Harry y Malia salieron de la casa con una maleta para intentar escapar del pueblo.
Maggie los vio a lo lejos, se acercó a ellos despacio con una gran rama que recogió del suelo, los sorprendió por detrás y los golpeó con fuerza en la cabeza dejándolos malheridos.
Entró rápidamente a la casa y desató a Ámber.
Al ver que tenía dificultad para respirar le quitó el abrigo y se dio cuenta de que tenía puesta la cadena, así que se la arrancó apresurada.
Como Maggie sabía que Ám la llevaba consigo para deshacerse de ella, antes de salir de casa buscó el medicamento que frenaba su alergia. Ám lo tragó en seco y le tomó un par de minutos poder respirar con normalidad para salir del pantano.
Malia y Harry se levantaron de prisa para detener a Maggie y a Ámber; pero cuando corrían detrás de ellas cayeron en arenas movedizas.
Ambos pedían ayuda a gritos.
Maggie y Ámber se rieron entre sí y salieron juntas del pantano dejándolos hundirse poco a poco.
Seis meses después
Ámber fue a la universidad después de todo.
Su viaje, aunque había sido pospuesto muchas veces por todo lo que ella había vivido, al final sí se dio y Maggie se fue con ella.
En la correspondencia que había recibido Maggie venía una carta de la universidad donde le daban una nueva oportunidad porque el director del instituto había intercedido.
Ám por fin estaba estudiando arquitectura.
Hablaba con Loren casi todos los días, quien se quedó estudiando en la universidad del pueblo; tenía nuevos amigos y un admirador secreto. La chica estaba feliz y radiante.
Superó las pesadillas y los ataques de pánico después de desechar los pétalos y todo lo que le recordaba a Harry, y apoyándose, además, en las palabras que le dijo la psicóloga sobre el poder de la mente y cómo controlarla.
Aunque ya no era necesario acudir con tanta frecuencia al psicólogo, sí se reunía con ella una vez por semana a través de videollamada porque le ayudaba a canalizar sus emociones.
Ám volvió a ser la misma chica dulce y tierna.
Maggie también estaba más tranquila. Se mudaron a una ciudad muy bonita y sonreía muy a menudo con sus vecinos. Disfrutaba ver a Ám tan alegre y tranquila como antes.
Una noche, antes de que Ám se fuese a la cama, se acostó junto a Maggie y le agradeció todo lo que había hecho por ella para sacarla de ese estado mental-emocional tan fuerte en el que estaba.
Se abrazaron y se dijeron cuánto se amaban.
Antes de dormir, Ám recibió un mensaje de texto de su admirador secreto citándola al día siguiente en una cafetería que estaba por la universidad.
La chica, emocionada y nerviosa, aceptó.
En la mañana siguiente salió de casa sin desayunar porque lo haría en la cafetería con su admirador secreto.
Una vez ahí, se sentó a esperar al chico, mientras el continuo movimiento de sus piernas demostraban sus nervios y su sonrisa su emoción. Miraba a todos lados y revisaba constantemente su teléfono celular con impaciencia.
Mientras Ámber esperaba en la cafetería, a lo lejos se veía a un chico sosteniendo un hermoso ramo de rosas rojas.
—Rosas rojas para mi dulce Ám —suspiró entre risas perversas mientras observaba a Ámber con una mirada vengativa.
Sí, era Harry diciendo la misma frase que pronunció al inicio de esta historia.
FIN
¡Gracias por llegar hasta aquí!