No está en tus planes

26 | Aún te quiero

2 de marzo de 2024

Howard

La noche había caído sobre Nueva York, y la ciudad brillaba con sus luces interminables, como una manta de estrellas atrapada en la tierra. La brisa fresca de la tarde entraba por las ventanas del hotel, llevando consigo el eco lejano del bullicio de la ciudad. Todo estaba cuidadosamente preparado. El restaurante de lujo en el último piso, con su vista impresionante de la ciudad, estaba reservado solo para nosotros.

Cuando llegué al vestíbulo, mi corazón latía con fuerza, anticipando lo que sucedería esa noche. Sabía que Eleonore no esperaba una velada como esta, y no podía esperar a ver su reacción. La vi llegar, su figura elegante destacando entre la multitud, con un vestido rojo que resaltaba la curva de su cuerpo de manera impresionante. No pude evitar sonreír, consciente de lo afortunado que era de compartir este momento con ella.

—Howard —dijo, su voz suave, pero cargada de una emoción que no pude ignorar—. Esto es… increíble.

La miré a los ojos, asegurándome de que ella supiera cuán importante era para mí. No había nada en el mundo que deseara más que verla feliz.

—Quiero que esta noche sea especial para ti, Eleonore —le dije, tomando su mano y guiándola hacia el ascensor privado. La miré con una sonrisa, aunque mi corazón estaba acelerado. No sabía qué esperaba de esta noche, pero lo que sí sabía era que quería estar cerca de ella, disfrutar cada instante.

El ascensor nos llevó rápidamente hasta el último piso, donde el restaurante nos esperaba en todo su esplendor. Mesas iluminadas por candelabros, música suave de fondo, y la ventana panorámica que ofrecía la mejor vista de la ciudad. La noche, si fuera posible, parecía aún más encantadora desde allí.

—Es hermoso —murmuró Eleonore, admirando la vista mientras yo la guiaba hacia la mesa reservada.

—Pero no se compara con lo que me gustaría mostrarte esta noche —respondí, tomándola suavemente de la cintura mientras nos sentábamos frente a la ventana.

La cena fue perfecta: cada plato una obra de arte, cada conversación más profunda que la anterior. Había algo en el aire entre nosotros que no podíamos ignorar, como si todo a nuestro alrededor desapareciera y solo quedáramos nosotros dos. La tensión que habíamos evitado durante tanto tiempo finalmente se deshizo, y la conexión entre nosotros fue tan palpable que casi pude tocarla.

Al terminar el postre, me levanté de mi asiento y, sin decir palabra, tomé su mano, llevándola hacia la terraza del hotel. Era una noche sin luna, pero las luces de la ciudad iluminaban todo el horizonte, creando una atmósfera mágica. Miré a Eleonore, viendo la mezcla de emoción y vulnerabilidad en sus ojos, y supe que este momento era el adecuado.

—Eleonore… —dije, tomando su rostro entre mis manos, mi voz baja, casi un susurro—. Hay algo que quiero que sepas.

Antes de que pudiera continuar, ella me miró fijamente, con una leve sonrisa en los labios.

—Yo también te quiero, Howard —me dijo, y esas palabras, que parecían simples, fueron como una explosión dentro de mí.

La tomé por la cintura, atrayéndola hacia mí, y cuando nuestros labios finalmente se encontraron, fue como si todo se alineara en ese instante. El beso fue suave al principio, un toque tímido de labios, como si ambos estuviéramos esperando la respuesta del otro. Pero pronto, la tensión acumulada durante todo el tiempo que habíamos pasado juntos se deshizo en ese gesto.

Nuestros cuerpos se acercaron más, como si el mundo se hubiera reducido a esa terraza, a esos besos. Eleonore me respondió con la misma pasión, sus manos viajando hacia mi cuello, mientras yo la rodeaba con mis brazos, acariciando su espalda con ternura.

—Howard… —susurró entre besos, su respiración irregular—. Esto… es lo que quiero.

La tomé de la mano y la giré suavemente, de modo que quedamos cara a cara, con la vista de la ciudad a nuestras espaldas. Me incliné hacia ella nuevamente, besándola una vez más, más profundo esta vez, como si todo lo que había quedado entre nosotros se desvaneciera en ese contacto. Mi corazón latía más rápido, y me di cuenta de que, aunque todo esto comenzara como una mentira, lo que sentíamos en este momento era absolutamente real.

Finalmente, nos separamos, ambos respirando con pesadez, sonriendo como dos adolescentes atrapados en su primer amor.

—No quiero que esto termine —dije, acariciando su rostro, observando la suavidad de su piel.

Ella sonrió, su mirada llena de complicidad.

—Entonces no dejemos que termine, Howard.

Y con esas palabras, me acerqué nuevamente, besándola suavemente, mientras el bullicio de la ciudad seguía su curso allá abajo, ajeno a lo que ocurría entre nosotros.

La noche se prolongó en una sensación embriagadora, pero todo en mi ser me decía que quería más, algo más profundo. Tomé a Eleonore de la mano y la guié hacia la puerta que conducía a la habitación del hotel. Sabía que quería compartir más que solo un beso con ella, pero también entendía que había una línea delicada que no debía cruzar sin saber si estaba lista.

Al entrar en la suite, la habitación era un refugio de lujo, con luz tenue y cortinas de seda que ondulaban suavemente con la brisa de la noche. La cama grande estaba adornada con pétalos de rosa, un toque de romanticismo perfecto, pero algo en el aire estaba cargado de incertidumbre.

Me volví hacia Eleonore, viéndola recorrer la habitación con la vista, claramente con la mente a mil. Podía sentir su indecisión, pero no quería presionarla. Me acerqué lentamente, consciente de la fragilidad del momento.

—Este lugar es hermoso, ¿no? —dijo ella, mirando alrededor como si tratara de distraerse.

—Sí —respondí, mi tono suave y lleno de comprensión—. Pero no es nada comparado con lo que realmente quiero compartir contigo.

Ella se giró hacia mí, y vi esa mezcla de vulnerabilidad y deseo en sus ojos, lo que solo aumentaba la atracción que sentía por ella. Sin embargo, había algo más, una sombra que flotaba entre nosotros. La tomé de las manos, buscando que su mirada se encontrara con la mía.




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