No está en tus planes

14 | Atrapados

14 de febrero de 2024

Eleonore

La noche había caído, y la ciudad parecía envolverse en un manto de frialdad y distancia, como si el mundo entero compartiera mi angustia. Caminé rápido, con las manos enterradas en los bolsillos de mi abrigo y los pensamientos girando en mi cabeza como un torbellino. Había tomado la decisión de ir al departamento de Howard casi sin pensarlo, impulsada por una mezcla de desesperación y determinación. Pero ahora, con cada paso que me acercaba a su puerta, la duda comenzaba a arraigarse.

¿Qué iba a decirle? ¿Cómo podía poner en palabras todo lo que llevaba dentro, todo lo que me estaba consumiendo? ¿Y qué haría él? ¿Me escucharía, o simplemente me miraría con esa mezcla de tristeza y resignación que tanto me dolía?

No importa, me repetí. No importa cómo termine esto. Lo que importa es que diga lo que llevo guardando por tanto tiempo.

Llevo cinco años pensando en él en secreto, pretendiendo que ya no estoy enamorada de él. Creía que iba a seguir ocultando mis sentimientos por más tiempo, pero, en cuanto escuché que iba a casarse, perdí la razón por completo.

El edificio estaba exactamente como lo recordaba, un edificio gris y elegante, con esa frialdad que parecía reflejar el mundo al que Howard pertenecía ahora. Entré al vestíbulo, ignorando la mirada inquisitiva del portero, y presioné el botón del ascensor con más fuerza de la necesaria. Cuando las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a subir, sentí que el aire se hacía más pesado, como si cada piso que ascendía aumentara el peso sobre mis hombros.

Howard siempre ha tenido este precioso apartamento, quizá creía que a este punto yo habría olvidado la dirección y ese fue el motivo por el cual me la envió.

Finalmente, las puertas se abrieron, y ahí estaba. Su puerta. Me detuve frente a ella, incapaz de moverme. Por un momento, solo me quedé ahí, escuchando el latido acelerado de mi corazón y el eco de mis propios pensamientos. ¿Y si no estaba? ¿Y si no quería verme?

No seas tonta Eleonore, si él mismo ha aceptado encontrarse contigo y te ha dado su dirección.

Respiré hondo y levanté la mano, tocando la madera fría de la puerta. Golpeé dos veces, suaves al principio, como si temiera romper el silencio, pero luego con más fuerza, decidida a no darme por vencida. Escuché pasos del otro lado, y mi corazón dio un vuelco.

La puerta se abrió, y ahí estaba él. Howard. Llevaba una camisa desabotonada y el cabello ligeramente despeinado, como si lo hubiera atrapado en medio de una noche tranquila. Sus ojos, esos ojos que había amado durante tanto tiempo, se entrecerraron al verme.

—Eleonore —dijo, su voz baja, casi un susurro.

No respondí al principio. Simplemente lo miré, tratando de encontrar las palabras que no llegaban. ¿Cómo podía explicarle lo que sentía cuando verlo de nuevo ya me estaba dejando sin aliento?

—Necesito hablar contigo —logré decir finalmente, mi voz quebrándose en el proceso.

Él asintió, y sin decir nada más, se hizo a un lado para dejarme entrar. La familiaridad del lugar me golpeó de inmediato: los libros desordenados en la mesa, la taza de café olvidada en el escritorio, el aroma tenue a madera y a él. Era como si nada hubiera cambiado, y al mismo tiempo, como si todo fuera distinto.

Me quedé de pie en el centro de la sala, incapaz de avanzar más. Él cerró la puerta detrás de mí y se quedó ahí, esperando, sus ojos fijos en los míos.

—Howard —empecé, y noté cómo su rostro se tensaba al escuchar mi tono. —No puedes casarte con ella.

El silencio que siguió a mis palabras fue como una bofetada. Pude ver cómo se tensaban sus hombros, cómo sus labios se entreabrían ligeramente, como si estuviera a punto de decir algo, pero no encontraba las palabras.

—Eleonore... —empezó, pero levanté una mano para detenerlo.

—Déjame hablar —dije, y mi voz sonó más fuerte de lo que esperaba. —No puedo seguir guardándome esto. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras tomas una decisión que estoy segura que no es lo que realmente quieres. No pienso quedarme de brazos cruzados mientras tú te casas con ella.

Él frunció el ceño, como si no entendiera, o como si no quisiera entender.

—No se trata solo de mí, Howard. Se trata de ti, de lo que realmente sientes, de lo que realmente quieres. ¿Es esto lo que quieres? ¿Casarte con Clarissa porque es lo que esperan de ti? ¿Porque eso es lo que tu padre espera de ti? Porque no puedo creer que lo hagas por otra razón.

Me acerqué un paso, y él no se movió. Podía ver el conflicto en sus ojos, esa lucha interna que siempre había tratado de ocultar.

—Te amo —dije, y las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas. —Te amo como te he amado desde el principio, como te he amado incluso cuando sabía que esto era imposible, incluso cuando sabía que el mundo que te rodea siempre iba a empujarme a un lado. Te amo, incluso con todos los errores que un día cometimos. Te amo y eso nunca cambiará.

Él cerró los ojos, como si mis palabras fueran demasiado para él, como si dolieran.

—No puedes negarlo, Howard —continué, mi voz quebrándose. —No puedes mirarme a los ojos y decirme que no sientes nada, que no queda nada entre nosotros…Sé que sientes lo mismo, que nuestro amor no se ha apagado con el paso de los años.

Finalmente, abrió los ojos, y lo vi. Lo vi en su mirada: el amor, el dolor, la confusión. Todo estaba ahí, tan claro como el día.

—Eleonore —dijo, su voz temblando. —Esto no es tan simple.

—No tiene que ser simple —lo interrumpí. —Solo tiene que ser verdadero.

La distancia entre nosotros parecía desaparecer, sin embargo, al mismo tiempo, sentía que había un abismo que ninguno de los dos sabía cómo cruzar. Howard dio un paso hacia mí, y por un momento pensé que iba a decir algo, que iba a explicarme lo que estaba pasando dentro de él. Pero en lugar de eso, se detuvo, como si no pudiera avanzar más.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.