Aquel día se cumplieron los dos años desde aquello, el día que salí del hospital y mi vida cambió por completo.
No pude dejar a Sam, simplemente no tuve el valor, quizá era un cobarde, pero sabía que ella necesitaba mi apoyo y no podía abandonarla en esos momentos.
Las cosas en la librería funcionaron de maravilla, e Ian siempre traía muchos libros, no teníamos idea de dónde los sacaba o porque los compraba si a él no le gustaba leer.
Siempre ponía su parte de dinero, aunque Naím y yo nos cuestionábamos de donde es que lo obtenía si ni siquiera trabajaba. No queríamos que se metiera en cosas ilícitas así que Naím lo encaró.
— Me sorprende que sean tan inteligentes en unas cosas y tan idiotas en otras. El dinero es de lo que nuestra madre nos dejó, par de idiotas.
Ninguno de los dos sabía la existencia de ese dinero, y ahora que lo pensaba realmente entonces no había contribuido en nada, simplemente nos había robado nuestra parte haciéndose en inocente y bondadoso. Como fuera, eso ya no importaba.
No olvidemos que la librería siempre fue conocida por conseguir libros sumamente raros, libros que quizá no se habían publicado, pero el autor nos lo mandaba. Siempre me pregunté como Norbert conseguía aquello, y ahora el que se encargaba era Naím.
Un día, Sam, me pidió el ultimo libro de una trilogía, en su momento recurrí a mi hermano y en menos de dos días me lo entregó. Lo abrí, lo sostuve en mis manos un momento, lo vi y a mi mente vino la imagen de una chica viendo por encima del mostrador y segundos después lanzándome café a la cara.
Cerré los ojos tratando de recordar más…pero no había nada más.
— Hey, inútil, ve por un café y unos panecillosla voz de Naím me hizo regresar en sí—. Que vaya Sam contigo.
Ella me sonrió y nos dirigimos caminando hacia la cafetería. No era el mandadero de nadie, yo era Laín, yo mandaba no al revés.
Al llegar Sam hizo la orden y nos sentamos a esperar.
Pasaron unos minutos, Sam se acercó a darme un beso en los labios. Noté la mirada de alguien fija en nosotros.
Cuando ella fue por el pedido, mi mirada se topó con una chica, una chica muy parecida a Sam. Le sonreí amablemente, ella simplemente agarró su café y salió de ahí. Estaba perdiendo mi habilidad de hacer que todo el mundo me amara.
Salimos del lugar directo de nuevo a la librería, le entregué lo que pidió a Naím mientras Sam volvía a su puesto y yo acomodaba unos libros.
No sé cuánto tiempo pasó cuando un cliente entró, de lejos pude visualizarla...su cabello, su estatura, su piel, sus manos... Era la chica de la cafetería,
Miró a Sam y después de dirigió rápidamente a uno de los pasillos, la seguí con la mirada, estaba entretenida buscando un libro, lo encontró, pero no lo alcanzaba. Me acerqué y lo tomé para pasárselo, su mano rozó con la mía.
La retiró inmediatamente y se giró para verme, se lo di y le dije.
— Pensé que te vendría bien un poco de ayuda.
Ella me miraba con tristeza, noté que quería hablar, pero creo que las palabras no le salían.
— Es un buen libro, es de los últimos ejemplares que nos quedan. Ojalá lo disfrutes—dije con amabilidad.
Sin decir nada se dio la vuelta y se dirigió a pagar, me acerqué junto con ella para darle un separador.
Sam le entró el cambio y el libro.
Entonces ella se paró frente a mí, me sonrió…
Su sonrisa… mi corazón empezó a latir con velocidad.
— Gracias — me dijo, una simple palabra bastó, escuchar un instante su voz era todo lo que necesitaba—Gracias— repitió y en un susurro dijo mi nombre.
En ese preciso instante sucedió. Las emociones recorrieron mi cuerpo, mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho, la felicidad me abrumó, pero no podía demostrarlo…no frente a Sam.
Sin pensarlo llegó todo a mi mente de golpe.
Se dirigió hacia la puerta y entonces hablé.
— De nada Sofí. con la esperanza de que me escuchara, que ella supiera que sabía quién era, pero no lo hizo pues salió de la librería como si nada.
Sam me sonrió.
— Creo que esa chica es muy parecida a mi…— dijo eso y continuó en lo suyo como si nada. Quería correr tras de ella, sé que debía hacerlo, esperé unos minutos, tenía la intención de salir, pero Sam me detuvo—. Amor, no puedes dejar la librería antes de las seis.
¡Maldita sea!
Fui rápidamente a buscar a Naím, este se encontraba comiendo su panecillo, debía contarle. Lo tomé del brazo provocando que se le cayera, se quejó mientras lo llevaba a una de las salas de lectura, al llegar jalándolo de la playera le grité.
— ¡Sé quién es ella!
— ¿De qué hablas? me miró confundido.
— Recuerdo a Sofí, recuerdo absolutamente todo.
Naím sonrió.
— Dos años después, pero al menos es algo.
— Recuerdo a mi pequeña.
Naím me palmeó el brazo.
— ¡Asombroso, ve por ella!
No me percaté de que Ian había entrado y lo único que salió de su boca fue.
— Joder, no puede ser.
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Editado: 23.02.2022