No está en tus planes

34 | Estoy aquí para ti

14 de marzo de 2024

Eleonore

La llegada de Cheryl a Nueva York fue un alivio para mí, una ráfaga de aire fresco en medio de la tormenta. La espera había sido interminable. Cuando la vi entrar en el vestíbulo de mi apartamento, no pude evitar sonreír como una tonta, pero es que, en ese momento, la sola presencia de mi amiga me hacía sentir más fuerte. Nos abrazamos con fuerza, como si el tiempo que había pasado desde que nos vimos nunca hubiera existido.

—¡Por fin! —exclamé, sintiendo la familiaridad de su voz, tan reconfortante como siempre. Cheryl tenía esa habilidad de hacerme sentir que todo estaría bien, de alguna manera.

—Pensé que te habías olvidado de mí con todo este lío —bromeó, soltando una pequeña risa nerviosa, pero vi en sus ojos el mismo cariño de siempre.

—Nunca, Cheryl. Nunca podría olvidarte —respondí, guiándola hacia la sala de estar.

Le ofrecí algo de beber mientras nos sentábamos en el sofá. Cole estaba allí también, en el comedor, revisando su teléfono, pero en cuanto Cheryl entró, no pudo evitar mirarla con atención. Era inevitable, Cheryl tenía una belleza natural que no pasaba desapercibida. Su cabello castaño claro caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su sonrisa era tan cálida como su voz. Cole, por supuesto, notó eso en el momento en que la vio.

—¿Entonces, bienvenida a Nueva York? —Cole dijo en voz baja, levantando la mirada y observándola de arriba a abajo con una expresión que dejaba poco a la imaginación. Cheryl, que ya había recorrido la mitad de la sala, se giró hacia él con una sonrisa encantadora, aunque un tanto desconcertada por su comentario.

—Así es, Nueva York. Y parece que tiene mucha más energía de la que esperaba —respondió, con un tono juguetón que hizo que Cole levantara una ceja, claramente interesado.

—Te va a encantar aquí. Es un lugar lleno de sorpresas. —Cole se acercó lentamente, como si estuviera buscando una excusa para seguir hablando. Se presentó de forma informal, mostrando su lado más encantador. —Soy Cole, hermano de Eleonore.

Cheryl le extendió la mano con una sonrisa amable, pero había algo en su mirada que era claramente juguetón.

—Mucho gusto, Cole. He escuchado mucho de ti. —Cheryl siempre había sido buena para manejar esas situaciones, con su simpatía natural y su habilidad para hacer sentir cómodos a los demás.

Pude notar cómo la conversación se tornaba ligeramente más coqueta. Cole, evidentemente, no era ajeno al encanto de Cheryl. Sus bromas se alargaron más de lo necesario, y sus miradas compartidas eran inconfundibles. Howard, que estaba sentado a mi lado en ese momento, parecía ser el único que notaba las sutiles interacciones entre Cheryl y Cole. La mirada que lanzó hacia ellos fue breve, pero suficiente para que yo lo notara. No dijo nada, pero una ligera tensión apareció en el aire.

—Cheryl —dije, interrumpiendo la conversación entre ellos—. Si quieres, puedes quedarte aquí, en mi casa. Me gustaría tenerte cerca, especialmente con todo lo que ha pasado. Cheryl asintió rápidamente,agradecida.

—Gracias, Eleonore. Estoy feliz de estar aquí contigo. Cole, evidentemente encantado con la idea de tenerla cerca, no perdió la oportunidad de añadir:

—Seguro que será mucho más divertido si te quedas con nosotros, ¿verdad? La ciudad puede ser un poco abrumadora, pero prometo que te haré descubrir sus secretos más interesantes.

Cheryl rió con ligereza, pero me di cuenta de que sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y curiosidad.

—Veremos, Cole. Veremos —respondió, con una sonrisa traviesa.

A pesar de la tensión entre Howard y Cole, algo en el aire parecía haberse suavizado. Cheryl estaba de vuelta, y aunque los problemas que me habían atormentado seguían siendo un peso sobre mis hombros, tenerla aquí, en Nueva York, me hacía sentir como si pudiera respirar nuevamente. Sin embargo, no podía ignorar la manera en que Cole estaba actuando, ni el pequeño nudo que sentía al ver cómo se comportaba tan despreocupadamente alrededor de Cheryl.

Tal vez era la forma en que él había respondido a su sonrisa, o cómo sus ojos brillaban con una evidente admiración. Pero mientras observaba la interacción entre ellos, un pensamiento me cruzó la mente. Tal vez, después de todo, las cosas no iban a ser tan fáciles.

La tarde había caído suavemente sobre Nueva York, y el aire frío que comenzaba a filtrarse desde la ventana me hizo desear que la noche llegara pronto. Decidí invitar a Cheryl a la terraza de la casa, el lugar más tranquilo que podía ofrecerle. Había algo en el silencio de la ciudad visto desde allí que me ayudaba a pensar, a despejar la mente.

Nos sentamos en un par de sillas cómodas, rodeadas por las luces cálidas de la terraza, mientras el murmullo distante de la ciudad se desvanecía bajo la calma de la noche. Cheryl se recostó ligeramente en su silla, mirando hacia el horizonte, pero yo podía ver que su mente no estaba tan tranquila como su exterior. No era difícil notar que algo rondaba en su cabeza.

—Tienes algo en mente —comenté, observando cómo jugaba con su copa de vino, los dedos deslizando suavemente por el cristal—. ¿Qué pasa? ¿Es sobre Cole?

Cheryl levantó la mirada, algo sorprendida por mi observación. Sin embargo, no me sorprendió que se diera cuenta. Siempre habíamos sido muy honestas la una con la otra. Después de todo, éramos amigas desde hace años.

—¿Cole? —repitió con una risa nerviosa. Se detuvo por un momento, como si estuviera eligiendo las palabras adecuadas. Luego, se encogió de hombros, resignada—. Bueno, no puedo ocultártelo. Hubo algo entre nosotros cuando estuve en Londres. Un par de veces.

El aire pareció volverse más denso de repente, y me sentí como si la conversación hubiera dado un giro inesperado. No esperaba escuchar esa confesión de Cheryl, sobre todo porque, en cierto modo, me había sentido como una especie de puente entre ella y Cole, dos personas que nunca parecían coincidir de forma directa. Pero ahora todo era más claro.




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