No fue por dinero

Capítulo 5

—Admito que me sorprende que te hayas acercado a él tan pronto —comentó Héctor, aún dentro del coche.

—No ha resultado difícil —admití—. Tú tenías razón: es más sencillo acercarse a Gonzalo que a Izan. De hecho, a Izan no le he gustado, y no le gusta que esté con su hermanastro.

Me resultaba prácticamente imposible no pensar en la noche que había estado con él estando tan cerca. Tenía que concentrarme en la operación, en darle los detalles que recordaba, porque dado que él se preocuparía por mí, era justo que lo supiese todo. Pero era demasiado complicado.

Tuve que apartar la vista para que no supiese en qué estaba pensando.

—Comprensible. Desconfía de todo aquel a quien no conoce.

—No parece desconfiar tanto de sus putas, ¿verdad? —solté sin poder contenerme.

Se rodeaba de mujeres que estaban con él y sus acompañantes por dinero y, sin embargo, desconfiaba de mí, una chica con la que su hermanastro había sido amable y había invitado a sentarse en su mesa.

—Los Beltrán son... un tanto autoritarios, según creo —admitió Héctor—. Quieren que todo salga tal y como ellos quieren.

—Pues yo también quiero que todo salga tal y como yo creo y, para su desgracia, es lo que va a ocurrir.

—No te enfrentes directamente a Izan, Lara... y menos aún a su hermana.

—Demasiado tarde —comenté—. Ya lo he hecho.

Él se mostró contrariado, pero no dijo nada. Simplemente escuchó mientras yo le contaba cómo había sido mi discusión con Izan. Tal vez hubiese sido demasiado impulsiva al enfrentarme de aquella manera a un Beltrán, pero no me arrepentía y, además, a Gonzalo le había gustado, y era lo más importante.

—Ten cuidado —me pidió Héctor—. No quiero llegar un día y darme cuenta de que Izan ha explotado y te ha...

—Y me ha matado —completé en su lugar.

—Exacto.

—No ocurrirá. Confía en mí.

No parecía ser capaz de hacerlo, pero era algo natural. Lidiar con la familia Beltrán era complicado, pero yo estaba preparada para hacerlo, y sabía reconocer el límite de las personas.

—Supongo que no has oído mencionar a Dani —comentó, esperanzado.

—No. ¿Quién es?

Aquella mañana no había obtenido una respuesta, pero no estaba dispuesta a obtener el mismo resultado en aquella ocasión. Sentía que era una pieza importante de la investigación, y yo quería saberlo todo.

—Dicen que puede ser la persona que herede todos los negocios de los Beltrán.

No pude evitar sorprenderme al escuchar aquello. Siempre había pensado que, aunque no estuviese confirmado, serían los mellizos quienes heredarían los negocios, dado que eran quienes más implicados estaban en ellos. De hecho, todos lo esperábamos.

—Solamente un Beltrán puede heredar los negocios de la familia Beltrán —dije, despacio—. ¿Quién es Dani?

—No se sabe nada —respondió—. No se han encontrado documentos de identidad, ni papeles, ni a nadie que haya dado una descripción física... absolutamente nada. La familia se encargó de borrar todo rastro de Dani. Solamente conocemos algunos rumores.

—¿Cuáles son?

—Dicen que es el primogénito de Lorenzo Beltrán, y que estudió en el extranjero, o que en caso de que lo hiciera aquí, se aseguraron de que nadie supiese quién era. Es posible, dado que los hijos de Lorenzo comenzaron a ser conocidos hace unos pocos años, cuando los gemelos cumplieron o estaban a punto de cumplir la mayoría de edad.

—¿Por qué nadie sabe nada de él? ¿Dónde está?

—No se sabe. Hay quienes piensan que está muerto. Otros, piensan que lo secuestró una familia enemiga y que está muerto o retenido en algún lugar. Hay también quienes dicen que su padre lo hizo desaparecer, y quienes opinan que huyó por algún motivo.

—Él sería el heredero —murmuré.

—Sí. Al parecer, Lorenzo tendría a su primogénito como hijo favorito desde su nacimiento. Por tanto, la hipótesis de que él lo habría hecho desaparecer no parecería muy coherente.

Traté de pensar en todo aquello. No, definitivamente Lorenzo Beltrán no había hecho desaparecer a Dani. Los primogénitos eran importantes para familias como la suya, y el hecho de que estuviese dispuesto a darle la herencia así lo demostraba. No a Izan ni a Leonor, sino a Dani. Aquello debía de ser doloroso para los mellizos.

—Supongo que no afecta a la operación —comenté—. Si se ha marchado por voluntad propia, es evidente que no le importan los negocios de su padre, y tampoco está participando en ellos en caso de estar siendo retenido en algún lugar.

—Tienes razón —dijo él—. En cualquier caso, hemos comenzado a buscarlo. Creemos que, en caso de que algo no salga según lo previsto, podríamos hacer un trato con su padre. Esperamos que esté dispuesto a hacer lo que sea necesario por su heredero.

No quería ser pesimista, pero dudaba mucho que pudiesen encontrar a Dani. Su padre tenía muchos más contactos que nosotros, y seguramente habría recurrido ya a los policías a los que pagaba. Si él no había sido capaz de encontrar a alguien, era prácticamente imposible que la Policía lo hiciese.

—¿Por qué no sabíamos nada? —pregunté—. Estamos arriesgando mucho en esta operación...

—Lo sé. Y solamente te lo cuento porque conozco tu interés en este caso, pero no debería, y tú no deberías decírselo a nadie.

—¿Por qué no? —insistí.

—Porque tememos que, si los Beltrán llegan a saber que estamos al corriente de la existencia de Dani, tomen medidas contra nosotros. Creemos que es un tema muy serio para ellos.

Aquello era cierto. Lorenzo Beltrán era capaz de hacer cualquier cosa por su familia, y no quería imaginar siquiera lo que haría si descubría que la Policía buscaba a Dani.

Suspiré y lo miré mientras él aparcaba el coche frente a mi portal. Cuando retiró la llave del contacto, deteniendo el motor, me miró.

—No me ocultes información —le pedí.

No tenía derecho a pedirle aquello, porque no podía pedirle que desobedeciese las órdenes de un superior. Pero lo estaba haciendo, mientras lo miraba a los ojos. Vi su intención de negarse. Pero, por algún motivo, no era capaz de hacerlo.




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