No me dejes dormir, por favor

Capítulo 30. ¿Tú también?

Aunque Malia admitió ser la terrorífica mujer que asustaba a Ám en la vieja carretera y también en su casa, todavía quedaba algo por resolver...

…las pesadillas y los hechos paranormales que estaban sucediendo en casa de Ám. Eso todavía no tenía explicación. 

Harry llevó a Loren a su casa y después llevó a Maggie y a Ám. Estuvo un rato con ellas conversando sobre lo sucedido, estaban confundidos por todo lo que había dicho Malia.

—¿Por qué no me habías hablado de Malia, mamá? —le preguntó Ám con curiosidad mientras servía café para los tres.

—Porque Malia desde pequeña tenía una personalidad que no me gustaba, Ám. Cuando eran niñas trató de hacerte lo mismo con una cadena, por eso la alejé de ti —le respondió Maggie tomando un sorbo de café. 

—¿Y cómo es que papá tampoco me habló de ella? ¿Él te engañó? —le preguntó Ám con tristeza.

—Sí, cariño, él tenía otra familia sin que yo lo sospechara. Cuando me enteré nos separamos y él se mudó con la mamá de Malia, así fue como la conociste a ella —le contestó Maggie acariciándole la mano.

Después de conversar sobre ese tema, los tres comenzaron a suponer qué podía estar ocasionando las constantes pesadillas de Ám. 

—Es que no lo entiendo —dijo Ám desconcertada mientras caminaba por el salón moviendo las manos como quien busca respuestas—. Justo cuando Malia me entrega ese regalo es que empiezo a tener las pesadillas. Es mucha casualidad o hay algo que no estamos viendo. 

—Todo está muy raro, Ám, tienes razón; pero ya es muy tarde, mañana seguimos conversando sobre ello. Hoy necesitas descansar —le dijo Harry poniéndose de pie para despedirse y marcharse. 

Maggie subió a su habitación mientras los chicos se despedían en la puerta del salón. 

Harry le dio un beso a Ám en la frente, la abrazó fuerte y le dijo que en la mañana la buscaría para pasar un día diferente e inolvidable. 

Cuando se volteó para embarcarse en el coche, una sonrisa perversa apareció en su rostro y, con ella, recuerdos del día de la graduación cuando Harry caminaba al auditorio con el ramo de flores.

Los pétalos de las rosas eran esa pieza que faltaba.

Si Harry le entregaba el ramo de rosas, Ámber nunca se apartaría de su lado; pero si las flores se caían y desprendían todos sus pétalos, la chica sería atormentada hasta que perdiera la razón. 

Todo empeoró cuando Ám tomó los pétalos y los llevó consigo a su casa, a su habitación.

Un conjuro de amor se convirtió en un conjuro de venganza cuando Ám terminó con Harry delante de todos en el auditorio, ocasionando que él dejara caer el ramo de flores, lleno de ira. 

Maggie, acostada en su cama, no dejaba de pensar en eso que podría estar provocando las pesadillas de Ám. Daba vueltas y vueltas tratando de conciliar el sueño sin lograrlo.

Esa noche Ám durmió en la habitación de Maggie.

Aunque todavía sentía un poco de temor por los terrores nocturnos, estaba más calmada que en días anteriores al descubrir que la mujer de la carretera era Malia y no era producto de su mente. 

Sin embargo, su alergia, que ya estaba bastante avanzada, la tenía inquieta. Así que le pidió a Maggie que la acompañase al médico para revisarse y saber qué tratamiento seguir. 

—Ya sé qué medicamento debes tomar, Ám —le respondió Maggie mientras le tocaba el pecho y el cuello con preocupación—. Mañana lo buscamos, cariño.

—¡Vale! —exclamó Ám asintiendo con la cabeza y entregándole una sutil sonrisa a su madre.

La noche transcurrió con normalidad. 

Ám, si bien luchaba por no dormirse cabeceando con un libro en sus manos, al final se durmió, mientras Maggie se mantuvo despierta pensando en qué podría estar pasando, no lograba conservar la serenidad.

A la mañana siguiente, Ám se despertó muy temprano emocionada porque Harry la recogería para ir a pasear. La chica quería intentar recuperar su normalidad después de todo, aunque todavía quedaban cabos sueltos por resolver.

Desayunó entre prisas para esperar a Harry completamente lista. Mientras conversaba con Maggie en la cocina, vio la cadena. La tomó entre sus manos, admiró cuán bella y delicada era, y se la guardó en el bolsillo de su abrigo para botarla en el camino. 

No quería tener nada que le recordara a Malia y todo lo que esta la había hecho sufrir desde que le dio ese regalo.

Ám seguía rascándose el pecho y el cuello. Al verla, Maggie le dijo que esperara que buscase el medicamento que debía tomar, pero en ese momento llegó Harry, y Ám salió apresurada diciéndole a Maggie que al regresar se lo tomaba sin falta.

Maggie se quedó en casa muy angustiada, su corazón de madre le decía que algo malo podría pasarle a Ám, lo presentía. 

Llamó a la chica, pero le cayó el buzón de voz. Así que trató de calmarse, se sirvió una taza de té y respiró profundo sentada en el sofá. 

—Ya Malia está encerrada, Maggie. Nada malo puede pasarle a Ám —se decía mientras inhalaba y exhalaba en busca de tranquilidad. 

Ám y Harry iban en la carretera, ella le preguntó hacia dónde iban, pero él le dijo que era una sorpresa y que pronto lo descubriría. 

De pronto, Harry tomó el camino de la vieja carretera y Ám se desconcertó.

—¿Por qué pasamos por aquí, Harry? Devuélvete, no quiero pasar más nunca por aquí, por favor —le dijo Ám agitada. 

—Ám, todo lo que viviste fue mentira. Malia estuvo detrás de todo y ella ya no está, no te pasará nada, confía en mí —le dijo Harry con una sonrisa maliciosa.

—No me importa, devuélvete, Harry —le repetía Ám con insistencia y con la voz acelerada.

—Lo siento, Ám, pero no puedo hacerlo —le respondió Harry deteniéndose en medio de la carretera justo donde había aparecido Malia por primera vez.

—¡¿Qué haces, Harry?! —le preguntó Ám entre gritos sin entender qué estaba sucediendo. 

De la nada apareció Malia nuevamente en la carretera, esta vez vestía normal. 




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