En cualquier momento mi corazón se saldría de mi pecho, el dolor que sentía era algo realmente inimaginable, me negaba por completo a creer aquello.
La forma en que miraba el padre de Laín era fría, una mirada penetrante. Pareciese como si fuera él quien deseara que Laín no despertara.
— Usted está mintiendo. — las palabras que salían de mi boca eran inauditas—. Usted miente— repetí.
Al ver en el estado en el que me encontraba mi madre se acercó a mí, colocó su mano en mi hombro y lo apretó.
— Lo que él dice es solo una posibilidad, Sofí, no hay que descartar que quizá mañana, quizá en unos días a lo mejor ya despierte hija. — dijo tratando de alentarme.
— Pues yo lo veo poco probable. — habló el padre nuevamente.
Los ojos se me llenaron de lágrimas mientras mi madre molesta se dirigía hacia él.
— Señor, yo entiendo por lo que está pasando, o quizá no lo entienda, sé que es un momento muy difícil para usted, pero debo decirle que hay que tener tacto y prudencia para decir las cosas y ve que a usted le faltan ambas. — me tomó de los hombros y me pegó con ella. — Vamos Sofí, creo que lo mejor es que nos vayamos.
Me alejé de ella y negué.
— Qué te pasa madre, no me puedo ir, la vida de Laín corre peligro— guardé silencio un momento, meditando si era una buena idea decir aquello—. Mi vida corre peligro.
— ¿Tu vida corre peligro? ¿De que estas hablando? — preguntó confundida.
Si Laín no despertaba el culpable sería Eros, y antes de que tratara de hacer otro movimiento le tenía que contar todo a mi madre, era un peso con el que no podía cargar.
Tomé aire, conté hasta diez y hablé.
— El incendio, el choque…por lo que se fueron accidentes provocados.
— ¿De qué demonios estás hablando? — preguntó el señor entrecerrando los ojos— Sigue hablando— ordenó.
No tenía la menor idea de cómo empezar a explicar todo. Intenté acomodar las palabras correctas y entonces empecé a contar, ignorándolo a él me dirigí con mi madre.
— Cuando me mandaste con la tía Laura había un chico…un chico llamado Eros…
Diez segundos, solo diez segundos bastaron. Antes de que pudiera seguir hablando una enferma se acercó corriendo con el padre de Laín.
— Señor, lo lamento…
La piel se erizo, un frío me recorrió.
— Su esposa ha fallecido.
Él se quedó ido un momento procesando aquello.
El celular me vibró, lo saqué y leí el mensaje.
<< ¿Te conté alguna vez que mi hermano es practicante de enfermería?… Acabas de causar una muerte innecesaria, sigue abriendo la boca y me aseguraré de mandar al idiota ahora si al infierno>>
No sabía que hacer, estaba desesperada, me sentía impotente. Esto no pasaba en la vida real, esto no debía estarme sucediendo.
Otro mensaje me entró y me di cuenta de que era de Caro.
<<Lamento mucho lo que está ocurriendo, tú mamá me mandó mensaje, estoy aquí para ti. >>
No sabía en qué momento mi madre le había mandado mensaje, pero agradecía que Caro se preocupara por mí, lamentablemente ese no era el momento para responder.
— Así que un tal Eros es el que ocasiono todo esto ¿no? — habló el padre de Laín. Su serenidad me daba escalofríos.
Miré a mi madre, lo miré a él, esperaban que continuara diciéndoles.
Otro mensaje me llegó, vi la pantalla del celular con miedo, pero para mi suerte era Caro.
<< Sofí…estoy afuera, por favor sal por mi>>
— Yo…ya regreso.
Los dejé a ambos confundidos y salí rápidamente.
Me dirigí al estacionamiento, empecé a buscarla, cuando vi que Caro se bajó del auto aceleré el paso para acercarme a ella, cuando estuve a una distancia prudente esta articulo un <<Lo siento>>
Vi la puerta trasera abrirse y de ahí lo vi bajar me miraba fijamente.
— Al fin nos encontramos de nuevo— dijo Eros sonriendo con malicia.