14 de febrero de 2024
Howard
La lluvia caía sin cesar cuando llegué frente al edificio donde vivía Eleonore. La ciudad estaba gris, todo sumido en una quietud melancólica que encajaba perfectamente con mi estado de ánimo. No sabía si estaba haciendo lo correcto al ir a buscarla, pero lo que sí sabía era que no podía dejar que las cosas quedaran así. No podía dejar que los gritos de Clarissa siguieran resonando en mi cabeza, ni que la culpa me consumiera más de lo que ya lo había hecho. Tenía que hablar con Eleonore. Tenía que enfrentarme a mis propios sentimientos.
La puerta de su apartamento se abrió antes de que pudiera siquiera tocar el timbre. Ella apareció en el umbral, su cabello mojado por la lluvia, una capa de tristeza en sus ojos que no podía ocultar. Estaba vestida de forma casual, pero aún en su simplicidad se veía más hermosa que nunca.
—Howard… —susurró, su voz suave, pero con una carga de duda, como si no supiera si lo que estaba pasando era una pesadilla o una realidad.
Me quedé quieto, observándola por unos segundos. La verdad es que no sabía cómo empezar. Las palabras se amontonaban en mi mente, pero ninguna parecía ser suficiente para explicar todo lo que había sucedido en las últimas horas.
—Clarissa se enteró… —mi voz se rompió un poco. Bajé la cabeza, incapaz de mirarla directamente. —Encontró a Eleonore en mi departamento anoche. Y, bueno… no sé si debo llamarlo una tragedia, pero lo fue. Todo se desmoronó, y no sé cómo manejarlo.
Eleonore dio un paso atrás, dejándome entrar. No dijo nada, pero sus ojos se llenaron de una mezcla de comprensión y algo más, algo que no supe identificar. Esperó, quieta, mientras me adentraba en el apartamento. Me senté en el sofá sin decir una palabra, y ella hizo lo mismo, pero no me miraba directamente. Parecía pensativa, esperando que yo siguiera.
Tomé una respiración profunda. Necesitaba decirlo, aunque no estaba seguro de si sería suficiente.
—Es que no sé qué hacer, Eleonore. No sé qué hacer con Clarissa. Lo de anoche no fue nada… pero ella no lo entiende. Ella me vio contigo, y ahora está convencida de que la estoy engañando. Y lo peor es que… que no sé qué quiero, ni qué debo hacer. Mi padre desea que me case con ella, realmente quiere que sea así.
Eleonore me miró, tranquila, sin prisa por interrumpir. La luz de la lámpara que estaba sobre la mesa iluminaba sus ojos, y en ellos vi la comprensión, pero también una tensión invisible, algo que no lograba captar del todo.
—Howard, ¿qué es lo que realmente quieres? —su pregunta fue directa, pero suave, como un bálsamo que al mismo tiempo parecía una punzada.
La respondí casi sin pensarlo.
—No lo sé. Estoy confundido. Quiero estar con Clarissa, pero… hay algo entre nosotros, entre tú y yo, que no puedo ignorar. Y ahora 109 tengo que decidir. No puedo seguir flotando entre dos mundos, Eleonore. Tengo que ser honesto conmigo mismo, y con ella. Pero también tengo miedo de perderla.
Eleonore se inclinó hacia adelante, cruzando las manos sobre sus rodillas, mirando al frente. El silencio se extendió entre nosotros, pesado. En ese silencio, la lluvia que golpeaba contra las ventanas parecía más fuerte, como si el mundo entero me estuviera presionando para que tomara una decisión.
Finalmente, después de lo que parecieron horas, Eleonore habló, su voz cargada de una serena determinación que me dejó sin aliento.
—Te voy a dar tiempo, Howard. El tiempo que necesites para tomar una decisión, pero… —su mirada se endureció un poco, y por un momento, su voz sonó algo fría—, hay algo que tienes que saber. Yo también tengo mi vida. Yo también tengo mis propios sentimientos.
Mi corazón se aceleró. No sabía si lo que ella decía me aliviaba o me aterraba aún más.
—Te lo estoy diciendo en serio. Me voy a Londres dentro de dos días. Mi amigo se casa, y voy a estar allí por una temporada. Será un buen tiempo para que pienses, para que decidas qué es lo que realmente quieres. Porque si te decides por Clarissa, o por cualquier otra cosa, lo voy a entender. Pero no voy a quedarme aquí esperando eternamente. No soy la segunda opción de nadie, Howard.
El golpe de realidad me cayó como un balde de agua fría. Eleonore tenía razón. No podía quedarme en el limbo entre dos mujeres, entre dos mundos. La decisión que tomara no solo afectaría mi relación con Clarissa, sino también con ella. Y el tiempo que ella me estaba dando, aunque generoso, también tenía su límite.
Mi garganta se cerró al escucharla. Todo se volvió aún más difícil. Sin embargo, algo dentro de mí también se aclaró. No podía seguir engañándome. La única manera de ser justo con todos, y especialmente conmigo mismo, era enfrentar la verdad, aunque esa 110 verdad fuera dolorosa.
Me acerqué a ella, y por un momento, solo sentí la necesidad de estar cerca, de hacerle saber que lo que había entre nosotros no era algo que pudiera olvidarse tan fácilmente.
—Te amo, Eleonore. Te amo de una forma que no entiendo del todo, pero… —tomé un respiro, buscando las palabras adecuadas, las que pudieran expresar lo que realmente sentía—. Nada es sencillo. No es sencillo decidir entre lo que uno debe hacer y lo que el corazón quiere. Pero te lo prometo… voy a pensar. Voy a tomar el tiempo necesario.
Eleonore no dijo nada durante un largo rato, pero su mirada me dio todo lo que necesitaba saber. No estaba enojada. No estaba herida. Solo estaba esperando, como siempre lo había hecho, con la paciencia que solo ella tenía. La lluvia seguía cayendo afuera, pero dentro del apartamento todo estaba en silencio, expectante.
Por fin, se levantó y se acercó a la ventana. Miró hacia afuera, pensativa.
—Haz lo que tengas que hacer, Howard. Pero no te olvides de lo que realmente importa. Porque yo no quiero ser una parte de tu vida que tengas que "arreglar". No quiero ser una opción más.
#3658 en Novela romántica
#1106 en Chick lit
amor fingido, romance amor dolor drama sufrimiento, romance amor y odio errores amistad
Editado: 10.05.2025