No me dejes dormir, por favor

Capítulo 11. Todo parece real

Ám, que el día anterior pensó que se trataba de una falla que afectaba en general, se asomó por la ventana para comprobar si el parpadeo era solo en su casa o también en las demás. 

Para su sorpresa, únicamente estaba pasando en la cocina de su casa justo donde ella estaba.

La chica dudaba de que se tratara de una falla eléctrica, no había pasado antes y el día ya había sido lo suficientemente extraño. 

Por la hora, ya no podía hacer nada, solo apagó las luces y subió a su habitación con inquietud.

Ám siguió la misma rutina de otras noches: apagó la lámpara de su mesa, besó la foto de Harry y cerró los ojos para sumergirse en un profundo sueño. 

Una vez más, la pesadilla volvió a atormentarla. Esta vez sí había algo distinto.

Ám estaba consciente dentro de su propia pesadilla viendo cómo le estaba haciendo daño a una persona que amaba. 

Se veía transformada, era su cuerpo, pero no era ella, no podía serlo se repetía con insistencia. Estaba inmóvil, no podía evitar que su supuesto otro yo lastimara a esa persona. 

Era un lugar solitario, oscuro y silencioso, como un pantano tenebroso. 

Era tan real que Ám gritaba de terror mirando a todos lados. Su ropa estaba sucia, su cabello despeinado y sus ojos rojos de tanto llorar.

Cuando estaba a punto de ver a quién estaba lastimando su otro yo, Maggie la despertó. 

—Ámber, ¿qué te pasa? Estabas gritando —le dijo Maggie a la chica mientras la tomaba por los brazos. 

Ám la abrazó con mucha fuerza sin decir ni una sola palabra. 

Los latidos de su corazón se aceleraban cada vez más, Ám tenía la mirada perdida. 

—Ámber, me estás asustando. ¿Qué pasó? Mírame, Ám, mírame —le decía Maggie mientras la movía con los brazos.

Ám reaccionó de repente muy exaltada, preguntaba dónde estaba, qué hora era... Estaba muy confundida, desesperada. 

Maggie le pedía que se calmara, pero Ám estaba muy inquieta, así que salió corriendo por un vaso de agua para intentar calmar a la chica. 

La puso en su regazo y le acarició su cabello tratando de que Ám volviera en sí.

Minutos más tarde, Ám comenzó a reaccionar. 

—Tuve una pesadilla muy fea, mamá. Gracias por despertarme. Tengo mucho miedo —le dijo Ám mientras la abrazaba y lloraba. 

—Estoy aquí, hija. Ya pasó, ya estás despierta. Solo fue una pesadilla —le dijo Maggie mientras intentaba calmar a la chica y le acariciaba el rostro secándole las lágrimas. 

Cuando Ám ya estaba tranquila, Maggie le preguntó sobre la pesadilla; pero Ám no quiso darle detalles, solo le comentó que no era la primera vez que tenía pesadillas así, sin embargo, en esta ocasión era mucho más real. 

—¿Y ayer qué pasó, Ám? ¿Por qué no me llamaste? —le preguntó Maggie.

—Sí, discúlpame, mamá, se me pasó el tiempo hablando con Harry y no había visto la hora. Debí avisarte, pero lo olvidé. Lo siento —le contestó la chica bajando la cabeza. 

—Bueno, ya pasó. Me alegra mucho que hayas podido aclarar las cosas con Harry —le dijo Maggie dándole un beso en la frente. 

—Sí, ya todo está claro, mamá —le contestó la chica con una sonrisa que escondía felicidad, pero también temor por las pesadillas.  

—¿Segura que estás bien, Ám? —le preguntó Maggie con inquietud. 

—Sí, lo estoy —le contestó la chica.

—¡Ah!, ayer ibas a decirme algo cuando Loren te llamó. ¿Qué te pasó en la carretera? —le preguntó Maggie de pie en la puerta a punto de salir de la habitación. 

—Sí, cierto. Déjame darme un baño para pasar este mal rato y te cuento mientras desayunamos, ¿sí? —le dijo Ám levantándose de la cama.

—Está bien, hija. Iré preparando el desayuno. Recuerda controlar la temperatura del calentador para que no te vayas a lastimar de nuevo —le dijo Maggie lanzándole un beso.

Ám entró al baño, y aunque intentó relajarse debajo del agua, las imágenes de las pesadillas no salían de su mente. Todo era tan real. 

Su corazón latía con fuerza, sentía una opresión en su pecho y una intranquilidad que trataba de ocultar, pero su mirada y su expresión facial la delataban. 

Después de salir del baño y vestirse, se paró de pie frente al espejo y notó que el enrojecimiento había cedido un poco, aunque todavía tenía picor y ardor. Se puso la cadena de nuevo y salió de su habitación. 

Tras Ám salir de su habitación, las luces empezaron a parpadear con más frecuencia que la noche anterior.




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