La mujer había desaparecido nuevamente sin dejar rastro alguno.
Ámber miró a todos lados con miedo de topársela otra vez. Por fortuna, ya no estaba.
Enseguida arrancó el coche muy asustada. Intentó tomar el teléfono para llamar a Harry, pero se le cayó de nuevo debajo del asiento.
Cuando alzó la mirada para mirar por el retrovisor, vio a la terrorífica mujer de pie en el mismo lugar despidiéndose de ella con la mano.
Ámber aceleró el coche lo más que pudo, la calle estaba despejada, oscura y silenciosa.
Cuando volvió a mirar, ya no había nadie. Giró el torso hacia atrás para confirmar que la mujer se había ido, y tampoco la vio.
Sintió alivio, pero su rostro reflejaba confusión e intranquilidad. Aceleraba y aceleraba deseando llegar a casa lo más pronto posible.
Mientras tanto, Maggie esperaba a Ám en el sofá del salón tomando una taza de té con impaciencia y preocupación.
En cuestión de minutos Ám llegó.
Maggie se asomó por la ventana dando gracias a Dios de que su hija estuviese sana y salva... o eso parecía.
Sin embargo, el rostro y la expresión corporal de Ám reflejaban otra cosa.
Se bajó del coche mirando a todos lados, sus ojos transmitían miedo y desasosiego, quería asegurarse de que esa terrorífica mujer no la hubiese perseguido.
—¿Qué tanto busca? ¿A quién está buscando? —decía Maggie mientras miraba con asombro la extraña actitud de su hija a través de la ventana.
Ám seguía afuera revisando los alrededores de la casa, se movía con mucha rapidez y, ante todo, temor. Miró hasta debajo del coche y no consiguió nada, ningún rastro de esa mujer.
Cuando entró a casa se topó a Maggie de frente, quien estaba a punto de salir para saber qué le pasaba a su hija, pero solo asustó más a Ám.
—¡AY, MAMÁ! Qué susto me diste —gritó Ám.
—¿Qué te pasa, Ám? Desde hace rato te estoy observando por la ventana. ¿Qué estás buscando? ¿Se te perdió algo? —preguntó Maggie con curiosidad.
Ám se sirvió un vaso de agua, dio un gran suspiro y humedeció su rostro para calmarse un poco.
—¿Ám? ¿Hay algo que debo saber? —preguntó Maggie con insistencia y sin comprender qué le sucedía a Ám.
Pasaron un par de minutos para que Ám volviese a recuperar la tranquilidad. Incluso así, miraba constantemente por la ventana.
—Me pareció ver a alguien —le dijo a Maggie, que la miraba con el ceño fruncido.
—Hija, me estás asustando. ¿Está todo bien? —preguntó Maggie tomando a Ám de la mano.
—Estoy bien, mamá, solo un poco asustada porque cuando venía de camino a casa me...