16 de abril de 2024
Howard
La oficina de Enchanté siempre ha tenido un aire imponente, con sus paredes de mármol blanco y el brillo de los detalles dorados. Pero hoy, algo en el aire se sentía diferente. Eleonore estaba sentada frente a mí, con una actitud decidida, su mirada fija en el proyecto de su nueva marca de maquillaje, que tomaba forma en las hojas dispersas sobre la mesa. Habíamos pasado semanas hablando de esto, de cómo su pasión por la belleza podía transformarse en un verdadero imperio, y hoy estábamos listos para dar el siguiente paso.
Millicent, que había entrado con su actitud siempre irreverente, se había acomodado en un sillón cercano, mirando las hojas y las ideas de Eleonore con cierto desdén. Yo estaba más concentrado en Eleonore que en cualquier otra cosa, pero no pude evitar escuchar cuando Millicent, con su tono despectivo pero sincero, habló.
—Siempre quise verlos juntos —dijo, dejando las palabras en el aire como una especie de sentencia, y aunque su rostro permaneció impasible, pude sentir que algo había cambiado entre ella y la situación. Para Millicent, vernos juntos siempre había sido algo que esperaba, y aunque su actitud usualmente era distante, esta vez había un dejo de aceptación en sus palabras.
Eleonore levantó la mirada, sonriendo levemente a su hermana menor.
—No pensaba que te importara mucho —respondió con suavidad, sin perder su enfoque en el proyecto.
Millicent se encogió de hombros.
—Supongo que no es tan terrible —dijo, casi como si hablara consigo misma. Luego, se recostó en el sillón y miró hacia el techo—. Siempre pensé que harían una pareja perfecta.
Esa última frase, aunque dicha con su tono habitual, me hizo sonreír. Había algo reconfortante en saber que Millicent aceptaba nuestra relación, aunque no lo dijera explícitamente. Eleonore, sin embargo, parecía tan concentrada en la tarea que no me atrevía a interrumpirla más.
—Entonces, ¿qué opinas de este enfoque para el lanzamiento de la línea? —pregunté, señalando uno de los esquemas que Eleonore había propuesto para la campaña. Ella levantó una ceja, analizándolo antes de responder.
—Es un buen punto de partida —dijo, tocando los detalles en la página—. Pero creo que podemos agregar algo más personal, algo que conecte emocionalmente con el público. No quiero que se sienta como cualquier otra marca, quiero que sea una extensión de mí misma.
Millicent frunció el ceño, observando la hoja.
—Ah, claro. Hacerlo todo personal y emocional. Como si alguien fuera a comprar maquillaje por eso —dijo con cierto sarcasmo.
Eleonore levantó la mirada y le dio una sonrisa tranquila.
—No subestimes el poder de una historia, Millicent. La gente compra por lo que se siente, no solo por lo que se ve.
Antes de que la conversación pudiera continuar, la puerta de la oficina se abrió con un golpe suave. En el umbral apareció Cassiopea, la hermana mayor de Howard, con una sonrisa amplia en su rostro.
—¿Y qué tal la fiesta sin mí? —preguntó, caminando hacia nosotros con su característico paso elegante. Luego se detuvo y nos miró a los tres—. Me alegra mucho verlos juntos.
Millicent la miró con una mezcla de diversión y desdén.
—¿Por qué no te sentaste a escuchar de lo que estamos hablando? Es muy interesante —respondió, recargándose aún más en su sillón. Cassiopea se acercó y se apoyó en la mesa, mirando las hojas y los esquemas con una sonrisa.
—No sé si será tan interesante, pero lo que sí sé es que me hace muy feliz verlos juntos. Es tan raro, pero bien. De verdad. —Su tono era juguetón, pero en sus ojos brillaba una sinceridad que no había en su voz al principio.
Eleonore le dedicó una mirada breve, como si ponderara sus palabras, y luego volvió a concentrarse en su proyecto.
—Gracias, Cassiopea —respondió, con su calma habitual, aunque había algo cálido en su mirada hacia la hermana de Howard.
Yo me recosté en la silla, observando a las tres mujeres en la habitación. Millicent, tan sarcástica y directa como siempre; Cassiopea, con su risa franca y su aire de comodidad en cualquier situación; y Eleonore, siempre tan fuerte, pero hoy mostraba una vulnerabilidad que me encantaba, eligiendo arriesgarse por su sueño. En medio de todo eso, sentí que no podía estar más agradecido de estar allí, con ellas, con mi familia, con Eleonore.
—Entonces, ¿qué sigue ahora? —preguntó Cassiopea, mirando a Eleonore.
—Seguiremos con los detalles del marketing y empezaré a contactar con los proveedores —respondió Eleonore sin dudar, su mente claramente trabajando más rápido de lo que podía expresar.
—Bien —dijo Cassiopea, sonriendo—. Estoy deseando ver cómo todo esto cobra vida.
Mientras las conversaciones continuaban, sentí que había un cambio en el aire. No era solo una cuestión de trabajo, sino también de unión, de cómo nuestras vidas, nuestras historias y nuestras familias comenzaban a converger. Y, aunque aún quedaba mucho por hacer, sabía que estábamos en el camino correcto.
La conversación seguía fluyendo en la oficina, cada uno aportando sus ideas y visiones sobre el futuro de la marca de Eleonore. Millicent seguía mostrando una mezcla de desinterés y curiosidad, mientras Cassiopea se mantenía atenta, como si estuviera haciendo un análisis mental de todos los elementos involucrados. Eleonore, como siempre, estaba completamente concentrada, dirigiendo la conversación con una claridad admirable.
En ese momento, la puerta se abrió de nuevo, y esta vez fue Cecilia quien entró. Su porte elegante, siempre impecable, llenó la habitación. Sonrió al vernos a todos reunidos y se acercó al centro de la mesa, mirando los papeles de Eleonore con interés.
—¿Y qué es todo esto? —preguntó con suavidad, pero con una chispa de curiosidad en los ojos.
Howard, que había estado observando a su madre, no dudó en responder. Su voz sonó firme, pero con una cierta determinación.
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Editado: 02.11.2025