Narra Alonzo
Recordé un día del pasado, un día en el que comenzaba el curso escolar después de las vacaciones de verano. Tras finalizar mi desayuno, tomé mi mochila y salí de casa, dirigiéndome a pie hacia el instituto. Mientras caminaba, me perdí en mis pensamientos, pero de repente, choqué accidentalmente con alguien. En ese instante, vi a una chica realmente bonita a la que, instintivamente, sostuve por la cintura para evitar que se cayera. La ayudé a levantarse del suelo y, en ese momento, nuestros ojos se encontraron, como si mutuamente estuviéramos sintiendo que había una conexión especial entre nosotros. Sin pensarlo demasiado, le pregunté cómo se encontraba.
Ella me dijo que se encontraba bien, así que comenzamos a conversar.
Me contó que su nombre era Mariam y que tenía 15 años. Entonces, yo me presenté como Alonzo, mencionando que tenía 17 años.
Estuvimos charlando un rato para conocernos mejor. Sentía que ella emanaba una energía muy positiva. Al parecer, vivía a solo unos pocos kilómetros de mi casa.
Cuando le pregunté si iba a ser la nueva alumna, ella me respondió que sí con una sonrisa tímida. En ese momento, la observé detenidamente y noté que su mirada reflejaba una mezcla de nerviosismo y expectativa, como si quisiera que alguien se diera cuenta de que necesitaba ayuda. Decidí acompañarla hasta la oficina de la secretaria para que pudiera recibir los horarios de clases y toda la información que necesitaba para su inicio en el nuevo colegio. Mientras caminábamos, intenté hacerle sentir un poco más cómoda, comentando sobre algunas de las actividades que solemos tener y lo fácil que es adaptarse aquí.
Aún tengo presente un día en particular en el que ella salió de la biblioteca. Mientras la observaba, noté que un grupo de chicos la estaba mirando fijamente. Eventualmente, se acercaron y la rodearon, viéndola visiblemente angustiada, intentando contener las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos. En ese momento, sin dudarlo, mis mejores amigos y yo nos acercamos rápidamente a la escena. Sin pensarlo dos veces, les dimos un golpe a los chicos que la acosaban. Después, les lanzamos amenazas que los hicieron salir corriendo, evidentemente asustados.
Una vez que se alejaron, me acerqué a donde ella estaba. Su semblante aún reflejaba el estado de shock por la situación que había vivido. Con una voz suave, le pregunté cómo se sentía, y ella, en medio de su confusión y emoción, simplemente me dio las gracias. Recuerdo que ambos nos quedamos en un silencio reverente durante unos minutos, compartiendo un momento de comprensión y apoyo mutuo, sin necesidad de palabras.
Entonces, al ver el estado en el que se encontraba, no pudo evitar abrazarla. Aún se sentía nerviosa por la situación. Por supuesto, ella también correspondió a ese abrazo, que sin duda resultó ser un gesto reconfortante y lleno de calidez.
Desde aquel día, no la he dejado sola en ningún momento. De hecho, me buscaba todos los días en su casa para que fuéramos juntos al instituto, compartiendo el camino y conversando animadamente.
Han transcurrido muchos años desde que nuestra amistad comenzó a formarse. Recuerdo claramente cómo pasamos de ser dos completos desconocidos, cada uno con su mundo y sus preocupaciones, a convertirnos en los mejores amigos, inseparables en cada paso del camino.
Hubo un instante en el que, al estar cerca de mí, ella experimentó una profunda sensación de protección, similar a la que podría ofrecer un hermano que nunca tuvo. Pude darme cuenta de que le agradaba muchísimo esa sensación, ya que había algo en mi presencia que la hacía sentir verdaderamente segura.
Recuerdo un día en particular que me quedó grabado en la memoria, donde se hizo evidente que el comportamiento de su padrastro hacia mí había sido muy inapropiado, y todo esto sucedió a causa de mi cercanía con ella.
Sin embargo, no presté atención a sus advertencias. Al mirarla, noté su mirada intensa y fija en mí, como si estuviera intentando comunicarme algo más profundo a través de su expresión. A pesar de eso, continuó buscando mis ojos, como si esperara que yo comprendiera lo que ella no podía decir en voz alta.
Hasta que un día, la vi con evidentes marcas de golpes en sus muslos. Recuerdo con claridad la impresión que me causó ese momento; en mi interior, comprendí que algo grave había sucedido. Era evidente que ella no tenía el valor necesario para confesarme lo que había experimentado. Su silencio me hablaba con fuerza, y me llené de preocupaciones sobre su bienestar, sintiendo que su sufrimiento era más profundo de lo que se podía ver a simple vista.
Note permaneció en silencio, sumida en sus pensamientos. Sin dudar ni un instante, decidí abrazarla con fuerza, intentando que sintiera la seguridad y el calor de mis brazos a su alrededor. En ese instante tan especial, ella me miró y me dijo que, cuando se sintiera preparada para compartir lo que estaba pasando por su mente, solo necesitaba asentir con la cabeza. Yo continué abrazándola, sintiendo que, en ese momento, era importante brindarle mi apoyo incondicional.
Hasta que llegó ella, como un destello de luz blanca que iluminó mi existencia. Mariam fue la joven que me mostró cómo percibir el lado luminoso de lo que antes consideraba sombrío. Su inocencia desbordante avivó en mí el deseo de explorar un universo diferente del que conocía, y su belleza, junto con su singular forma de ser, me atrapó de una manera indescriptible.
Recuerdo claramente cómo, al tocar mi corazón, dejó una huella profunda que no he podido borrar. Aún siento esa espina que permanece incrustada dentro de mí, un recordatorio constante de aquel rechazo que experimenté en su presencia. A pesar de la tristeza que ese momento trajo, la impresión que dejó en mi vida es algo que nunca podré olvidar
Desde el momento en que nos dijimos adiós, no he podido sacarla de mis pensamientos. A pesar de que nuestra separación se hizo realidad, mi corazón continúa siendo de Mariam. Lo único que anhelo es que, con el transcurrir del tiempo, ella encuentre la felicidad que merece.
No obstante, le he prometido que, a pesar de la distancia que nos separa, siempre estaré atento a su bienestar. Deseo que comprenda que puede confiar en mí y, al mismo tiempo, yo también contaré con su apoyo. Es fundamental para mí que ella esté disponible para escucharme cuando necesite compartir mis pensamientos o sentimientos, sin que la lejanía física se convierta en un obstáculo. Su presencia, aunque sea a través de una llamada o un mensaje, es de suma importancia para mí, ya que sé que siempre habrá un espacio para nuestras conversaciones, sin importar las millas que nos dividan.
Editado: 11.03.2025