No está en tus planes

10 | La cena

Howard

13 de febrero de 2024

La noche anterior no había podido dormir con normalidad. Pensaba en la crueldad de las palabras de Eleonore y como eso me había roto el corazón una vez más. Sé que en el pasado no fuimos perfectos, ni siquiera estuvimos cerca de serlo, pero, los momentos que compartimos juntos fueron los más felices de mi vida porque cuando estaba a su lado, el resto del mundo desaparecía para mí. Sus sentimientos siempre fueron recíprocos, sin embargo, lo perdimos todo por esa enfermedad que la llevó a conocer la oscuridad.

La casa estaba impecable, como siempre, con sus enormes ventanales que dejaban ver la ciudad iluminada, y la luz tenue de los candelabros que daban a la sala un aire elegante, casi enigmático. Mis padres, como siempre, presidiendo la mesa, Marcus en su silla al final, como si fuera el rey de su propio reino, y Cecilia a su lado, siempre con esa calma que hacía que todo a su alrededor pareciera perfecto. Claro, nada es perfecto, pero eso no lo entendían ellos.

Clarissa estaba a mi lado, resplandeciente como siempre, no obstante, hoy parecía diferente. Estaba más nerviosa de lo habitual, como si estuviera esperando el momento exacto para decir algo.

Asher y Cassiopea, mi hermano menor y mi hermana, estaban al otro lado de la mesa, intercambiando bromas con la familia Monroe, sobre todo con Eleonore, que finalmente había regresado a Nueva York después de cinco años. Aún no me acostumbraba a verla aquí, en esta misma mesa, con todos nosotros. El regreso de Eleonore era un tema complicado. Después de todo, ella siempre fue una especie de... espectro en mi vida.

Eleonore había sido parte de mi vida, no solo como una amiga cercana, sino como algo más. Pero las cosas cambiaron. Ella cambió. Y, bueno, ahora solo quedaba el silencio incómodo de vernos entre las sombras del pasado. La miraba de vez en cuando, pero era imposible mantener una conversación fluida con ella. Ni siquiera pude entender del todo por qué se fue, pero eso es otra historia.

—Gracias por tener la cordialidad de invitarnos a cenar Cecilia, le agradezco mucho.

—Mi querida Eleonore, siempre has sido parte de nuestra familia, así que no podía desaprovechar la oportunidad para invitarte a cenar con nosotros. Es un placer, para todos los presentes, que te encuentres de vuelta.

La noche avanzaba sin demasiados sobresaltos, aunque podía sentir la tensión. Las palabras eran formales, como siempre, pero las miradas... las miradas se decían todo. Y entre ellas, había algo más. No podía evitar sentir que esta cena estaba a punto de estallar, y mi intuición no me falló. Fue Clarissa quien lo rompió todo.

— Quiero anunciar algo. —Lo dijo de manera tranquila, con su tono suave y controlado, pero con una chispa en sus ojos. Como si fuera una de esas sorpresas que había estado guardando, algo que había planeado con precisión.

Toda la mesa se calló al instante. Mi madre levantó la vista de su copa de vino, y mi padre, siempre tan serio, frunció ligeramente el ceño. Clarissa era una mujer que sabía cómo llamar la atención, incluso sin quererlo, y yo sabía que este momento, aunque se veía inocente, no lo era en lo más mínimo.

— Howard y yo hemos decidido dar el siguiente paso en nuestra relación... Nos casaremos.

Las palabras cayeron como una bomba, aunque Clarissa las había dicho con una calma que casi me hizo pensar que se trataba de algo sencillo. Pero no lo era. ¿Casarnos? No, esto no tenía sentido. No... ¿Casarnos? ¿Así, sin más?

El ruido en la mesa se desvaneció en un segundo, y la mirada de mi madre se suavizó, casi aliviada. Mi padre, sin embargo, no mostró ninguna emoción. Solo levantó una ceja, como si estuviera esperando algo más. Mi hermana Cassiopea, que nunca perdía el ritmo, intentó no hacer ruido, pero la confusión era evidente en su rostro.

Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente. La rabia subió rápidamente a mi pecho, recorriendo mis venas. ¿Casarse? ¿Ahora? ¿Así? No, no estaba preparado para escuchar esto, mucho menos frente a toda esta gente.

— ¿Qué estás diciendo, Clarissa? —Mi voz salió cortante, casi un grito, aunque traté de controlarme. Mi mano, que estaba descansando sobre la mesa, se apretó en un puño. — ¿De qué estás hablando? ¿Casarnos? No me lo habías dicho. No teníamos ninguna conversación pendiente sobre esto.

Clarissa, siempre tan calmada, me miró con los ojos un poco más abiertos, sorprendida, y tal vez confundida por mi reacción. Pero no me importaba. Yo no estaba preparado para esto, y mucho menos para saber que toda la familia ya lo sabía, menos yo.

— Howard, esto lo hablamos varias veces... —su voz tembló ligeramente, pero se mantuvo firme. — Sabías que iba a ser algo formal. Era solo cuestión de tiempo. Comprendo que hemos estado saliendo por dos años, no obstante, eso no significa que esté listo o desee dar el siguiente paso en nuestra relación.

La rabia empezaba a apoderarse de mí. No pude evitar ver a Eleonore, quien lucía bastante nerviosa además de jugar con sus manos.

Ella se siente ansiosa, y todo es culpa de Clarissa.

— ¿De tiempo? —Mi voz estaba cada vez más áspera. — ¿De qué tiempo hablas? ¡Esto no es algo que debí haber enterado hoy! Me levanté bruscamente de mi silla, empujando la mesa con fuerza, casi derrapando el borde contra el suelo. Las miradas de todos los presentes se fijaron en mí. Clarissa se quedó quieta, mirando con una mezcla de sorpresa y frustración, mientras yo no podía dejar de pensar en lo absurda que era la situación. ¿Por qué me estaba enterando de esto ahora?

Mi hermano Asher, como siempre, tuvo su momento. Se inclinó hacia adelante con una sonrisa que trataba de suavizar la atmósfera.

— Vaya, Howard, parece que estás siendo un poco... dramático. —Su tono no fue más que una broma mal colocada, pero a nadie le hizo gracia. Quizás su intención era alivianar un poco el ambiente, sin embargo, solo lo empeoró.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.