No me dejes dormir, por favor

Capítulo 2. La primera pesadilla

Mientras Ám y Maggie conducían de regreso a casa, Harry caminaba por la calle preguntándose qué había pasado para que su relación de amor con Ám terminase así. 

—¿Qué hice mal? Le dije que la apoyaría, que estaría a su lado pese a la distancia —se cuestionaba Harry en voz alta mientras pateaba las piedras que hallaba en su camino.

Harry estaba afectado y confundido. 

Tomaba su teléfono esperando recibir un mensaje o una llamada de Ám; pero no sucedía. Abría su chat de conversación y le escribía, pero lo borraba inmediatamente.

—No lo hagas, Harry. Quizás es mejor que hubiese terminado ahora, igual ya sabías que esto pasaría en un par de semanas —se decía el chico mientras cruzaba sus brazos y agachaba la cabeza para ocultar su decepción amorosa. 

Por otro lado, Ám y Maggie seguían en el coche camino a casa. Maggie miraba a su hija de reojo, su tristeza era notoria. 

Durante todo el camino había guardado silencio, su rostro apoyado en la ventana del coche y su mirada perdida escondían una enorme desilusión, Ám estaba reteniendo el nudo en la garganta para no soltar el llanto. 

Aun así, no podía evitar que de sus ojos brotaran un par de lágrimas que se deslizaban por sus mejillas mientras que por su mente transitaban hermosos recuerdos con Harry. 

El silencio seguía reinando en el coche.

De pronto, Maggie dio el primer paso para crear una conversación y romper el hielo. 

—Ya falta poco para que vayas a la universidad, hija. Una de tus grandes metas —le dijo Maggie con una sonrisa que escondía pena. 

Ám no dijo nada, ni siquiera la miró.

—Entiendo —dijo Maggie con melancolía porque sabía que Ám estaba molesta con ella.

El silencio de Ám lastimaba a Maggie, así que quiso hablar sobre lo sucedido con Harry.

—¿Y qué fue eso, Ám? —le preguntó Maggie con desconcierto.

Ámber escuchó a su madre y rápidamente secó las lágrimas de su rostro, ya sabía a qué se refería la pregunta de su mamá. 

Miró a Maggie y le contestó:

—¿Qué fue qué, mamá? Los estudios son más importantes que el amor, ¿no? Estoy muy joven, el amor llegará después, ¿no? —con reproche en su voz.

—Yo no te pedí que hicieras eso, hija. No tenías que humillar a Harry de ese modo —le respondió Maggie con una mirada triste y acariciándole la mano. 

—Ya pasó, mamá, ya está hecho —respondió la chica encogiendo sus brazos.

—Este era el día que tanto esperabas desde hace años, Ám. ¿Dónde está tu felicidad? —le preguntó Maggie. 

—Se quedó en casa antes de salir —respondió Ám tajante mientras volteaba de nuevo el rostro apoyando su cabeza en la ventana. 

Ám y Maggie llegaron a casa. 

El camino había sido largo y el ambiente pesado, ya que Ám estaba molesta y triste. 

Ám bajó rápidamente del coche y subió a su habitación para hacer lo que tanto había evitado durante el camino: llorar desconsoladamente. 

Maggie la vio marcharse con rapidez, la llamó varias veces; sin embargo, sabía que su hija necesitaba estar sola en ese momento. 

Pasaron un par de horas y Ám se quedó dormida sin cambiarse de ropa.

Aquí comenzó todo: la primera pesadilla.

Ám estaba asesinando sin piedad a una persona. Aunque no se apreciaba su rostro, los gritos de desespero y dolor eran aterradores.

La chica estaba fuera de sí, nada quedaba de esa dulce e inocente jovencita. En su mirada y sonrisa había maldad, oscuridad.

Cuando estaba a punto de verle el rostro a quien estaba lastimando, despertó con el corazón acelerado y empapada de sudor. 

—¡¿Qué pasó?! —se preguntaba la chica mientras miraba a su alrededor para confirmar si estaba en su habitación y si todo había sido solo un mal sueño. 

Por suerte, lo fue. 

Todo parecía estar normal. Esto fue un alivio para Ámber, aunque estaba desconcertada porque no solía tener pesadillas.

Ám desconocía que este era el inicio de sus peores días.




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