Darcy:
Media hora antes del encuentro
Llegamos a la casa, George estaciona su moto esperando que entre a mi casa, me despido con las manos e ingreso a esta, automáticamente encuentro a mi padre sentado en el sofá leyendo unos papeles.
— ¡Ya llegué! — anuncio mientras me despojaba de mi chaqueta.
— Los escuche desde afuera, ahora retírate que estoy ocupado— me reprocha sin quitar la mirada de su asunto. Suspiro y encamino hacia las escaleras.
— ¡Ven aquí, muchacho!—habla de repente mi padre. Me volteo curiosa y lo miro -, hablo con George — dijo señalando detrás de mí, me giro hacia donde apuntaba y me encuentro con George acabando de entrar a casa, como si esperara que lo llamaran —. Siéntate aquí chico, ayúdame en esto por favor.
Ruedo los ojos y subo las escaleras. La verdad no quería estar en el mismo lugar que ellos y mucho menos me gustaría respirar el mismo aire. No recordaba ni una sola vez que mi padre no me reprochara por todo, a excepción de cuando me necesitaba, ni siquiera recuerdo una conversación de padre e hija en todo lo que llevo de vida. A veces me pongo a pensar en mis noches de soledad que Peter no es mi padre, incluso he llegado a especular que tal vez era adoptada, algo que justificara su forma de ser conmigo. Pero por más que lo delibero, tal vez solo es así porque es de esa forma y no me ha quedado más remedio que aceptarlo. En cambio yo, solo me siento cada vez más sola a medida que desperdicio el tiempo a su lado.
Mi madre murió cuando nací en el parto de una rara enfermedad. Después de eso mi padre, quedó afectado pues se tornó friolento y poco amable. Se refugiaba en el alcohol y drogas, me despreciaba, aunque no lo dijera, sus ojos siempre lo decían. De pequeña nunca recibí ese amor de padre que siempre esperé de su parte. En la adolescencia realizaba una rutina monótona; iba al colegio, luego cuando llegaba hacia mis deberes y después me acostaba.
Cuando adquirí la mayoría de edad, mi padre me obligó a abandonar los estudios en la universidad y me orientó a trabajar para cubrir los gastos de la casa.
Cuando intenté preguntarle la primera vez por qué dejó su trabajo, fue en ese momento donde empecé a temerle un poco. Su mano se estrelló contra mi cara, proporcionándome una buena cachetada por entrometerme en sus asuntos, dejándome pasmada ante su golpe. A partir de ese acto me pegaba cada vez que me oponía a lo que decía, cuando hacía algo mal o cuando lo contradecía. Incluso en las noches lloraba sin motivo alguno, recordando cómo me trataba cuando me encontraba en mi pequeña burbuja de sentimientos y soledad.
Entré a mi habitación y dejé a un lado mi bolso. En el baño detengo en el espejo, observo una mujer diferente, corrompida, con el maquillaje corrido, el pelo enmarañado, la ropa mojada. Me despojo de mi atuendo y me introduje en la ducha dejando que el agua se llevara todos los acontecimientos de mi vida.
Luego de una larga ducha, salí de allí y me puse mi pijama favorito. Baje las escaleras y vi que mi padre y George aún seguían hablando. << ¿Que tanto tenían que decirse esos dos?>>. Me dirigí a la cocina y abrí los gabinetes, no había mucho así que me decidí por hacer macarrones con queso. Eso me recordaba que debía hacer las compras lo más pronto posible.
Después de un rato nos sentamos todos en la mesa, era extraño porque mi papa nunca estaba en casa y no acostumbrábamos a cenar juntos. Mientras comíamos nadie decía nada, hasta que mi padre rompió el silencio.
— Darcy — llamo mi atención — tenemos que hablar de algo.
— ¿De qué quieres hablar papa? — lo mire curiosa, mientras seguía comiendo.
— De tu relación con George —soltó de repente — creo que es tiempo de que lleven su relación a algo más.
Trague duro ante su comentario y fruncí el ceño confundida.
— ¿Qué?— dije sorprendida y mire a George. Se encontraba de lo más sereno, como si ya lo hubiese sabido hace tiempo.
— Dije que creo que ya es hora de que se casen, formen una familia y demás — me volvió a repetir pero ahora su rostro se tornó un poco molesto.
— Pero nunca dije que me casaría con el papa — le reproche un poco histérica.
— Sí, ya sé que nunca lo mencionaste, pero esto es un matrimonio arreglado y además debes obedecer lo que digo.
—Pero papá…
— Nada de peros, sabes que todo lo que hago es por tu bien — me interrumpió.