No me dejes dormir, por favor

Capítulo 1. ¿Un día maravilloso?

Agosto 2020
Nexforks, Estados Unidos

Terminar el High School: cumplido  [✅] .
Comenzar la universidad: pronto  [⏰] .

Esto era lo primero que se leía al entrar a la habitación de Ámber, estaba colgado justo sobre su cama porque quería leerlo todos los días al despertarse y antes de dormir. 

Vaya que era una meta importante. 

Empecemos por el día en que la vida de Ámber comenzó a cambiar sin que ella lo imaginara. 

Una mañana soleada de algún día de agosto, Ámber se despertó con una gran sonrisa que iluminaba su rostro. 

Salió al balcón de su habitación y saludó a sus vecinos con un gentil gesto, típico en ella. 

—¡Qué hermoso día! —exclamó mientras abría sus brazos mirando al cielo y agradeciendo. 

La felicidad no cabía en su pecho, el día que esperaba con tantas ansias había llegado. 

El azul de sus ojos era tan resplandeciente como el color del mar. Ese día, particularmente, sus ojos tenían un brillo especial porque retenían un par de lágrimas.

Ámber, emocionada y entre prisas, comenzó a prepararse para su gran día: su graduación de High School, la fecha que tanto esperaba. 

Como cada mañana, Ámber reprodujo su playlist favorito para despertarse por completo y comenzar el día con mucha energía. Su género favorito era el pop. 

Pero como era un día especial, el volumen de la música estaba bastante alto. Ella lucía contenta, bailaba y cantaba a gritos. 

—¿Qué me voy a poner? —susurró de pie frente a su closet con una mirada indecisa, con nervios brotando por sus poros y con el corazón acelerado. 

Su madre, Maggie, que preparaba el desayuno en la cocina, escuchó la música que hacía retumbar la habitación de Ámber. 

—Su día llegó. Hoy mi pequeña cierra un ciclo y pronto abrirá sus alas para volar fuera de casa —dijo Maggie entre lágrimas, pero con una sonrisa dibujada en su rostro. 

¿Volar fuera de casa? Sí, Ámber pronto empezaría un nuevo ciclo: la universidad.

Esta dulce jovencita estudiaría arquitectura. Era un erudito andante, el promedio más sobresaliente de su promoción. 

Su brillante desempeño la hizo ganar una beca para estudiar en la universidad más prestigiosa del país, a muchos kilómetros de casa.

Aunque Maggie estaba contenta por su hija, desde la cocina le pedía a gritos que le bajase un poco de volumen a la música sosteniendo sus manos sobre sus oídos y moviendo la cabeza en señal de desespero.

—¡¿Cómo me va a escuchar con ese ruido?! —se preguntó a sí misma mientras subía a la habitación de Ámber—, ay, Maggie, qué cabeza la tuya.

Ám, como le decían de cariño, cantaba y bailaba mientras se maquillaba en el baño. 

Pero en un momento se quedó perpleja mirándose frente al espejo. En ese instante, un par de lágrimas rodaron por sus mejillas. 

—Esto es lo que quieres, Ám. ¿Qué pasa? —se repetía la chica con la voz entrecortada y secándose las lágrimas.

Maggie entró a la habitación de Ámber, apagó la música y se acercó al baño, cuya puerta estaba entreabierta.

—¿Qué pasa, hija? ¿Por qué esas lágrimas? ¿Pasó algo? —preguntó inquieta y con insistencia.

—Tranquila, mamá. Son lágrimas de felicidad, supongo. No puedo creer que esté a tan solo un par de semanas de ir a la universidad —le respondió la chica mientras secaba las lágrimas de su rostro, respiraba profundo y seguía maquillándose frente al espejo.

Maggie, que conocía muy bien a su hija, sabía que esas lágrimas no eran de felicidad. 

—¿Segura? —le preguntó con incredulidad—. No será por Harry que estás así, ¿no? 

Ámber, al verse descubierta, giró el rostro hacia su madre y tragando grueso le dijo:

—No no, cómo crees. Harry entiende que este es uno de mis sueños. Seguiremos con la relación a distancia, sé que podremos seguir adelante, nos amamos mucho. —Mientras bajaba el rostro para disimular su tristeza.

—Eso espero, hija —respondió Maggie—. Tus estudios son más importantes. Ahora estás muy joven, ya tendrás tiempo para el amor.

Ámber asintió con la cabeza, y con una sonrisa que escondía tristeza, le dijo: 

—Así será, mamá. No te preocupes, no te voy a decepcionar. 

—Sé que no, mi pequeña, nunca lo has hecho —respondió Maggie mientras le acariciaba el cabello y le daba un tierno beso en la frente. 

Ámber cambió rápidamente el tema de conversación y siguió alistándose. Le dijo a Maggie que se apresurara porque se hacía tarde y debía dar el discurso de apertura.

Horas más tardes

Ámber y Maggie salieron de casa para emprender su viaje al auditorio.

Ám lucía un hermoso vestido corte princesa de color rosa con vuelos en la falda. Su cabello castaño tenía ondas finas y un delicado aplique en color dorado. El azul de sus ojos, con ese peculiar brillo, seguía escondiendo tristeza.

Los vecinos que se encontraban por la calle aplaudían y celebraban a la chica, era muy querida por todos por su gran corazón.

Mientras Maggie y Ámber iban en camino al acto de graduación, Harry estaba cerca del auditorio comprando unas flores para su chica. 

Harry era el novio de Ám, un joven de 19 años que conoció en la fiesta de su mejor amiga, Loren. Fue amor a primera vista.

El chico, aunque estaba feliz por Ám, sabía lo que estaba a punto de ocurrir.

Acordaron mantener la relación a distancia, pero Harry presentía que no funcionaría. 

Sobre todo, porque Ám conocería a nuevas personas mientras que él seguiría en el mismo lugar estudiando en una universidad local.

—Rosas rojas para mi dulce Ám —decía Harry mientras caminaba hacia el auditorio para encontrarse con su amada y acompañarla en ese día tan importante, aunque no podía disimular del todo su tristeza. 

Ám y Maggie llegaron justo a tiempo.




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