Narra Alonzo
Tan pronto como me despido de mi familia y dejo la casa de mis padres, empiezo a caminar hacia el departamento de Mariam. Mientras avanzo, no puedo evitar pensar en lo que podría querer decirme. Cada paso que doy aumenta mi ansiedad y curiosidad por saber qué le ocupa la mente.
Tan pronto como llego al departamento de Mariam, presiono el timbre y, sin esperar mucho, la puerta se abre. Ante mis ojos se presenta Mariam, vestida con ropa cómoda que le daba un aire relajado. Su cabello esta recogido en un moño, lo que acentua su belleza de una manera encantadora.
Ella me invita a entrar al lugar donde normalmente nos sentamos juntos. Al cruzar la puerta, noto que está muy nerviosa, lo cual me llama la atención. Sin pensarlo, tomo sus manos entre las mías para transmitirle un poco de calma. Ella respira profundamente, y su mirada se encuentra con la mía. Esos ojos suyos, tan cautivadores, me inundan de emoción; me doy cuenta de que hay un brillo especial en ellos que me vuelve completamente loco.
—Bueno, mi amor —comienza a decir, con un tono que mezcla la incertidumbre y la alegría—, he hecho varias pruebas de embarazo y todas han dado positivo. Así que, ¡vamos a ser padres!
Al escuchar esta increíble noticia, la emoción me sobrepasa. Sin pensarlo dos veces, me levanto de un salto y la envuelvo con mis brazos, agarrándola por la cintura. La giro en el aire mientras grito de felicidad, sintiendo que el mundo entero se llena de alegría en ese instante.
Mientras la beso con ternura y dulzura, disfrutando de ese momento especial, luego me acomodo en el sillón, dejando que ella se siente sobre mí. Con delicadeza, acaricio su mejilla, sintiendo la suavidad de su piel entre mis dedos y atrapado por la conexión que compartimos.
En este momento, estoy preguntándole sobre cómo se ha sentido últimamente. Le estoy indagando si ha experimentado muchas náuseas o si ha tenido algún malestar similar.
Mientras saco mi teléfono móvil de uno de los bolsillos de mi chaqueta, sin realizar ningún movimiento brusco, aprovecho ese instante para llamar a la ginecóloga de la familia y pedir una cita.
Bajo la atenta mirada de Mariam, quien parecía estar a punto de expresar su descontento o de decir algo, noto que ella me observa intensamente. Sin pensarlo ni un instante, me acerqué a ella, la tomo suavemente del cuello y la beso con cariño. Fue un gesto lleno de amor que selló el momento entre nosotros.
Hasta que escucho la voz de la ginecóloga, y de inmediato le pido que me agende una cita para mi futura esposa. Me doy cuenta de que Mariam se sonroja, y, por Dios, se ve tan hermosa en ese momento. Mientras estoy conversando con la ginecóloga, ella me informa que tiene un espacio disponible para mañana a las 9 de la mañana. Estoy de acuerdo con la hora, pero antes de darle la confirmación, miro a Mariam, quien asiente con la cabeza, mostrando que también está de acuerdo con la cita.
Le comento a la ginecóloga que mañana estaremos allí y después de despedirme de ella, y pongo la atención en la mujer que llena mi vida. Decido tomar una decisión trascendental y me atrevo a preguntarle sobre un tema que considero de gran importancia. Con un tono lleno de cariño y suavidad, inicio la conversación.
—Amor, tengo tres preguntas para ti. Te pido que me respondas con toda sinceridad—. Ella asiente con la cabeza, mostrando su disposición para escucharme.
—¿Prefieres casarte mientras estás embarazada,? ¿después de dar a luz, ?o quizás cuando nuestro hijo o hija empiece a caminar?
Sin dudarlo ni un instante, ella me dice:
—Mi Rey, realmente prefiero cuando nuestro pequeño, nuestra hija, comience a caminar. Pero me parece que sería maravilloso imaginar ese momento mientras llevamos nuestros anillos —me dice con una sonrisa radiante.
Después, le pregunto si ha comido y me responde que sí. Acto seguido, le pregunto si tiene algún antojo. Al mirar su carita, me dice que tiene ganas de helado de chocolate con fresas. Así que decido dejarla sentada en el sillón y me dirijo a la cocina. Al entrar, comienzo a buscar los ingredientes necesarios para preparar el helado. Una vez que termino de reunir todo lo que necesito, empiezo a preparar el helado.
Una vez que termino de preparar el helado, lo sirvo en una copa y coloco una fresa fresca como adorno en la parte superior. Tomo una cuchara y, dejando la cocina, me dirijo hacia el salón. Al llegar, me acerco a ella y le ofrezco la copa con helado junto con la cuchara, asegurándome de que todo esté listo para que lo disfrute.
La observo, mientras ella saborea su helado con una expresión de alegría en el rostro y una amplia sonrisa que ilumina su cara.
Tan pronto como ella termina de disfrutar su helado, decidimos ver una película romántica, un género que a ella le encanta. Pasamos un buen rato sumidos en la historia, pero poco a poco, ella comienza a dejarse llevar por el cansancio. En un momento, se queda dormida suavemente entre mis abrazos. Mientras tanto, yo acaricio su cabeza con ternura, disfrutando de la calidez de su presencia.
Por la noche, Mariam se despierta con un anhelo irresistible de disfrutar una cena que consista en tacos, arepas y un delicioso batido de fresa. Con el estómago rugiendo de hambre y la mente llena de imágenes de esos platos, decido que no hay tiempo que perder. Tomo mi teléfono y busco el número del restaurante que conozco bien, aquel que ofrece su comida favorita. Con un par de toques en la pantalla, marco el número y, realizo el pedido a domicilio, mientras ella está esperando ansiosamente que pronto le traigan esa deliciosa cena que tanto desea.
De inmediato, me responde un chico amable , le digo lo que quiero y él me informa que estará listo en 20 minutos. Luego, me pregunta cuál es la dirección para hacer la entrega, a lo que le respondo.
Cuando cuelgo la llamada, le digo que estará aquí en unos 20 minutos. Así que hay que esperar un poco. En ese instante, ella se comporta como una niña pequeña, con esas mejillas tan adorables que me hacen sonreír. Sin embargo, se enoja un poco conmigo por reírme de ella.
Editado: 11.03.2025