No está en tus planes

32 | El secreto de Eleonore

8 de marzo de 2024

Howard

Estaba en la sala de espera del hospital, sentado con la familia de Eleonore, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Cada segundo que pasaba sin saber cómo estaba, cada minuto que sentía la incomodidad del silencio que nos rodeaba, era una tortura. El aire en la sala estaba denso, como si el tiempo mismo se hubiera detenido para recordarnos lo frágiles que éramos. La familia Monroe estaba reunida, todos, incluso Cole, mi hermano, estaba allí, con los ojos cansados, pero atentos.

De repente, la puerta se abrió y el doctor entró. Su rostro era serio, sus pasos firmes. Sabía que venía con noticias, pero no estaba preparado para escuchar lo que tenía que decir.

—Buenos días —saludó el doctor, mirando a todos con una expresión grave—. He revisado los resultados de los estudios psicológicos de Eleonore, y quiero compartir con ustedes mis observaciones.

Todo el mundo se quedó en silencio, esperando. Sentí un nudo en el estómago al ver la seriedad en la expresión del doctor, y de alguna manera, su presencia era tan formal, tan distante, que me hizo preguntarme qué estaba pasando en realidad.

—Eleonore padece de trastorno bipolar tipo 2 —comenzó, haciendo una pausa, como si esperara que las palabras fueran digeridas por todos—. Es una condición que afecta su estado de ánimo y le provoca episodios de depresión y manía. Esto es serio, pero tratable. No obstante, esto es algo que ustedes ya conocían desde hace un par de años por lo que no debes causarles sorpresa.

Una oleada de dolor recorrió mi cuerpo, pero lo único que pude hacer fue apretar las manos y contener el aliento. Nadie en la sala se movió, todos con los ojos fijos en el doctor.

—Sin embargo —continuó el médico—, hay algo más que hemos descubierto. Eleonore también padece de trastorno de estrés postraumático, probablemente debido a lo que vivió en Londres. Este trastorno se manifiesta en reacciones emocionales y físicas intensas a recuerdos o situaciones que le recuerdan ese trauma. Es una combinación compleja de condiciones, y cada una de ellas requiere tratamiento.

Mis manos temblaron, pero me obligué a mantenerme en calma, aunque sentía el peso de las palabras del doctor aplastándome. El sufrimiento de Eleonore, que yo ya conocía de alguna manera, ahora tenía nombres, diagnósticos, y eso me aterraba.

—En su situación, podría ser necesario considerar un internamiento psiquiátrico para asegurar su estabilidad —dijo el doctor, con la mirada fija en nosotros, evaluando nuestras reacciones.

Un silencio tenso llenó la habitación. Mi mente no dejaba de dar vueltas a la posibilidad de que Eleonore tuviera que estar recluida, separada de todo lo que conocía. Vi a su madre, Everleigh, fruncir el ceño, y a su padre, Julian, que parecía perdido en sus propios pensamientos. Cole estaba quieto, con la mandíbula tensa, pero nadie dijo nada. Era obvio que no queríamos eso, ninguno de nosotros.

Entonces, al fin, logré reunir la fuerza para hablar. Mi voz salió más firme de lo que esperaba, como si hubiera algo dentro de mí que se negaba a permitir que las cosas se desmoronaran sin luchar.

—No hará falta internarla —dije, sin dudar, mirando al doctor directamente a los ojos—. Yo me haré cargo de ella. No permitiré que se quede aquí. No lo necesita.

La mirada del doctor se posó sobre mí, evaluando mis palabras. Sabía que estaba tomando una decisión importante, pero no iba a permitir que Eleonore se sintiera más vulnerable de lo que ya estaba. No la dejaría en un lugar donde pudiera sentirse aún más perdida.

—Howard —intervino Julian, con su tono siempre tan calculador—, esto no es una cuestión de lo que quieras. Es una cuestión de su salud, y el tratamiento adecuado podría ser la clave para que se recupere.

Mi padre, a diferencia de Julian, siempre había sido más comprensivo con Eleonore, y sabía que no lo hacía por maldad. Pero, en este momento, me sentí totalmente incapaz de aceptar que su recuperación pudiera ser una cuestión de instituciones.

—Entiendo lo que están sugiriendo —respondí, manteniendo la calma—, pero no voy a dejar que se quede aquí. Eleonore tiene todo lo que necesita en casa. Yo estaré con ella las 24 horas, y me haré cargo de su tratamiento. La apoyaré en todo lo que necesite.

El doctor me observó en silencio durante unos largos segundos, como si estuviera considerando mis palabras, y luego suspiró, como si ya esperara que dijera eso.

—Si está seguro de eso, Howard —dijo finalmente—, en ese caso, les sugeriré un tratamiento ambulatorio, supervisado por un equipo de profesionales, para manejar su trastorno bipolar y el trauma. Pero recuerde que, dado su historial, las crisis pueden ser impredecibles. Necesitará estar preparado para cualquier situación.

Asentí con la cabeza, sin soltar la mano de Eleonore, aunque ella no estaba consciente de nada de lo que sucedía. Me sentí determinado, pero el miedo seguía latiendo en mi pecho.

—Lo estaré —respondí, con firmeza. No podía dejar que esto la derrumbara. No la iba a perder.

El doctor asintió, y la familia de Eleonore comenzó a murmurar entre sí, cada uno con sus propios pensamientos, sus propias preocupaciones. Pero en ese momento, en medio de todo el caos, supe algo con absoluta claridad: yo iba a ser el pilar de Eleonore. No me importaba lo que tuviera que enfrentar, lo que fuera necesario para hacerla sentir segura y amada. No la dejaría ir.

—Gracias —dije, dirigiéndome al doctor, antes de que saliera de la habitación. Cuando la puerta se cerró, el aire se volvió más denso, pero yo estaba listo. Eleonore y yo íbamos a enfrentar todo esto juntos. No habría nada que nos separara. Porque la amaba, y eso era todo lo que necesitaba para seguir adelante.

La noche había caído sobre la ciudad, y el hospital seguía iluminado por las frías luces artificiales que parecían intensificar el peso del silencio en la sala de espera. Eleonore estaba en su habitación, finalmente descansando después de la tormenta emocional que habíamos atravesado juntos. No estaba consciente de
la gravedad de la situación, y yo tampoco quería que lo estuviera aún. La familia Monroe se había dispersado por el hospital, y yo me encontraba en una esquina del pasillo, intentando procesar lo que
había sucedido.




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