¿Qué es de un príncipe sin una princesa?

Llegaron a la fiesta cuando esta se encontraba en pleno auge. La mansión de los York era bien conocida por estar a las afueras de de la ciudad, ser enorme y sobre todo por su arquitectura medieval con sus torres y techos altos, a la luz del día parecía un castillo de cuento de hadas pero en las noches de tormenta fácilmente podría confundirse con la residencia de un vampiro.

Aunque quizá la impresión que cada quien se llevara del lugar, al igual que pasa con muchas veces con las personas, depende más de los ojos que observan que del objeto observado.

Esa noche, la mansión era ni lo uno ni lo otro, lleno de luces flotando en la entrada y niebla que les llegaba a los tobillos, los pasillos con antorchas brillantes que se iban encendiendo a medida que los invitados pasaban, mientras se acercaban al salón principal el olor a algodón de azúcar hacía presente, al entrar al gran salón parecía más bien algo sacado de un sueño, de esos que al despertar tienes que contarlos por lo increíble que es que tu cabeza haya creado algo así, tragafuegos, ballet aéreo, personas en zancos regalando globos a los niños y bocadillos propios de un carnaval. 

Blake había escuchado de lo opulentas de las fiestas en aquella mansión, pero jamás hubiera imaginado lo que tenía frente a sus ojos.

—Vaya que este año estás echando la casa por la ventana —comentó Amber.

Blake solo asintió pues no salía de su asombro.

»Yo iré a pasearme por todos lados para que los jueces puedan ver mi disfraz, nos vemos después de que premien a los ganadores —pronunció con una sonrisa, y después de palmear ligeramente el hombro de su primo desapareció entre la multitud.

Unos segundos después el rubio se dispuso a seguirla, no quería estar solo en una fiesta en la que no conocía a nadie, pero primero encontraría el puesto de algodón de azúcar.

Estaba a punto de emprender su búsqueda cuando sintió un par de toques en su hombro y del susto pegó un pequeño brinco.

—Mi hija Harriet es algo tímida pero le encantaría tomarse una foto contigo —dijo una mujer baja, con vestido azul y una varita.

Detrás de ella apenas se asomaba una niña con anteojos y el mismo cabello castaño que la mujer. A regañadientes la pequeña salió de su escondite dejando ver un precioso vestido amarillo con guantes a juego, en sus manos sostenía un libro color café.

Fue entonces que Blake unió los puntos, estaban vestidos a juego. Se recompuso, aclaró su garganta y le ofreció una mano hacia la chiquilla.

—Por supuesto que puede, para mí sería un honor —acompañó sus palabras con una reverencia y el rostro de la pequeña se iluminó por completo.

Aún con la máscara, lo distintivo de su porte era indiscutible, no era la primera vez que alguien le pedía sacarse una foto con él, en una ocasión un grupo de turistas lo paró en la calle, seguros de que lo habían visto en una película, al llegar a casa aquel día buscó el título del filme pero él  no aparecía en ningún lado.

La mujer le dió un efusivo agradecimiento y sacó su teléfono para tomar la fotografía al mismo tiempo que el rubio vio un arreglo de rosas sobre una mesa a pocos pasos de él, no dudó en tomar una y entregársela a la niña, asegurándose de posar para la cámara mientras lo hacía, causándole un leve sonrojo.

Posaron así para varias tomas de formas diferentes, la mamá de la pequeña quedó encantada con el resultado y no paraba de repetir lo  dulce y caballeroso que era el muchacho para luego irse con su hija a mostrarle las fotografías al papá de la niña. 

Harriet le susurró un “gracias” a Blake mientras se alejaba.

Por un segundo Blake tuvo la sensación de estar siendo observado, pero acostumbrado ya a eso, decidió ignorarla. 

Acababa de hacer muy feliz a una niña y a su madre, no pudo evitar pensar en que él era definitivamente el héroe de su cuento y por tanto no debía preocuparse por el tiempo que Andrew pasaba con Carly, pues es bien sabido que él héroe siempre se queda con la chica.