Ámber salió de casa con la intención de buscar a Harry para disculparse y tratar de recuperar su relación antes de irse a la universidad.
—¿Lo llamo o no lo llamo? —se preguntaba indecisa en la puerta de su coche con el teléfono en mano listo para marcar.
Pero prefirió llegar a la casa de Harry sin avisarle porque temía que no quisiera verla.
Ám subió a su coche y emprendió el camino a la casa de Harry con la esperanza de que este le diera una nueva oportunidad, por lo menos para disculparse y abrazarle por última vez.
Ambos vivían en Nexforks, un pueblo tranquilo y silencioso donde los días se oscurecían muy pronto. Todos se conocían y se querían, nunca había pasado nada trascendental.
De camino a la casa de Harry comenzó a llover, nada inusual porque el clima de este pequeño pueblo era muy húmedo.
Por eso mismo, la lluvia solía dificultar el tránsito por la carretera, que de por sí era conocida como «la vieja carretera».
Ámber no dejaba de pensar en Harry.
En su mente solo estaba el rostro de decepción del chico cuando ella le terminó delante de todos.
—¡Qué tonta fui! Lo arruiné todo por un impulso, por no pensar —se decía la joven chica mientras golpeaba con fuerza el volante del coche en señal de arrepentimiento.
Ám tomó su móvil para conectarlo al reproductor del coche y escuchar música para despejar un poco la mente.
Pero se le estaba dificultando porque al mismo tiempo conducía y se rascaba el cuello y el pecho, que cada vez estaban más enrojecidos sin que ella lo notara.
Las calles estaban despejadas, así que quitó la mirada del camino por un par de segundos para lograr conectar su móvil rápidamente.
Sin embargo, en el trajín de conectarlo y mirar a la carretera de reojo, este se le cayó debajo del asiento.
Ámber bajó el brazo para intentar encontrarlo con la mano sin quitar los ojos del camino.
En vista de que no lo conseguía y confiada en que la carretera estaba despejada, se distrajo solo un momento para buscar su móvil y recogerlo con más facilidad y agilidad.
Un par de segundos bastó para que Ám perdiera el control del coche cuando algo (o alguien) se atravesó en su camino.
Ám intentó frenar con fuerza, pero el pavimento estaba tan húmedo que el coche se deslizó sin que ella pudiese detenerlo quedando inmóvil en la orilla de la carretera.
—¿Un venado? ¿Un oso? ¡¿Qué fue eso?! —se preguntaba la chica con el corazón acelerado, la voz temblorosa, el aliento agitado y mirando para todos lados tratando de hallar qué fue eso que le hizo perder el control del coche.
Pasó tan rápido que no alcanzó a apreciarse.
El movimiento del coche fue tan brusco que se lastimó ligeramente el cuello.
Afortunadamente, el cinturón de seguridad la sostuvo impidiendo daños mayores.
Cuando Ám miró por el retrovisor para verse el cuello, vio que alguien estaba detrás del coche.
Era una mujer con un vestido blanco y con el cabello negro cubriéndole todo el rostro.
La chica gritó de terror quitando la mirada del espejo.