No estas sola esta noche

IV

Darcy:

El día es más fresco y húmedo que de costumbre, el moho se puede ver salir de los contenes, por irónico que suene, es un lunes agradable, como si el clima de Londres se posara sobre el poblado de Evansville, me dirijo al trabajo a paso lento, había decidido madrugar, le doy un sorbo a mi expreso caliente pensando en los extraños sucesos del sábado, la aparición de ese chico fue inquietante de alguna manera, sus ojos marrones penetrantes mi piel como los rayos del sol y calaban como el frio de la noche.

En pocos minutos me encontraba frente a la floristería Aroma Del Carmen que aún permanecía cerrada, miro de reojo a mis espaldas sintiendo una extraña presencia, sin embargo hago caso omiso, froto mis manos para controlar el frio punzante a la par que busco la llave en mi cartera.

Abro las puertas sintiendo la familiar fragancia impregnar mi nariz, respiro hondo y sonrío al vacío, retiro las sabanas sobre el mostrador, enciendo la máquina expendedora, remojo las flores, bajo los taburetes de las mesas y por consecuente subo las cortinas del local, antes de levantar la persiana que conecta a la calle siento una conocida presencia y por impulso me detengo en seco, por alguna razón ya la había sentido antes, intrigada abro el cortinaje llevándome una sorpresa que sin previo aviso me hace chillar, tapo mi boca con las manos mientras miro sorprendida la figura ante mí, pellizco mi brazo tratando de caer en la realidad.

Thomas estaba frente a mis narices, haciendo una ridícula morisqueta con su boca, incluso después de todo lo que pasamos se atreve a plantar su característica sonrisa ladeada. El cristal es su único obstáculo, toma asiento en un banco de la cera sin despegar sus ojos en mí.

— Hola, dulce Darcy — dijo sin contener una pequeña risita.

— ¿Q-qué haces aquí? — hablo con un leve nerviosismo en mi voz.

— Pensé que te alegrarías de verme, me salvaste la vida, tonta — responde con obviedad —, solo quise pasar a saludarte — agrega.

Sin palabras giro sobre mis talones tratando de buscar mi teléfono celular, no obstante, el chirrido de la puerta anuncia la llegada de alguien, espantada vuelco mis ojos a esa dirección, afortunadamente se trataba de Nora quien me miraba con el ceño fruncido, sonrío incrédula tratando de sosegarle.

— ¿Te encuentras bien, Darcy? Te vez más pálida de lo común — comenta.

— Hm por supuesto, lista para trabajar — me forcé a decir.

En la jornada del día me sentía tensa, Thomas no hacía nada más que mirarme, sin disimularlo como si disfrutara el hecho de intimidarme, mi jefa no parecía notarlo, se esforzaba tanto en cumplir con su deber que se transportaba a otro mundo.

A la hora del almuerzo cerramos, tomamos unas deliciosas malteadas, la pase realmente bien a su lado, por un momento había olvidado el tormento, pero al volver en la tarde se encontraba en la misma posición a excepción que traía un periódico consigo, luego de contarle a Nora mi martirio se empeñó en que llamemos a la policía, como suelo hacer, la convencí de que no era la mejor opción ya que más tarde él se cansaría y se iría.

No sabía del porque mi flexibilidad hacia una persona que desconozco y me acosa, tal vez, de alguna manera se congenió a causa de mi servicio o por simple coincidencia poseía un parentesco con algún familiar, aquellas locas ideas habían caído en esas conclusiones.

El martes fue semejante, volvió a aparecer en el mismo asiento que el día anterior a diferencia que llevaba puesto un abrigo color beige, había llegado un tarde con un ojo morado y más consumido de lo normal, llevaba la misma ropa que el día anterior, su mirada se encontraba perdida en el interior de la tienda, ni siquiera se percató de mi presencia pero el hecho de tenerlo en el mismo sitio que antes incentivó a que mi jefa llena de cólera llamara a la policía, sin mi consentimiento, pero no lo arrestaron, ya que escapó corriendo antes de que llegaran, el alguacil había llegado un poco confundido y optó por quedarse con nosotras lo que restaba del día.

Thomas no dio señales de vida desde ese entonces.

Era miércoles cuando enfermé, los cambios de temperatura habían provocado que me resfriara, estaba retrasada para el trabajo, pues me había quedado dormida y no pude escuchar el despertador por los efectos de la medicina. Me aliste lo más rápido que pude, me quedé parada un buen rato en la estación de autobuses pero el trafico parecía intensificarse cada minuto, sin más, salí corriendo a la floristería.

Al llegar mis ojos se desplazan al banco de forma automática, donde esperaba encontrármelo, sin embargo, no había nada, me sentí aliviada al no verlo allí. Entré al local y vi a Nora muy atareada atendiendo a una prominente cantidad de clientes. Me acerque rápidamente a ella.



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En el texto hay: psiquiatra, chicomalo, mentiras y venganza

Editado: 23.08.2018

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