No está en tus planes

19 | El fin de lo que nunca debió ser

20 de febrero de 2024

Howard

La oficina de mi padre siempre había tenido una atmósfera peculiar, una mezcla de autoridad y calma, con esas grandes estanterías llenas de libros y diplomas, y el suave murmullo del viento al golpear las ventanas de vidrio de la vieja casa. Pero hoy, esa misma quietud me aplastaba. Era como si todo lo que había vivido hasta ahora se estuviera resquebrajando, y la conversación que tenía por delante no hacía más que confirmarlo.

Marcus, mi padre, estaba de pie junto a su escritorio, observando un par de papeles con una concentración que no había visto en él en mucho tiempo. Cuando me vio entrar, levantó la vista, pero no mostró sorpresa. No le hacía falta. Sabía que tarde o temprano tendríamos que hablar.

—¿Cómo estás, hijo? —su voz sonó algo distante, pero su tono era neutral, como siempre. Era como si no estuviera dispuesto a dejar que sus emociones salieran a la superficie.

Yo me quedé parado frente a él, sin saber cómo empezar. Me costaba mirar a mi padre a los ojos; sabía lo que iba a decirme, y no me agradaba ni un poco.

—Clarissa vino a verme esta mañana —dijo, interrumpiendo mis pensamientos. Su mirada se volvió más aguda, y se sentó lentamente en su silla, mirando fijamente la madera del escritorio. —Me contó lo que sucedió entre tú y Eleonore.

Mi estómago se apretó. No era como si no esperara que Clarissa hablara de esto con él, pero escuchar las palabras de mi padre, tan firmes y directas, me hizo sentir un peso sobre el pecho.

—Dice que lo de anoche… lo que pasó en tu departamento, tiene que ver con una relación más profunda. Que no es solo amistad. ¿Es cierto? —la pregunta salió como una afirmación. Como si, en el fondo, ya lo supiera.

No respondí de inmediato. La verdad es que no sabía cómo decirlo. La relación con Eleonore siempre había sido algo difícil de definir. No quería admitir lo que pensaba que mi padre ya había percibido, porque ni yo mismo tenía claro lo que sentía. Pero no podía mentirle, al menos no en este momento.

—Sí —respondí, casi sin poder evitarlo. —Es cierto. Eleonore es más que una amiga para mí. Pero no es… no es lo que ella cree, lo que tú crees. No estoy tratando de engañar a nadie. Las cosas entre Clarissa y yo no son fáciles.

Mi padre permaneció en silencio, observándome con esos ojos penetrantes que siempre parecían ver más allá de lo que uno estaba dispuesto a mostrar. No dijo nada durante unos segundos, y me sentí vulnerable bajo su mirada. Pero finalmente, suspiró y se recostó en su silla con un gesto que parecía más cansado que molesto.

—Lo que te pasa con Clarissa, hijo, es complicado. Lo sé. La situación con Eleonore también lo es. Pero lo que realmente importa ahora es cómo vas a manejarlo. No puedes seguir dando vueltas. Tienes que tomar una decisión.

Me sentí más pesado que nunca. La presión de las palabras de mi padre me oprimió el pecho. No quería ser tratado como un niño, ni mucho menos como alguien incapaz de tomar sus propias decisiones, pero en este caso, era difícil no sentirme completamente atrapado.

—Entiendo lo que estás diciendo —respondí, aunque mi voz sonaba vacía. —Pero no puedo decidir así, sin pensar. No se trata solo de lo que siento por Clarissa o por Eleonore. Es más complejo que eso.

Mi padre se recostó más en su silla y cruzó los brazos, mirándome con esa expresión tan suya, como si estuviera esperando que yo me hundiera aún más en la tormenta de mis propios pensamientos.

—Te lo voy a poner claro, Howard. Eleonore es una buena mujer. He hablado con ella, y sé que es capaz de ser parte de una familia, que sabe lo que significa comprometerse. Sin embargo, si lo que quieres es seguir con tu vida sin las presiones de un compromiso con Clarissa, te voy a decir lo que necesitas hacer. No es sencillo, pero es lo único que puede salvarte de la situación en la que estás.

Me quedé mirando a mi padre, completamente perdido, sin comprender del todo lo que estaba a punto de decirme.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, aunque en el fondo ya lo intuía.

Él se inclinó ligeramente hacia adelante, las manos entrelazadas sobre la mesa.

—Casarte con Eleonore. Eso es lo que tienes que hacer. Si realmente crees que lo que tienes con ella es algo más que un simple enamoramiento pasajero, si estás dispuesto a no dejar que tu vida se derrumbe entre dos mujeres, entonces casarte con ella es la única salida. Y de paso, te libras de cualquier vínculo con Clarissa. Porque no puedes seguir con ella mientras estás dividido entre dos mundos.

Me quedé sin palabras. Mi respiración se aceleró, y el nudo en mi garganta se hizo más grande. No esperaba que mi padre fuera tan directo, tan tajante. Casarme con Eleonore… era lo último que había imaginado que me sugeriría.

—Pero… no puedo simplemente… —no supe cómo continuar. Las palabras me fallaban, la incomodidad de la situación me consumía.

Marcus me miró, más severo ahora, y yo supe que no había espacio para evasivas.

—Howard, la vida no es un juego. Sabes bien lo que estás arriesgando. Casarte con Clarissa sería lo "correcto" para la familia, pero lo que realmente importa es lo que quieres para tu vida. Si lo que tienes con Eleonore es algo real, entonces tienes que dejar de dar vueltas y hacerlo. Claro que no va a ser fácil. Pero no hay otra forma.

Me senté en una silla cercana, dejando que sus palabras calaran en mí. ¿Casarme con Eleonore? ¿Realmente podía hacer eso, dar un paso tan grande en un momento tan confuso? No sabía qué responderle a mi padre, porque, aunque me veía en medio de un torbellino de emociones, algo dentro de mí también sabía que él tenía razón. Algo en lo profundo de mi ser me decía que tomar una decisión, por más difícil que fuera, era lo único que podía hacer para finalmente dar fin a este caos.

—Lo pensaré, padre —respondí, con la voz algo quebrada. Y esa fue la única certeza que tuve en ese momento: que pensarlo no sería suficiente. Tendría que hacerlo. Tendría que decidir.




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