No está en tus planes

11 | Nuestra conexión

13 de febrero de 2024

Howard

El shock que me había provocado el anuncio de Clarissa fue enorme, por lo que no pude disimular mi reacción de sorpresa frente a los invitados. Y mi padre, evidentemente molesto por el comportamiento que estaba teniendo, se levantó de su lugar en la mesa y luego de tomarme con fuerza del brazo, me llevó a su despacho.

La conversación con mi padre había comenzado hace unos minutos, pero ya sentía que el tiempo se deslizaba entre mis dedos, como arena fina. Él estaba ahí, frente a mí, en su lugar habitual en la cabecera de la mesa, como siempre, tan seguro, tan firme. Su mirada, a veces distante pero siempre autoritaria, caía sobre mí con una intensidad que me hacía querer esconderme. Pero hoy era diferente. Hoy, algo en mí se había quebrado.

—Howard, ya hemos hablado de esto antes —dijo con su tono habitual, tan implacable que sonaba a condena—. Clarissa es lo mejor para ti. Es lo que necesitamos para asegurar tu futuro.

¿Lo que necesitamos para asegurar mi futuro? No entiendo porque considera que él puede hablar por los dos.

Me quedé mirando la copa de vino en la mesa, casi como si fuera la única cosa que pudiera mirar. Ni siquiera me atrevía a mirarlo a él. Sabía lo que diría. Sabía lo que vendría, pero eso no lo hacía menos doloroso. Lo miré finalmente, tratando de reunir la fuerza que no estaba seguro de tener.

—No quiero casarme con Clarissa, papá —dije, y al pronunciarlo, sentí que algo dentro de mí se rompía. Las palabras eran duras, pero al menos eran mías. No había forma de dar marcha atrás ahora.

Mi padre hizo una pausa. No fue sorpresa ni ira lo que apareció en su rostro, sino algo más profundo: decepción. Una decepción que, en lugar de desmoronarme, me enfureció. ¿Decepción? ¿De mí? Sentí que el aire se volvía denso, que la conversación tomaba un giro que no sabía cómo manejar.

—¿Y qué quieres que haga, Howard? —su voz ya no era tranquila, sino tensa, como si la paciencia que había mostrado hasta ahora estuviera a punto de agotarse—. ¿Vas a dejarlo todo por…? ¿Por qué? No entiendo qué esperas. Clarissa es perfecta para ti. Es inteligente, educada, tiene todo lo que te puede ofrecer un futuro. Y tú, tú estás perdiendo el tiempo con... lo que sea qué crees que sientes. Sabes que ella es la mujer correcta, es la mujer perfecta para ti, no podría imaginarme a otra persona que no fuera ella a tu lado. Solo considero lo que es mejor para ti.

¿Lo que sea qué crees que sientes? El golpe fue como un latigazo. Mis sentimientos no eran una cuestión de creer. Lo que sentía era real. No podía reducir mi vida, mis emociones, a una simple cuestión de conveniencia.

—Lo que tú llamas “perfecto” no tiene nada que ver conmigo — respondí, de inmediato, incapaz de quedarme callado. La rabia se acumulaba dentro de mí, una mezcla de impotencia y dolor—. Clarissa no es lo que quiero. No es lo que soy. Tú no entiendes lo que siento, papá. No sabes lo que significa estar atrapado en este…maldito destino que me has impuesto. Durante toda mi vida, lo único que he escuchado es que debo cumplir con un destino que se me ha impuesto incluso antes de nacer… ¿Te has detenido a pensar por un momento en la carga emocional que eso ha representado para mí por siempre?

Mi padre no se inmutó. Su rostro estaba tan implacable como siempre. Se recargó en su silla con esa calma que siempre me había parecido insoportable, como si todo estuviera bajo control, como si yo fuera el que estuviera fuera de lugar.

—Eso es lo que no entiendes —dijo, con un suspiro que sonó más de resignación que de irritación—. No se trata de lo que tú quieras ahora. Es lo que necesitas para asegurar tu lugar en este mundo. Clarissa es la elección correcta, y tú lo sabes. Todo lo que he hecho, todo lo que te he enseñado, ha sido para tu bien. Para el bien de la familia. Y tú lo arruinas todo por… caprichos de juventud. Sé que ella no es perfecta, pero es la mejor opción que he encontrado para ti y no quiero que pierdas esta gran oportunidad. En poco tiempo vas a heredar prácticamente todo lo que me pertenece, pues tus hermanos heredarán un porcentaje menor, por lo que al menos debo poner una condición. Si quieres convertirte en el accionista mayoritario de Enchanté, vas a casarte con Clarissa.

Mis manos se apretaron en puños. No estaba seguro de si el dolor que sentía en el pecho era de rabia o de tristeza, pero ambos se mezclaban con una fuerza que me resultaba insoportable. Me levanté de la silla, la madera raspando el suelo, y di un paso hacia él.

—No quiero tu legado, papá. No quiero que tomes decisiones por mí como si yo fuera una marioneta. No me importa tu puta familia o lo que pienses que es mejor para ella. Mierda, jamás me ha interesado lo más mínimo obtener algo de ti, mucho menos quedarme con tu fortuna. No estoy dispuesto a sacrificar mi felicidad por cumplir con tus objetivos, lo lamento, sin embargo, no me importa.

La palabra familia le pesó como una maldición, y la rabia que sentía no era solo por mí, sino también por todo lo que había dejado de ser. Mi vida no era una cadena de elecciones diseñadas para asegurar el futuro de algo que ni siquiera entendía completamente. Era mía, y necesitaba tener algo que fuera mío.

—Eso es lo que no entiendes. Tú no estás decidiendo nada — dije, mirando fijamente a sus ojos. Las palabras me salían con la crudeza de alguien que ya no podía callarse—. Todo esto, este compromiso, este camino que has diseñado, no es lo que quiero. No quiero ser otro nombre en tu lista de victorias.

El silencio que siguió estuvo cargado de tensión. Mi padre me observaba ahora con una expresión diferente, más peligrosa, algo entre la furia contenida y la decepción profunda. Su mirada ya no era la de un padre, sino la de un hombre que sentía que todo lo que había construido se estaba desmoronando ante él.

—Howard, eres joven, y no sabes lo que estás diciendo. —Su tono se endureció, casi como si me hablara como a un niño—. Esto no se trata de lo que quieres ahora. Se trata de lo que esta familia necesita para seguir adelante. Y si tú te empeñas en desafiarme en esto, entonces estás eligiendo un camino que te va a destruir. Eres demasiado joven como para saber lo que te conviene, y si te permito elegir, sé que te equivocarás. Permíteme ahorrarte ese camino de errores.




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