las lágrimas amenazaban con escaparse de mis ojos. No tenía idea de que hacer. Hasta que una idea cruzó mi cabeza, no era la mejor, ni seguramente la que hubiera preferido, pero no me quedaba de otra. Agarré él celular y busqué en contactos, seguramente piensen que iba a llamar a bueno ya saben a quien, pero por favor, obviamente su contacto ya no existía en mi teléfono, pero por alguna razón que ni yo entiendo no había borrado el de Jennifer, y era a la única que podía llamar.

_¿Hola?.

_Soy Shay _dije sollozando.

_¿Qué sucede?, ¿Qué ocurrió?. _Le conté lo sucedido y en seguida me dijo que iría por mí y que me quedara tranquila que mi padre seguramente se había quedado dormido. No le creí, pero valoré su intento de hacerme sentir mejor. 

Seguía muy, muy enojada con Jennifer, pero no me quedaba opción.

Esperé ahí sentada un rato, hasta que vi llegar a "el" auto, ese en el que nos habíamos subido esa vez que estabamos yendo al programa. Era rojo, brillaba aunque fuera de noche y estaba lustrado por fuera y por dentro. De él se bajó una mujer despampanante con la cabellera rubia y altos tacones. Llevaba los labios pintados del mismo color que el auto y unas pestañas largas como las noches en verano. Era inevitable mirarla, irradiaba esa especie de luz a donde quiera que fuese y tenía una sonrisa en el rostro. 

_Hola Jennifer _la saludé en un tono más bien seco.

_Hola Shay _me respondió sin poder evitar la vergüenza en su voz.

_Necesito que me alcances a mi casa, no se si mi padre está ahí o que le pasó, y es indispensable que llegue lo antes posible. _Yo no la miraba, mis ojos estaban fijos en mis pies y contenía las lágrimas. Trataba de que no se me quiebre la voz y de parecer más fuerte de lo que en realidad era.

_Claro que te llevaré, cuenta conmigo para lo que necesites. _La risa irónica no la pude evitar, pero no dije nada más. 

Una vez en el auto, Jennifer me dijo:

_De verdad lo lamento, si hubiera algo que yo pudiera hacer...

_Ya déjalo, no quiero que te justifiques, porque lo que hiciste no tiene con que justificarse.

_Jamas intentaría hacerlo, se que lo que hice estuvo muy mal, pero te juro de corazón que no soy así. Se que piensas que todo el mundo en la realeza es avaro y egoista, y que no pueden ver más allá de sus propias narices, pero te aseguro que no todos somos así. Yo no lo soy, y Liam tampoco lo es.

_¿Ah no?.

_No. Él se equivocó, pero te juro que te ama. Yo te aseguro que renunciaría a todo por ti. Soy consciente de que parezco cómplice de él, pero la verdad es que Liam es muy buen hombre y sobre todo es un hombre que está enamorado de ti _.

Sinceramente no le creía. Seguía con ese sentimiento de rabia en mi interior que no se iba. Jennifer parecía sincera, pero aunque sabía que todo el mundo se equivocaba, este no era un error menor, y por más que yo los quisiera perdonar, mi corazón no lo hacía, y menos a Liam. Era muy raro pensar en llamarlo "Liam", ya que en todo el tiempo que estuvimos juntos él tuvo otro nombre para mí. 




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