No me dejes dormir, por favor

Capítulo 24. ¡Ya no puedo más!

Ámber seguía llena de miedo, tenía ataques de pánico con frecuencia estando a solas. 

Aunque por fuera se mostraba fuerte y serena para no preocupar a Maggie, por dentro estaba viviendo un completo infierno. 

Ám se encerraba en su habitación y lloraba desconsoladamente. 

La opresión en el pecho cada vez era más frecuente, el enrojecimiento y el picor de su cuello también continuaban incomodándole.

Antes, el día le daba tranquilidad mientras la noche le aterraba; pero ahora era peor.

Tanto el día como la noche le inquietaban, aunque pensaba que no dormir era la solución, no era así. Ám comenzó a mantener esas imágenes en su mente aún estando despierta. 

Esa chica dulce e inocente estaba viviendo una verdadera pesadilla sin siquiera dormir. 

Ya no sonreía, permanecía en su habitación encerrada, temía lastimar a alguien.

Sus ojos estaban irritados y llorosos todo el día. Cuando caía la noche era peor. 

Estaba tan agotada física y mentalmente que a veces no podía evitar dormirse y sumergirse en esa aterradora pesadilla una y otra vez.

Nadie imaginaba el infierno que estaba viviendo y sintiendo Ám, ella lo disimulaba ante todos escudándose en que estaba triste porque pronto partiría a la universidad.

Era Ám contra un enemigo tan poderoso que se alimentaba de su propio miedo: su mente.

Todo parecía conspirar en contra de que la chica mejorara emocional y mentalmente. 

Las noticias que veía en redes sociales reseñaban titulares espantosos de situaciones similares a las que ella estaba viviendo:

«Joven poseído asesinó a su hermano».

Y eran noticias de casos muy parecidos a lo que le ocurría a Ámber, es decir, personas comunes que empezaron a tener pesadillas aterradoras que al final se volvieron realidad. 

Esto aumentaba el pánico de la chica, quien no encontraba consuelo con nada, estaba aislada.

Las luces parpadeaban continuamente, el viento cerraba las ventanas con fuerza. 

Ella solo veía cómo todo pasaba a su alrededor y no sabía cómo hacer para detenerlo, ya no tenía fuerzas para enfrentarlo, ya no quería.

—¡Ya no puedo más! —exclamaba con desespero cubriendo sus oídos con sus manos.

Lo más curioso es que las luces solo parpadeaban cuando Ám estaba sola. Por eso Maggie no podía notarlo, por eso nadie más lo veía. 

Cuando la chica pensaba que la situación no podía empeorar, la mujer de la carretera volvió a aparecer; pero, esta vez, en un lugar distinto.




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