No está en tus planes

35 | Nebolous

17 de marzo de 2024

Eleonore

La tarde caía lentamente sobre la ciudad, y el sol se desvanecía detrás de los rascacielos, dejando un resplandor dorado sobre el horizonte. Me encontraba en mi habitación, sentada junto a la ventana, mirando la vista mientras mi mente seguía dando vueltas a las últimas semanas. Había pasado, por tanto, que no podía evitar sentir que, de alguna forma, estaba atrapada entre las sombras de lo que había vivido y la luz tenue de lo que aún podría ser.

Un suave golpeteo en la puerta interrumpió mis pensamientos. La voz de mi madre, Everleigh, resonó suavemente desde el umbral.
—¿Puedo entrar? —preguntó, su tono sereno y cálido, como si quisiera asegurar que no la incomodara.
Asentí sin decir palabra, y ella abrió la puerta con gracia, sosteniendo en las manos una pequeña bandeja con una taza de té de manzanilla. Era un gesto simple, pero uno que conocía bien, uno que siempre me había ofrecido cuando las cosas se ponían difíciles.

Se acercó a la mesa junto a mi cama y puso la bandeja con cuidado. Luego, se sentó frente a mí, cruzando las piernas con esa elegancia tranquila que la caracterizaba. A pesar de la tranquilidad de su postura, había algo en su mirada que no podía pasar por alto. Siempre tan observadora, siempre tan meticulosa.

—Pensé que te vendría bien un poco de té —dijo mientras me pasaba la taza—. Espero que te ayude a relajarte.

Tomé la taza entre mis manos, sintiendo el calor que me reconfortaba de inmediato. Su presencia tenía ese efecto en mí. Aunque no siempre estábamos de acuerdo, había algo en ella que me daba la sensación de que todo estaría bien, incluso cuando el mundo parecía estar fuera de control.

—Gracias, mamá —dije, llevando la taza a mis labios y dejando que el vapor me envolviera un instante. No sabía qué decirle de inmediato. Había tantas cosas que no había compartido aún, tantas emociones que guardaba, pero en este momento solo quería disfrutar de su compañía, de ese pequeño refugio que me ofrecía. Everleigh no pareció presionarme por hablar. En cambio, observó cómo tomaba el té con calma, y luego, con una leve sonrisa, rompió el silencio.

—He estado pensando en algo... —comenzó, su tono suave pero seguro—. La apertura de mi tienda de perfumes, Nebolous, está cerca, y me encantaría que estuvieras allí.

Levante la mirada, sorprendida, aunque en el fondo, lo esperaba. Mi madre siempre había sido ambiciosa, pero Nebolous era su proyecto más grande hasta ahora, una tienda exclusiva que había soñado durante años. Sabía que, para ella, mi presencia significaría mucho.

—Me encantaría estar allí, mamá —respondí sinceramente, aunque una pequeña punzada de inseguridad se coló en mi pecho. Las últimas semanas habían sido complicadas, y la idea de asistir a un evento tan público, con tantas miradas sobre mí, me generaba algo de ansiedad.

Everleigh parecía percatarse de mi pequeño cambio de actitud, y su mirada se suavizó aún más. La conocía lo suficiente como para saber que había captado mi duda sin necesidad de decir una palabra.

—Entiendo que pueda ser difícil —dijo, poniendo una mano suave sobre la mía—. Pero me gustaría que estuvieras allí, no solo como mi hija, sino también como la mujer fuerte que sé que eres. Nebolous es más que solo un negocio para mí, es un reflejo de todo lo que he construido, y no hay nadie mejor que tú para
compartir ese momento conmigo. Su tono era tan genuino, tan lleno de esa mezcla de cariño y esperanza que solo una madre puede tener. Miré su rostro, tan marcado por el tiempo y la experiencia, pero siempre tan llena de vida. Por un momento, me sentí incapaz de rechazar su petición, aunque mi mente aún estuviera en caos.

—Haré todo lo posible por estar allí —respondí con sinceridad, aunque mi voz estaba cargada de una mezcla de duda y determinación. No sabía si sería capaz de manejar la presión, pero no quería defraudarla.

Everleigh asintió, satisfecha con mi respuesta, pero no parecía dispuesta a presionar más. En lugar de eso, simplemente se quedó allí, a mi lado, en un silencio cómodo que solo se rompió por el suave sonido de la ciudad fuera de la ventana. Tomé un sorbo de mi té, sintiendo cómo el calor me relajaba un poco. Estaba agradecida por su paciencia, por cómo siempre había sabido cuando darme espacio y cuando acercarse sin forzarme.

—Gracias, mamá —le dije finalmente, y esta vez, no fue solo una respuesta a su ofrecimiento, sino una expresión de gratitud genuina. Porque a pesar de todo, ella siempre había estado allí, y eso era algo que no podía dar por sentado.

—Siempre estaré aquí, Eleonore —respondió, su voz baja pero firme, mientras me acariciaba la mano con suavidad—. Siempre. En ese momento, sentí que, tal vez, las cosas podrían empezar a mejorar.

La noche había caído sobre Nueva York, y la ciudad brillaba como un mar de luces doradas, reflejando el lujo y la sofisticación de los edificios que la rodeaban. La inauguración de Nebolous no era solo un evento para mi madre; era una declaración de poder, de ambición y, aunque no lo dijera en voz alta, de un futuro que se tejía con hilos de oro y alianzas estratégicas. Las puertas de la tienda se abrieron, y la multitud elegante comenzó a llenar el lugar, un mar de trajes de alta costura, risas suaves y conversaciones discretas.
Yo me encontraba a su lado, Howard, mi prometido, cuya presencia en todo momento era inconfundible. Llevaba un traje oscuro a medida, la mirada fija, confiada, mientras los flashes de las cámaras iluminaban su rostro con esa intensidad característica de alguien acostumbrado a ser observado.Su brazo estaba entrelazado con el mío, una muestra pública de nuestra unión, y aunque todo en mi interior aún luchaba con la ansiedad y el peso de lo que esto significaba, no podía negar la presencia de su calor, el consuelo de
saber que, a su lado, no tenía por qué enfrentarme a la multitud sola.




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