28 de febrero de 2024
Eleonore
La sala privada de reuniones de los Wainscott tenía una atmósfera tan fría y calculada como Marcus Wainscott mismo. Las paredes de madera oscura y los muebles de líneas estrictas parecían diseñados para intimidar a cualquiera que se atreviera a cruzar sus puertas. Yo estaba sentada al lado de Howard en la larga mesa, con Marcus en la cabecera. En el centro de la mesa, un grueso documento descansaba como una amenaza tácita.
—Eleonore —comenzó Marcus con su tono habitual de autoridad, sin molestarse en suavizar su expresión—, gracias por venir. Creo que sabes por qué estamos aquí.
Levanté una ceja, aunque ya sabía exactamente lo que iba a decir. Howard, a mi lado, estaba tenso. Su mandíbula estaba apretada, y podía sentir la energía contenida en su postura.
—Voy a ser directo —continuó Marcus, sin perder tiempo—. Esta relación entre tú y mi hijo ha causado un revuelo en nuestra familia, y aunque sigo sin estar de acuerdo con ella, me veo obligado a proteger los intereses de Howard y del legado Wainscott. Por eso, he preparado un acuerdo prenupcial.
Empujó el documento hacia mí, sus ojos fijos en los míos como si buscara una reacción.
—Este contrato establece que, en caso de que este matrimonio llegue a su fin, no tendrás derecho a ningún centavo de la fortuna de Howard.
¿De verdad está insinuando que mi relación por Howard se basa solo en un interés financiero?
Respiré hondo, manteniendo la calma mientras deslicé el documento hacia mí. Lo hojeé con cuidado, no porque pensara que había algo oculto, sino porque quería dejar claro que no iba a firmar nada sin entenderlo primero.
—Papá —intervino Howard, con el tono afilado—, esto es ridículo. No creo que necesitemos un acuerdo prenupcial.
Marcus levantó una mano para silenciarlo, como si la discusión ya estuviera cerrada.
—Esto no es personal, Howard. Es prudencia. Soy el patriarca de la familia Wainscott y velaré por nuestros intereses hasta el último de mis días.
Levanté la mirada del documento y hablé antes de que Howard pudiera replicar.
—Está bien —dije con calma, lo suficientemente fuerte como para cortar la tensión en el aire.
Howard me miró, sorprendido.
—¿Qué?
—Está bien —repetí, colocando el documento frente a mí y tomando la pluma que Marcus había dejado sobre la mesa—.Firmaré el acuerdo.
—Eleonore, no tienes que hacer esto —dijo Howard, su voz cargada de frustración.
Le dediqué una pequeña sonrisa antes de volver a mirar a Marcus.
—No tengo ningún problema en firmar esto, Marcus, porque quiero que quede algo muy claro: no estoy interesada en la fortuna Wainscott. Nunca lo he estado. Tengo mi propia carrera, mi propia vida, y, por si necesitas una aclaración, mi propio dinero. Lo único que me interesa aquí es tu hijo. Lo que sí debe tener en claro es que en cuanto mi padre se entere que usted me ha hecho firmar un acuerdo como este, querrá que Howard haga lo mismo para ser justos.
Pude ver la leve sorpresa en sus ojos, aunque trató de ocultarla. Firmé el documento con un trazo decidido y lo empujé hacia él.
—Aquí tienes. ¿Algo más?
Marcus tomó el documento, lo revisó rápidamente y luego lo dejó sobre la mesa con un suspiro contenido.
—Aun así —dijo, recostándose en su silla—, quiero que sepas que esto no cambia nada. Sigo sin aprobar esta relación.
—Eso no me sorprende —respondí, cruzando las manos sobre la mesa—. Pero, afortunadamente, no necesito tu aprobación.
Por primera vez, una pequeña sonrisa cargada de satisfacción cruzó el rostro de Howard. Marcus, en cambio, me lanzó una mirada severa, como si intentara medir cuánto de esto era desafío y cuánto era seguridad.
—Tal vez no —concedió finalmente—, pero tendrás que acostumbrarte a que siempre estaré vigilando.
—Y tú tendrás que acostumbrarte a esto, Marcus —dije, inclinándome ligeramente hacia adelante—. Porque Cecilia está de nuestro lado, y si algo me ha quedado claro es que cuando tu esposa quiere algo, lo consigue.
Hubo un silencio tenso, pero esta vez no me incomodó. Howard puso una mano sobre la mía, una muestra silenciosa de apoyo.
—Papá —dijo él con firmeza—, yo amo a Eleonore. Y tú, más que nadie, deberías saber que cuando tomo una decisión, no retrocedo.
Marcus no respondió de inmediato. Finalmente, soltó un resoplido y se puso de pie, llevándose el documento firmado consigo.
—Esto no significa que esté de acuerdo, pero… me queda claro que no voy a ganar esta batalla.
Se giró hacia la puerta, sin embargo, antes de salir, se detuvo y nos miró de nuevo.
—Por el bien de Cecilia, me esforzaré en aceptar esta relación. Pero no esperen que sea fácil para mí.
Y con eso, salió, dejándonos a solas en la sala.
Howard se giró hacia mí, todavía con la mano sobre la mía.
—Gracias por eso —dijo, su voz cargada de sinceridad—. No tenías que firmar, pero…
Lo interrumpí con una sonrisa.
—No lo hice por él, Howard. Lo hice por nosotros. Ahora puede que no lo apruebe, solo que ya no tiene excusas para interponerse.
Howard me miró con esa intensidad que siempre me desarmaba, y en ese momento, supe que había valido la pena.
Marcus salió de la sala con el acuerdo firmado, dejando tras de sí una tensión palpable. Howard y yo nos quedamos en silencio por unos momentos, observando cómo su figura desaparecía tras la puerta.
Él, aún con la mano sobre la mía, parecía procesar lo sucedido. Su mirada era intensa, como si intentara buscar alguna grieta en mi expresión que indicara que no estaba completamente segura de lo que acabábamos de hacer. Finalmente, me miró a los ojos, su voz suave pero firme.
—¿Sabes? A veces me sorprende lo tranquila que te mantienes. Me encogí de hombros ligeramente, sin apartar la vista de él.
—He aprendido a mantener la calma en situaciones complicadas. Y Marcus… no es nada que no hayamos enfrentado antes.
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Editado: 10.05.2025