Maggie estaba tan dispersa por todo lo que había sucedido en los últimos días que había olvidado que el médico que atendió a Ám en emergencias le había preguntado sobre las alergias de la chica.
Sentada en el sofá tomando una taza de café recordó que cuando Ámber era una niña le había sucedido lo mismo con una cadena.
El rostro de Maggie cambió completamente al recordar que en ese momento la media hermana de Ám le había regalado una cadena, quedó perpleja mientras los recuerdos circulaban en su mente.
La intención de esa chica era lastimar a Ám, sabía que su piel era sensible a ese material y le ocasionaría una alergia extraña que avanzaba muy lentamente, pero que era mortal.
Esa media hermana era hija del papá de Ám, fruto de una relación extramatrimonial.
Maggie, después de lo sucedido con la media hermana de Ám, abandonó la ciudad en la que residían mudándose al pueblo para proteger a su hija. Hasta ahora no le había hablado sobre su media hermana, Ám no la recordaba.
Esa niña odiaba a Ám porque la culpaba de que su papá no había estado presente en sus momentos más importantes porque siempre estaba con Ám, así que sentía mucho rencor y quería vengarse de ella.
Maggie estaba sorprendida y asustada de pensar que la historia se estaba repitiendo y que Malia podría ser la media hermana de Ám en busca de venganza, pero con otro nombre para no levantar sospechas.
—¡No puede ser! —exclamó Maggie tirando la taza de café al piso con las manos temblando y conmocionada por lo que estaba imaginándose.
En ese momento, escuchó un gran grito de Ám. Subió rápidamente a su habitación y, una vez más, la encontró en el suelo aterrada de pánico.
Ám había recibido una llamada de la terrorífica mujer de la carretera, le había dicho que la iría a visitar de nuevo a su casa durante la madrugada para llevarla consigo de vuelta al pantano.
Todas las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar en la mente de Maggie, pues de inmediato recordó que todo inició un día después de la graduación de Ám y, sobre todo, desde que empezó a usar la cadena que le había regalado Malia.
—¡Dios, esto no puede ser cierto! —gritó Maggie mientras abrazaba a la chica intentando consolarla.