No fue otra noche loca

Capítulo Dieciocho

Quizá todas tenemos una lista de momentos vergonzosos, momentos sumamente incomodos, momentos decepcionantes o momentos felices (aunque esta ultima no sea del todo larga). Yo tenía una lista de cada una, y bueno, ahora tenía que añadir ese momento.

Tras escuchar aquello el de la pizza evito reírse, claro, debió pensar ¿Quién estaría tan idiota de hacer aquello?

Eduardo solo me miraba esperando confirmación, Laín no se acercaba aún con el dinero y hacia que aquel momento se volviera peor cada segundo.

— ¿Entonces es verdad? —preguntó.

El repartidor me miró sin descaro alguno esperando también la respuesta.

— Por supuesto que no—respondí—¿Me crees tan idiota de hacer eso?

Sí, era una estúpida, pero el no tenía porque saberlo.

Eduardo cerró los ojos y repitió.

— ¿Puedes enseñarme? Tu me amabas demasiado, perdón, pero si creo que fuiste idiota como para hacer algo así.

Tanto el repartidor como yo lo miramos levantando las cejas.

El repartidos negó mientras yo respondía con asombro.

— ¿Estas...pidiendo ver mis pompis después de llamarme idiota?

— Mira, sé que no es lo correcto, pero realmente me gustaría confirmar que lo que dicen es verdad.

Laín se situó a mi lado, no noté en qué momento se acercó.

— ¿Por qué no ves el trasero de tu novia mejor? Ah perdón, cierto que la pobre no tiene.

Le di un codazo a Laín mientras Eduardo se ponía serio.

— ¿Qué hace el aquí? —preguntó.

— Nada de lo que está pasando aquí te interesa—respondió Laín entregándole el dinero al de la pizza, este se la entrego y se quedó quieto mirándonos a los tres—¿Falta algo? —preguntó Laín.

— No, nada.

— Entonces ya te puedes ir.

Empezó a retirarse en pasos demasiado lentos al parecer quería quedarse para saber como terminaba todo ese asunto.

Eduardo se acercó a mí y me tomó la mano, inmediatamente la retiré y Laín se interpuso entre ambos.

— Que crees que estas haciendo cara de papa, aléjate de Sofí—dijo Laín colocando una mano en el pecho de este haciendo que se retirara.

— Si tienes un tatuaje con mi nombre significa que te lo hiciste porque me amabas mucho. Quizá aun me amas...

Reí a carcajada limpia.

— Ay por dios, cosita ¿Crees que aún te amo? Después de todo, por ti no tengo sentimiento alguno, no vales la pena como novio, no vales la pena como hombre y sabes que, tampoco vale la pena que gaste mi tiempo contigo.

Agarré la pizza e ignorándolo por completo entré de nuevo a la casa con Laín a mis espaldas.

— Sofí, háblame con la verdad ¡tengo una fotografía!

Frené, dejé la pizza en la mesita de entrada y volteé a verlo.

— Semanas después de que Laín y tú se marcharon Lis y yo recibimos un mensaje de un numero desconocido donde nos mandaban una foto y un texto diciendo que te habías tatuado mi nombre, que esa era la razón por las que tus padres te mandaban a un lugar lejos.

Antes de que pudiera proseguir Laín habló.

— No tengo porque darte explicaciones, pero esto hay que dejarlo en claro. Mi exnovia loca se la pasó difamándonos tanto a Sofí como a mí, así que lo mas seguro es que ella se los envió, pero si en esa foto en el glúteo derecho no hay un pequeño lunar rojo cuatro dedos debajo de la cadera...quiere decir que no es el hermoso trasero de Sofí.

Eduardo entrecerró los ojos sacando su celular y revisando la fotografía, efectivamente no estaba el lunar que Laín mencionaba, sin embargo, ambos sabíamos que ese si era mi trasero.

— Sí, tienen razón. Lo lamento—dijo dirigiéndose a mí—. Ya no los molesto más hasta luego—se dio la vuelta marchándose del lugar.

Una vez que se subió a su auto y se alejó vimos como el de la pizza salía de uno de los arbustos y me sonreía.

— Que inteligente eres al no hacer eso, yo me tatué la cara de mi novia y a los dos días me dejó.

Confundidos vimos como se subía a su moto y se iba.

— Eso fue extraño, de igual manera tenemos que borrar eso de tus bellas pompis, pequeña.

— Lo sé, Laín, lo sé.

Entramos a la casa, fui a la cocina por dos platos y serví la pizza, traje dos latas de refresco y le di una a Laín. Comimos en la sala mientras veíamos la película de <<Zombieland>> para ser sincera no me estaba gustando en lo absoluto, pero Laín dijo que era una de sus películas favoritas y era la mejor película de zombies que había. A mitad de la película volvió a la cocina pues le había quedado hambre y minutos después de acabarnos un bote de helado nos quedamos profundamente dormidos.

El timbre comenzó a sonar con insistencia, nos levantamos azorados e intercambiamos una mirada, me levanté rápidamente del sillón y fui abrir la puerta.

Afuera se encontraba una señora alta, de complexión delgada, cabello café claro y ojos color miel...iguales a los de Laín.

— ¿La puedo ayudar en algo? —pregunté.

— Buenas noches, disculpa. ¿Aquí se encuentra Laín?

— Sí...

— ¿Qué sucede? —preguntó acercándose—¿Mamá, que haces aquí?

Los ojos de la señora se llenaron de lágrimas.

— ¿Qué sucede? —repitió.

— Tu abuelo...

Miré a Laín y hasta a mi me dolió en el alma las palabras que salieron de la boca de su madre.

— Norbert ha fallecido. 

 



#219 en Joven Adulto
#1345 en Otros
#404 en Humor

En el texto hay: romance, romance drama humor

Editado: 28.01.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.