Estaba escéptica ante aquellas palabras, llegar al extremo de querer mantenerme vigilada ¡Que enferma estaba! Quizá se creía que tenía el control total, pero pondría un alto a todo aquello.
— ¡Fuera de aquí! —dije con molestia— Si creen que harán con mi vida lo que les plazca están muy equivocados.
— Es que no tienes opción, niña—dijo levantándose y sonriéndome—. En cinco minutos quiero que bajes—terminó saliendo de la habitación.
La habitación quedó en silencio unos minutos.
— Esto es tan injusto—me dirigía a Carolina quejándome, pero ella no podía hacer nada.
— Lo sé, tristemente la que manda es ella. No tienes opciones Sofí—dijo encogiéndose de hombros.
Bufé. Tomé el uniforme y me lo puse, un pantalón horrible de cuadros con un chaleco y una blusa blanca abajo. Anhelaba tener mi vida de vuelta. Ya había aprendido la lección ¿Por qué mis padres no entendían eso?
Salimos al patio y Eros me encontró en el camino, comenzamos a caminar a una de las aulas cuando escuché una especie de silbido, me detuve mirando alrededor, pero no había nadie.
Al llegar al aula todas miraron a Eros, con su presencia se sentían incomodas y no de buena manera.
En medio de una clase una de las chicas se acercó con cautela a mí.
— Una vez pude deshacerme de él, cuando acaben las clases búscame en el baño. Te diré como.
Eros se percató de nuestra pequeña conversación y nos miró con des confianza. El resto del tiempo pasó con normalidad, excepto los momentos en que Eros me miraba fijamente, tratando de intimidarme.
Cuando las clases finalizaron tal como me había dicho la chica me dirijo al sanitario, pero Eros me tomó del brazo jalándome.
— ¿A dónde crees que vas? —preguntó en tono golpeado.
— Creo que es obvio—respondí soltándome de su agarre.
— Puedes ir en tu habitación, tengo orden de que solo puedes ir a clases, al comedor y a tu cuarto.
— Eros, no me aguanto—respondí ignorándolo y caminando hacia allá.
Cuando entre vi que tenía la intención de hacerlo también.
— Alto—dije poniendo la mano en su pecho deteniéndolo— ¿Piensas entrar a limpiarme o qué onda?
Sostuve la mirada con firmeza, vi como hizo una mueca y se giró esperando afuera.
Empecé a buscar en los cubículos del sanitario, pero todos estaban vacíos excepto uno. Toqué, pero nadie respondía. Intenté hacer tiempo lavándome las manos esperando que la chica apareciera antes de que empezara a sospechar.
— ¿Ahora te pusieron guardaespaldas, pequeña? —preguntó Laín saliendo del cubículo.
— ¿Qué haces aquí? Es un baño de chicas, espero nadie te haya visto.
— Leía unas revistas, llevó un buen rato aquí, aprendí hacer trenzas francesas para cuando quieras que te peine.
— Hablo en serio, Laín.
— Tranquila, nadie se ha percatado de mi presencia. Soy como un ninja.
Primero era Batman, luego usaba la capa de invisibilidad, ahora era un ninja. Sí que estaba loco.
— Como sea, vine por ti. Es momento de salir de aquí.
— Por Dios, no podemos irnos, bien sabes que alguien me está esperando afuera.
— ¿Eros? El no es un problema para mí, nos podemos deshacer de él—dijo sonriéndome—. Lo único que debes hacer es seguirme.
En este punto ya no me asombraba ni me molestaba en preguntarle como sabia sobre Eros.
Vi cómo se dirigía a una de las ventanas que había en los sanitarios.
— Tienes que estar bromeando, no saldré por ahí.
— ¿No te sacrificaras por al menos estar fuera un rato?
Sí. Realmente quería hacerlo, no me importaba que fuera con Laín o sin él. Pero lamentablemente ya tenía suficientes problemas para agregar otro más a mi lista.
Cerré los puños y me acerqué a el para no alzar la voz.
— Si Laura se llega a enterar y sé que lo hará, le contará a mi madre y entonces me dejará aquí por más tiempo del acordado.
— Entiendo tu punto, pequeña. Pero sé que posiblemente tengas miedo, pero tienes que aprender algo de Laura, por mas que ella ladre mucho nunca va a morder. Además, es más divertido si hacemos algo prohibido ¿No crees? —dijo guiñándome el ojo.
— Eres una mala influencia para mí—dije siguiéndolo.
— Puede ser, pero eso es lo que te gusta de mí.
Sin problemas salimos de los sanitarios, Laín me guio a una parte llena de arbustos alejándonos los suficiente de Eros, al menos eso era punto para Laín por lograr deshacerse de él.
Llegamos a la parte final, había una barda, realmente no estaba tan alta, pero para alguien de mi estatura era como una montaña.
— Sofí, tú irás primero.
— ¿Yo por qué?
— Las damas van primero—dijo haciendo una reverencia—. Además de que tengo que ayudarte a subir, porque bueno...ya sabes.
— Ya sé Laín, soy un hobbit—mi estatura jamás me acomplejo, y que Laín hiciera esos comentarios no me afectaban en lo absoluto.
Tomé aire y me apoyé de él. Parecía tan siempre, pero realmente era más difícil de lo que esperaba. Me sostuve con fuerza y salté sin problema hacia el otro lado.
— Laín, lo conseguí—dije respirando con dificultad esperando que pudiera oírme.
— Eso es bueno, pero creo que tenemos un inconveniente.
— ¿De qué hablas?
Miré hacia arriba y logré ver unos pantalones colgando. ¡Oh por Dios! ¿Cómo había sucedido eso? Aunque las calles estaban solas me intenté cubrir con ambas manos.
— Solucionaremos esto, solo espera un minuto.
— No puedo esperar, no sé si notas ¡Estoy en calzones!
— No lo noto, por eso trato de darme prisa para poder verlo.
— Eres un pervertido—dije molesta.
Laín llegó hasta mí, me miró de arriba abajo y negó.
— Tienes lindas piernas, pero no pensé que usaras calzones de superhéroes. ¿Ese es...Thor? —dijo ladeando un poco la cabeza.
Le di un golpe en el brazo.
— ¿Cómo es que se rompió el pantalón? — pregunté confundida.