No está en tus planes

29 | La verdad

6 de marzo de 2024

Eleonore

Estaba sentada en la mesa del comedor familiar, en la casa de los Monroe, rodeada de las personas que más significaban para mí: mis padres, mis hermanos, y Howard. La cena había sido tranquila, con
las típicas conversaciones sobre el trabajo y los planes familiares.

Pero había algo en el aire, algo que me oprimía el pecho y que no podía seguir ignorando. Los mensajes de Isaac, la amenaza inminente, el terror constante que sentía, todo eso se acumulaba en mi mente hasta que sentí que no podía seguir adelante sin decirlo.

Ya no podía guardar más secretos.

Miré a mi madre, Everleigh, que estaba sentada a mi derecha. Su rostro, tan elegante y controlado como siempre, mostraba una leve preocupación al notar mi silencio. A mi izquierda estaba Julian, mi padre, que, aunque siempre mantenía una expresión severa, en esos momentos sentía que su mirada penetraba en mí como si pudiera leer mis pensamientos. Mis hermanos, Cole y Millicent, estaban callados, expectantes. Y, por supuesto, Howard estaba frente a mí, su mirada suave pero alerta, como si intuyera que algo no estaba
bien.

De repente, la comida me pareció un ruido distante. El aire en la habitación se volvió espeso, y sentí que el peso de las palabras que necesitaba decir me estrujaba el pecho. Me tomé un momento,
respiré profundamente y, con la voz entrecortada, comencé.

—Hay algo que necesito contarles —mi voz sonó más baja de lo que esperaba, pero al menos todos me escucharon. No pude evitar mirar a Howard, que me sostuvo la mirada, mostrándome una
mezcla de preocupación y apoyo.

Mi madre, como era de esperar, fue la primera en hablar.

—¿Qué sucede, querida? —preguntó, con un tono que intentaba sonar tranquilo, pero que claramente reflejaba su inquietud.

Mis manos empezaron a temblar, pero logré mantenerlas sobre la mesa, fingiendo calma.

—Hace unos meses... cuando estaba en Londres, pasé por algo muy difícil —dije, mi garganta se apretaba al recordar esos momentos oscuros. Miré a mi madre, a mi padre, a mis hermanos—. Fue cuando intenté... cuando intenté suicidarme.

El silencio que siguió fue palpable. Mi padre frunció el ceño, y mi madre apretó los labios, como si esas palabras fueran una herida abierta. Mis hermanos intercambiaron miradas, sin saber qué decir.
Pero Howard, él no apartó los ojos de mí. Su mano buscó la mía sobre la mesa, y la apretó con suavidad, como si me diera fuerza para continuar.

—Lo hice porque... porque estuve siendo acosada —seguí, con el corazón palpitando en mi pecho—. Por un hombre. Un hombre llamado Isaac. Él me encontró en Londres, me siguió durante meses,
me amenazó, me aterrorizó.

Mi madre se quedó rígida en su asiento, y mi padre parecía estar procesando lo que acababa de escuchar. Millicent se cubrió la boca con la mano, sorprendida. Fue Cole quien rompió el silencio.

—¿Qué quieres decir con que te acosaba? —su voz era dura, algo alterada—. ¿Por qué no nos lo dijiste antes?

Miré a mi hermano, y aunque podía ver su preocupación, también sentía una leve acusación en su tono. Sabía que había sido un error guardar esto durante tanto tiempo, pero no estaba preparada para
contarles todo en su momento. Ahora, sin embargo, todo estaba a punto de desbordarse.

—No quería preocuparlos —le dije, con la voz quebrada—. Y no quería que pensaran que era débil. Pero lo que pasó fue... fue aterrador. No podía salir de mi casa sin sentirme observada. Isaac me escribía, me seguía por las calles. Hasta que un día, cuando ya no podía soportarlo más, sentí que no podía vivir con el miedo que me consumía. Fue cuando lo intenté.

Hubo un largo silencio. Pude ver las expresiones de mi familia cambiar, de la sorpresa al dolor. Mi madre, a pesar de ser una mujer de carácter fuerte, se llevó las manos al rostro, como si fuera incapaz de creer lo que acababa de escuchar. Mi padre se levantó de la mesa, caminó hasta el ventanal, mirando hacia la ciudad. Y entonces Howard se levantó también, para poner una mano en mi hombro.

—Lo siento, Eleonore —dijo, en un susurro cargado de arrepentimiento. Yo le sonreí, agradecida por su presencia, por su apoyo.

—No es tu culpa —respondí, con suavidad—. Y no quiero que lo sea. Pero... Isaac ha vuelto. Me ha encontrado en Nueva York, y está amenazando con hacerme la vida imposible de nuevo. Me dijo que no le importa que esté con Howard, que nadie podrá separarnos.

Las palabras colapsaron sobre ellos como un vendaval. Cole frunció el ceño, y mi padre, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se giró hacia mí con una dureza que rara vez mostraba.

—¿Estás segura de que es él? ¿De que no te estás imaginando cosas? —su voz estaba cargada de escepticismo, y pude ver la preocupación en sus ojos.

—Sí, papá —respondí, con la voz firme—. Estoy segura.

Mi madre finalmente habló, su tono más suave pero lleno de angustia.

—Mi niña... ¿por qué no nos lo dijiste antes? Esto no es algo que debías haber enfrentado sola.

Me levanté, incapaz de quedarme quieta. Caminé hacia el ventanal donde mi padre estaba parado, y lo miré a los ojos.

—Lo sé, mamá. Lo sé. Pero no quería preocuparlos. Y lo peor es que... no sé qué hacer ahora. Estoy aterrada.

Howard se acercó a mí, tomándome de la mano.

—Te voy a proteger, Eleonore —dijo, mirándome con una intensidad que me reconfortó—. Vamos a hacer todo lo posible para que esto termine. No estás sola en esto, lo sabes, ¿verdad?

La mirada de Howard era todo lo que necesitaba en ese momento.

Al final, era él quien me daba la fuerza que no sabía que tenía.

Mi familia podía estar conmocionada, pero él estaba allí, dispuesto a pelear conmigo, a no dejarme caer. Y a pesar de todo lo que había vivido, eso fue lo que me dio la esperanza de que, por fin, las sombras de Isaac no podrían controlarme.




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