No estas sola esta noche

II

Darcy:

El día, había sido ajetreado, activo, ocupado, atosigado, como suelen ser estas fechas, el dia había culminado  proyectando el atardecer atreves de las ventanas del local.

En San Valentín el amor es lo único que se respira, sin embargo, para los establecimientos o locales  este evento significa dinero, las referencias decorativas llama tanto la atención del consumidor que ingresan esperando comprar lo que fuese con tal tener su pareja satisfecha, en conclusión amor no es, la comercialización es el papel principal.

Esto solo estaba comenzando y ya los pedidos corrían en estampida, preparaba los souvenirs agregando lirios, tulipanes, margaritas y sin faltar rosas, sobre todo rosas rojas con sus tallos duros, largos y cubiertos por espinas, me estremecí en solo pensar cortar un ramillete más, atareada solté sin querer uno de los jarrones alarmando a varias personas. Jamás pense estar tan estropeada y frustrada como ahora.

La luna estaba en su punto más alto rodeado de nubes relampagueantes cuando despachaba los últimos clientes, Nora, la propietaria del establecimiento, estaba cerrando la floristería, mientras aseaba el lodo impregnado en la loza blanca, el clima húmedo había generado el rocío y por consecuente las calles estaban caladas por ese característico color marrón.

Recién acabada la faena me digno a recoger mis cosas, ya era hora de irme pero soy interrumpida, ya que Nora me silva desde el otro lado del local, pues se había percatado cuando cerraba dicho negocio quedaba alguien sentado de espaldas en unos taburetes de la meseta, inmediatamente me llamo la atención y seguí el curso de los orbitales de mi jefa.

Nora se inclina discretamente en mi oído y dura un tiempo en pensar las palabras correctas para expresar su miedo.

— ¿Habías visto ese hombre antes? — murmura, sin apartar la mirada del sujeto. Para ser una mujer tan osada, sus palabras me parecieron muy pavorosas, la miro indiferente —. Lo sacas tú o llamo a la policía— me quede callada sin saber que decir — ¿Acaso tú tienes un mejor plan?

Asiento y digo con recelo — Yo hablo con él.

Me acerco con cierta intranquilidad calando mi cuerpo, lo miro con desconfianza y parece ser que se ha percatado de mi presencia ya que endereza su postura, en mi olfato se impregna  un fuerte olor mezclado, basura y sudor, instintivamente tapo mis fosas nasales fijándome en su tétrica apariencia, lo que me causa mayor inquietud.

Estaba por tocar su hombro cuando se voltea, me mira fijamente a los ojos y habla en voz tan baja que me es difícil identificar.

— Darcy — dice en un susurro, mirando fijamente la identificación de mi t-shirt.

Intento hablar para aclarar mi incomodidad, pero el miedo se hace cargo de mis sentidos, él señala la parte distintiva de mi t-shirt donde se encuentra mi nombre escrito y carcajea sin un tono de gracia, mientras por instinto doy un paso atrás envuelta en terror.

Aclaro la garganta en un intento de amenazarle —. Le pido que se r-retire, por favor, el local está c-cerrado — balbuceo sintiendo como se corrompe mi voz.

El muchacho se pone de pie y da un paso hacia mí, que por instinto y sospecha retrocedo también. La postura torcida que adapta al ponerse de pie y la mueca que hace con su boca, son signos de dolor, inspecciono con la mirada su cuerpo y lo recorro hasta ver su rodilla sangrando, me doy cuenta inmediatamente que está herido.

Lo examino a una distancia prudente, pensando en si ayudarle o llamar a la policía, como había dicho Nora, pero a juzgar como se encontraba me parecía difícil en pensar la respuesta. Su pelo se encontraba enmarañado, su ropa parecía sacada de un hospital barato y tenía pequeños raspones en sus brazos, sin contar el hematoma en su mejilla, no quería siquiera pensar en cual pelea callejera se podría haber metido ese tipo.

— ¿Puedo ayudarle en algo? — interrumpe Nora dirigiéndose al individuo, había olvidado que seguía aquí.

— Todo está bajo control — musito. Noto como el hombre toma asiento otra vez, sin embargo, Nora sigue a la defensiva —, confía en mí, está bien.

Asiente precaria. Baja la defensa y saca de su bolsillo trasero una navaja. Desvío la vista al sujeto que parece poco importarle.

— Necesito que me diga su nombre para poder ayudarlo, señor — llamo su atención. Sus orbes negros me miraban sin una pizca de brillo, era como si estuviera hablando con un muerto. A pesar de que una parte de mi cabeza indica peligro cuando estoy al lado de él, mi humilde caridad me pide que le ayude, en este momento me parece lejana la respuesta, pero sigo mi instinto.

Piensa en una respuesta, como si fuese una pregunta poco habitual —. Yo eh mi-mi… uh Tomás — la miro incrédula.



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En el texto hay: psiquiatra, chicomalo, mentiras y venganza

Editado: 23.08.2018

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