23 de febrero de 2024
Eleonore
La sala de juntas de Enchanté estaba decorada con el lujo sobrio que definía a la marca: mármol negro, detalles dorados y enormes ventanales que ofrecían una vista privilegiada del horizonte de Nueva York. Yo, Eleonore Monroe, estaba sentada en mi lugar habitual, a la derecha de mi padre, Julian, mientras escuchábamos a Cecilia Wainscott exponer sus ideas para los lanzamientos de la temporada primavera-verano. Sus palabras fluían con la precisión de alguien acostumbrada a la perfección, pero mi atención estaba dividida entre su discurso y la tensión palpable en la sala.
Marcus Wainscott, su esposo, asentía con aprobación exagerada a cada palabra de su mujer, como si fuera una obligación, mientras que mi hermano Cole miraba distraído sus notas, probablemente pensando en algún detalle logístico. Mi querida madre Everleigh, por otro lado, mantenía su postura impecable, aunque yo notaba el brillo calculador en sus ojos. Nadie manejaba el arte del disimulo mejor que ella.
Y luego estaba Howard. Howard Wainscott, el hijo mayor de la familia y el único dueño de mi corazón, sentado en la cabecera opuesta de la mesa. Llevaba su traje hecho a medida con la confianza de un hombre que siempre había conseguido lo que quería. Desde que llegó esta mañana, había algo extraño en su comportamiento: sus miradas furtivas en mi dirección, las sonrisas privadas que, honestamente, no podía descifrar del todo.
Cuando Cecilia terminó su presentación, hubo un breve aplauso educado antes de que Julian interviniera para agregar algunos comentarios estratégicos. Fue entonces cuando Howard se levantó de su asiento, alzando una mano para pedir la palabra.
—Si me permiten un momento —dijo, con su voz grave y firme llenando la sala.
Todos se giraron hacia él, incluido yo, aunque en mi caso con más inquietud que curiosidad. Algo en su expresión me puso en alerta, pero lo que dijo después me dejó completamente sin aliento.
—Quiero aprovechar esta reunión para compartir una noticia personal que me llena de alegría —comenzó, mirando a cada persona alrededor de la mesa antes de posar sus ojos directamente en los míos—. Eleonore y yo estamos saliendo, y me complace anunciar que tenemos planes de casarnos.
El silencio que siguió fue tan absoluto que pude escuchar el tic tac del reloj en la pared. Mis ojos se abrieron como platos, y el aire pareció quedarse atascado en mi garganta. Mi mente corría a mil por hora, buscando desesperadamente una explicación, pero solo encontraba dos opciones: o Howard estaba perdiendo el juicio, o yo estaba soñando despierta.
No estábamos saliendo. No habíamos tenido ni una sola conversación íntima fuera del ámbito profesional desde que regresé a Nueva York, mucho menos discutido planes de matrimonio.
—¿Qué? —murmuró Cole desde mi izquierda, rompiendo el silencio, pero antes de que pudiera decir algo más, le lancé una mirada que lo obligó a callar.
Mi padre arqueó una ceja, sus labios tensándose en una línea fina. Julian Monroe no era alguien fácil de impresionar, pero podía ver la chispa de incredulidad en sus ojos. Everleigh, en cambio, parecía estar disfrutando del espectáculo, con una sonrisa apenas perceptible que no podía significar nada bueno.
—Eso... es maravilloso, Howard —dijo Cecilia finalmente, con un tono que intentaba sonar sincero pero que traicionaba su sorpresa. Marcus, por otro lado, me miró con una mezcla de confusión y algo que parecía celos reprimidos.
En ese instante, tuve que tomar una decisión. Podía contradecir a Howard frente a todos y arriesgarme a convertir la reunión en un caos absoluto, o podía seguirle la corriente, aunque fuera solo para ganar tiempo y entender qué demonios estaba pasando.
Opté por lo segundo.
—Así es, Howard y yo... —dije, con una sonrisa que esperaba no pareciera demasiado falsa—. Hemos querido mantenerlo en privado hasta ahora, pero creo que este es un buen momento para compartirlo con todos ustedes.
La sensación de vértigo seguía allí, pero me forcé a mantener la compostura. La familia Wainscott parecía sorprendida pero complacida, mientras que los Monroe me observaban con una mezcla de desconcierto y cautela.
—¿Y desde cuándo es que ustedes dos tienen este tipo de cercanía? —Mi padre interrogó bastante molesto. —No creo ser el único que considere que esto es demasiado precipitado.
—Papá, mi relación con Howard no ha sido algo de unos pocos días. Nuestra historia comenzó cuando éramos jóvenes, sin embargo, terminamos porque me estaba mudando a Londres y ahora que hemos vuelto a vernos, la chispa ha vuelto a encenderse.
Mi padre me miró una vez más y asintió lentamente.
—Bueno, entonces parece que no solo celebraremos el éxito de la próxima temporada, sino también el futuro de nuestras familias —dijo Howard, sonriendo con satisfacción antes de volver a sentarse.
Mientras las conversaciones se reanudaban, sentí la mirada de Everleigh clavada en mí.
—Esto va a ser interesante —murmuró en voz baja, lo suficientemente cerca para que solo yo pudiera oírla.
Tenía razón. Esto iba a ser muy interesante.
#3666 en Novela romántica
#1111 en Chick lit
amor fingido, romance amor dolor drama sufrimiento, romance amor y odio errores amistad
Editado: 10.05.2025