14 de febrero de 2024
Howard
La puerta de mi departamento se cerró de golpe, y el sonido resonó como un golpe seco en mis oídos. Me quedé paralizado en el pasillo, con la mano aún sobre la perilla de la puerta. Clarissa estaba frente a mí, con el rostro rojo de furia, los ojos brillando con una mezcla de incredulidad y desconfianza. La luz del pasillo iluminaba su perfil, pero no veía ni su belleza ni la suavidad que siempre me habían cautivado. Solo veía el fuego de su rabia, y el hielo que había comenzado a formarse entre nosotros.
—Howard, ¿qué diablos es esto? —su voz quebró el silencio de la madrugada, y no era la dulzura a la que estaba acostumbrado. En su lugar, había algo muy distinto, como un eco de algo que se estaba rompiendo dentro de ella.
No supe qué hacer al principio. Estaba tan descolocado, tan atrapado por la sorpresa, que mis palabras se atascaron en la garganta. Vi cómo su respiración se aceleraba mientras me observaba, esperando una explicación. Eleonore, mi amiga, había estado en mi departamento, sí, pero no de la manera en que Clarissa lo había interpretado.
—Clarissa, espera… —intenté hablar, pero ella me cortó al instante.
—¿Esperar? ¡¿Esperar qué, Howard?! ¡¿Qué mierda estaba haciendo ella aquí a esta hora?! —su voz se rompió al final de la frase, y el dolor era evidente. Vi sus manos temblar, y su mirada pasó de la ira a la desesperación, como si no supiera en quién confiar.
Respiré hondo y traté de mantener la calma, aunque por dentro algo se revolvía. Sabía que tenía que ser cauteloso, pero también sabía que no podía dejar que la situación se saliera de control.
—Es solo una amiga, Clarissa. Una amiga. —La palabra me salió casi como una súplica. No podía creer lo que estaba viviendo. No así. No con ella.
Pero Clarissa soltó una risa amarga, llena de escepticismo.
—Una amiga, ¿eh? Claro. ¿Y qué tal si esa amiga también sabe que no está bien llegar a tu casa a las tres de la mañana, sola, sin avisar? —su sarcasmo me golpeó con la fuerza de una bofetada. Dio un paso hacia mí, desafiándome con su mirada.
Yo intentaba encontrar las palabras correctas, pero mi garganta estaba seca.
—Clarissa, por favor. No es lo que crees. Ella es amiga de la familia, hemos crecido juntos… Ya sabes lo que significa eso para mí. —me esforzaba por ser claro, pero su desconfianza crecía con cada intento. Podía ver cómo el veneno de los celos se colaba en sus venas, cómo sus dudas la arrastraban a un abismo del que no parecía querer salir.
Ella no movió un músculo, pero sus ojos me perforaron como dagas.
—No me hables de familia, Howard. No me hables de lo que 105 significa eso. Yo también soy parte de tu vida. —su voz se elevó, y pude sentir la presión en el aire. —Pero claro, ella es la familia. Ella es la amiga que tiene derecho a estar aquí, ¿verdad?
De repente, el calor que había en mi pecho se transformó en un nudo incómodo. Sabía que algo tan trivial, o al menos para mí, podría convertirse en algo enorme si no lo manejaba bien.
—No es así, no me estás entendiendo. Clarissa, si fuera otra persona, lo entendería, pero con Eleonore es diferente. Solo ella y yo sabemos todo lo que ha pasado… lo que realmente ha pasado.
Apreté los dientes. Estaba consciente de lo que insinuaba, pero no quería que ese malentendido saliera a la luz. Sin embargo, el eco de mis propias palabras me hizo darme cuenta de lo profundo que me había metido.
Clarissa me miraba, completamente desencajada. Sus manos se abrieron y cerraron, como si estuviera luchando contra algo dentro de ella. El dolor se reflejaba en su rostro, pero también había algo más: la rabia. La rabia de la traición, de la inseguridad.
—¿Qué significa eso, Howard? ¿Qué significa todo lo que ha pasado? —su voz bajó, pero cada palabra llevaba consigo un peso aplastante. —Porque lo que veo aquí es que sigues protegiéndola. Sigues defendiéndola. Y yo… yo me estoy sintiendo como una estúpida por no haberlo visto antes.
De repente, no me sentí tan seguro. Me vi a mí mismo, a lo que había hecho, y a lo que estaba a punto de perder. Era como si la distancia entre Clarissa y yo fuera más grande de lo que podía comprender. Quise ir a abrazarla, a hacerla sentir mejor, pero ella dio un paso atrás, como si me temiera. Como si toda la confianza que alguna vez tuvimos se estuviera desmoronando ante nuestros ojos.
—Clarissa, por favor, entiende… —intenté una vez más, pero la mirada de desconfianza que me lanzó me congeló en el sitio.
—¡No! —gritó, interrumpiéndome. —¡Ya basta de explicaciones! Estoy cansada de tus mentiras, Howard. Estoy cansada de sentirme como si fuera la única tonta aquí. Todo el tiempo he confiado en ti, pero tal vez lo que realmente tienes con Eleonore no es tan inocente como dices. Tal vez soy yo la que estoy equivocada…
El silencio que siguió fue insoportable. La habitación, antes tan llena de familiaridad, se había transformado en un campo de batalla.
Clarissa se giró para irse, pero antes de que lo hiciera, me lanzó una última mirada, tan llena de dolor y furia que me hizo temblar.
—Algún día, Howard. Algún día, vas a tener que enfrentar la verdad, y vas a ver que yo tenía razón.
Me quedé allí, inmóvil, mientras la puerta se cerraba tras ella. Y aunque sabía que no había hecho nada malo, el peso de sus palabras me aplastó. Eleonore y yo nunca habíamos cruzado ninguna línea, pero Clarissa no parecía dispuesta a escuchar esa parte de la historia. El problema, era que yo no sabía si algún día podría convencerla de la verdad
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Editado: 03.04.2025