4 de marzo de 2024
Eleonore
Cuando llegué a mi oficina esa mañana, el aire estaba denso, como si la ciudad misma tuviera una sensación pesada que me envolvía. Mi asistente, como siempre, ya había dejado mi café y algunas notas sobre el escritorio, esperando que empezara con el día.
Me senté frente a la computadora, tratando de concentrarme en el montón de correos que debía revisar. Había estado sintiendo una extraña presión en el pecho desde que desperté, como si algo me acechara, pero no podía permitirme darles espacio a esos pensamientos.
Abrí mi correo electrónico, tratando de enfocarme en las tareas que necesitaban atención. Los primeros eran correos sobre asuntos de trabajo: actualizaciones sobre los lanzamientos, colaboraciones con marcas y demás. Todo parecía normal. Pero entonces vi un mensaje que no reconocí. El asunto decía simplemente:
“Te encontré.”
Mi corazón se aceleró sin previo aviso. La sensación de pavor creció en mi pecho, y antes de que pudiera pensar en otra cosa, abrí el correo.
El mensaje estaba breve, pero tan directo que me hizo temblar.
“He llegado a Nueva York, Eleonore. Y ya sé dónde estás. No me importa que estés con él. Nadie podrá separarnos. Nos vamos a encontrar, te lo prometo.”
El pánico me invadió al instante, como una ola que me arrastraba sin compasión. Mis manos empezaron a temblar, y un nudo se formó en mi estómago. No podía respirar con normalidad. ¿Cómo? ¿Cómo podía estar de vuelta? Después de tanto tiempo, de todo lo que había hecho para mantenerme alejada de él, ahora estaba aquí, en mi ciudad, siguiéndome.
El sonido del correo al enviarse resonó en mi cabeza, y la pantalla del ordenador se volvió borrosa. Me eché hacia atrás en la silla, incapaz de contener la ansiedad que me estaba consumiendo. Mi respiración se volvió entrecortada, y mi mente empezó a correr en círculos. El terror que había sentido en el pasado regresó con una intensidad aterradora. No quería revivirlo, no quería ser esa persona vulnerable nuevamente.
Sin pensarlo, saqué mi teléfono de la mesa y, con dedos temblorosos, marqué el número de Cheryl. Necesitaba hablar con alguien, alguien que entendiera lo que estaba pasando en mi cabeza. Sonó varias veces hasta que finalmente escuché su voz, cálida y familiar, al otro lado de la línea.
—¿Eleonore? ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —preguntó, notando de inmediato la tensión en mi voz.
—Cheryl, él está de vuelta —dije entre sollozos, sintiendo cómo la angustia se apoderaba de mí. Me costaba respirar y hablar, pero logré continuar—. Isaac. El acosador. Está aquí, en Nueva York. Me ha encontrado.
Hubo un silencio al otro lado de la línea antes de que Cheryl hablara, su voz llena de preocupación, pero también de calma.
—¿Qué? ¿Estás segura? —preguntó, y podía oír cómo se movía. tal vez buscando algo, tal vez tratando de entender—. ¿Qué te dijo exactamente?
Intenté calmarme, tomando una respiración profunda, pero las lágrimas seguían cayendo sin control. Con la voz rota, le leí el mensaje que había recibido.
—Dijo que me encontró, que sabe dónde estoy, que... que no le importa que esté con Howard. Que nadie va a separarnos.
Cheryl suspiró al otro lado, y pude escuchar cómo se giraba en su silla, como si intentara encontrar las palabras correctas.
—Eleonore, esto es serio. Pero no estás sola, ¿entiendes? Tienes que llamar a la policía, y lo más importante, tienes que hacerle saber a Howard lo que está pasando. No dejes que esto te consuma, ¿me
escuchas?
El sonido de su voz me dio un mínimo de consuelo, pero aún sentía un frío horrible en todo mi cuerpo. No quería preocupar a Howard, no quería que él se involucrara más de lo necesario. Pero sabía que, por encima de todo, necesitaba hacer algo.
—Lo sé —respondí, secándome las lágrimas—. Haré lo que sea necesario. Pero ahora mismo... no sé qué hacer. Estoy asustada, Cheryl.
—Te entiendo, pero tienes que ser fuerte. Tú eres más fuerte que él. No dejes que te controle. Lo superaremos, ¿sí? —me dijo, y la firmeza en su voz, aunque distante, me dio un leve respiro. Con un nudo en la garganta, respondí, aunque sabía que las palabras no eran suficientes para calmar mi mente.
—Gracias, Cheryl. Te lo prometo, haré lo que tenga que hacer.
Colgué el teléfono, y aunque las palabras de Cheryl resonaban en mi cabeza, el terror seguía siendo una sombra que no podía disipar. Isaac estaba de vuelta. Y aunque intentara seguir adelante, sentía que todo lo que había luchado por construir podría desmoronarse en cualquier momento.
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Editado: 10.05.2025