No está en tus planes

24 | Tacto especial

23 de febrero de 2024

Howard

La mansión Wainscott estaba envuelta en un silencio pesado que contrastaba con la grandiosidad de su arquitectura. Las luces cálidas de las lámparas de cristal iluminaban los pasillos, pero esa noche sentí que apenas lograban disipar la oscuridad que había traído conmigo desde la oficina. El anuncio en la reunión de Enchanté había sido precipitado, sí, pero no lo lamentaba. Sin embargo, sabía que mi familia no tardaría en tener algo que decir al respecto.

No me sorprendió cuando mi padre, Marcus Wainscott, me pidió que lo acompañara al salón principal después de la cena. Era el lugar donde se desarrollaban todas las "conversaciones serias". Me esperaba la típica mezcla de críticas y consejos disfrazados de preocupación. Lo que no esperaba era la dirección en la que la conversación iba a tomar.

Mi padre estaba de pie junto a la chimenea, con un vaso de whisky en la mano, el rostro rígido como siempre. Cassiopea y Asher ya estaban allí, sentados en los sillones de cuero. Sus expresiones eran difíciles de leer, pero al menos no parecían hostiles.

—Howard —comenzó mi padre, su tono severo—, creo que debemos hablar sobre lo que sucedió hoy.

—Adelante —respondí, cruzando los brazos mientras me apoyaba en el marco de la puerta.

—Tu relación con Eleonore Monroe —continuó, haciendo una pausa como si probara las palabras en su lengua—. No estoy de acuerdo con ella.

Asher levantó una ceja, pero permaneció en silencio. Cassiopea se inclinó ligeramente hacia adelante, atenta.

—¿Y por qué no estás de acuerdo? —pregunté, intentando mantener la calma.

—Porque es una mujer inestable —soltó, como si estuviera afirmando algo evidente—. Eleonore padece trastorno bipolar, Howard. Es un hecho conocido. Es un riesgo, no solo para ti, sino para nuestra familia y para la compañía.

Sentí que un calor abrasador subía por mi pecho. Era como si cada palabra de mi padre golpeara algo profundo en mí.

—Eso es inaceptable, papá —dije, con la voz firme, aunque noté el temblor en mis manos—. Eleonore es una mujer brillante, fuerte y capaz. Lo que dices es injusto y cruel.

Mi padre dejó su vaso en la repisa de la chimenea y me miró directamente.

—No estoy siendo cruel, Howard. Estoy siendo pragmático. He visto cómo la inestabilidad emocional puede destruir carreras, relaciones... vidas. No quiero que cometas un error del que no puedas recuperarte.

Cassiopea se levantó de su asiento, cruzando los brazos.

—Papá, eso es ridículo. Tener un trastorno no define a una persona ni la hace menos valiosa. Eleonore ha demostrado ser una pieza clave en Enchanté, y tú lo sabes.

Asher, que hasta entonces había permanecido en silencio, se unió a la conversación.

—Además, no es como si estuviéramos hablando de una extraña. Todos hemos trabajado con ella, y ninguno de nosotros ha visto nada que justifique tus palabras. Eleonore es más estable que muchos de los ejecutivos que conocemos.

—Esto no es un debate —dijo mi padre, volviéndose hacia ellos antes de volver a mirarme—. Es una advertencia. Howard, piénsalo bien. Si decides seguir adelante con esta relación, habrá consecuencias.

Mi paciencia se agotó.

—¿Consecuencias? —repliqué, alzando la voz por primera vez. ¿Qué clase de padre amenaza a su hijo por amar a alguien? ¿Qué clase de hombre juzga a una persona basándose en un diagnóstico médico, ignorando todo lo demás que es?

El silencio se extendió en la sala. Cassiopea y Asher me miraron, ambos con una mezcla de admiración y preocupación. Mi padre frunció el ceño, su mandíbula apretándose.

—Tienes razón en algo, Howard. Soy un hombre pragmático. Y si eliges este camino, no cuentes con mi apoyo.

—No lo necesito —dije, dándome la vuelta para salir de la sala. Antes de irme, escuché la voz suave pero firme de Cassiopea detrás de mí.

—Papá, deberías estar orgulloso de Howard. Porque lo que acabas de hacer es lo opuesto a lo que significa ser familia.

Salí de la habitación con el pecho ardiendo de ira, pero también con una extraña sensación de alivio. Sabía que estaba dispuesto a enfrentar cualquier obstáculo por Eleonore, incluso si eso significaba desafiar a mi propio padre. Y, por primera vez en mucho tiempo, me sentí más seguro que nunca de mi decisión.

La discusión aún flotaba en el aire cuando la puerta del salón se abrió, y mi madre, Cecilia Wainscott, entró con esa elegancia tranquila que siempre la había caracterizado. Vestía un traje azul marino impecable, y su expresión, aunque serena, mostraba que había escuchado al menos parte de la conversación.

—Cecilia, este no es un buen momento —dijo mi padre, girándose hacia ella con su tono habitual de autoridad.

—Yo creo que es el momento perfecto —respondió ella con calma, avanzando hacia el centro de la sala. Sus ojos claros se encontraron con los míos, y una pequeña sonrisa asomó en sus labios—. Howard, ¿estás bien?

Asentí, aunque aún sentía el pulso acelerado.

—Estoy bien, mamá.

Ella se giró entonces hacia mi padre, su postura más rígida.

—Marcus, creo que estás siendo injusto con Howard y con Eleonore. Estás haciendo de una pequeña situación una bomba, no tiene sentido en verdad.

Mi padre bufó, como si hubiera esperado esa respuesta.

—Cecilia, no puedes negar que esta relación es... problemática. Eleonore tiene un historial, y debemos ser realistas sobre lo que eso significa.

—Lo que significa —lo interrumpió mi madre, con un tono más firme de lo habitual— es que es una mujer que ha enfrentado desafíos y ha salido adelante. ¿Sabes cuánta fortaleza se necesita para hacer lo que ella ha hecho? La conozco desde que era una niña, Marcus. Siempre ha sido brillante, decidida y generosa. Decir que es inestable por un diagnóstico es no solo cruel, sino ignorante.

Mis hermanos, Cassiopea y Asher, intercambiaron miradas de aprobación, claramente animados por el respaldo de nuestra madre. Yo me sentí inundado por un alivio inesperado, aunque aún estaba en guardia.




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