Sábado 1 de septiembre
―Lo siento, lo siento, de verdad lo siento ―se disculpa Alejandra por enésima vez.
―Ya déjalo, tú no tienes la culpa ―dice Karolina.
La chica, siempre risueña, perdió la sonrisa en el paseo que terminó hace quince minutos.
Ríen. Como no puede ser de otra manera. La chica del cabello rizado conduce la motoneta de color desvaído y ríe mientras hace comentarios con la chica de atrás sobre cualquier cosa que ven en el camino. No se han ido por el centro, y han evitado la zona de la iglesia de Carolina, y es que no conducen por algún motivo concreto, lo hacen únicamente para disfrutar, para sentir el viento en el rostro.
Un chico en una Discovery Pulsar negra les da alcance, lanza algunos piropos y un beso, las dos amigas lo miran, ríen entre ellas y el galán se marcha avergonzado. Cuando se ponen así, no hay quien las soporte.
Hasta que, de pronto, otra moto les da alcance. En ella va un chico al que abraza con fuerza una chica bastante guapa, lo abraza como si no quisiera soltarlo, su cabeza reposando en la espalda del joven. Deben ser pareja. El único problema es que el chico es Miguel y la novia del muchacho es Karolina, no la joven que lo abraza.
El joven también los ve, su cara es un poema. La joven que lo abraza lleva la mejilla recostada en la espalda de Migiel de tal modo que mira hacia el otro lado cuando rebasan la motoneta, no se entera de nada.
―Hi-de-puta ―murmura Alejandra rechinando los dientes.
Miguel los rebasa y se aleja. Fin del paseo.
―No sabía que nos íbamos a encontrar con algo así ―continúa Alejandra―. De haberlo sabido…
―¿Habrías preferido que continuara engañada? ―replica Karolina, sin fuerza en la voz, sin rabia. La verdad es que todavía no termina de asimilar lo que vio.
―Tienes razón ―dice Alejandra, exaltada―. Tienes mucha razón, fue lo mejor. Y mira que yo ayer te aconsejaba acostarte con ese tipejo.
Los pensamientos de Karolina todavía no habían llegado a ese punto. Por fin siente algo de rabia. Y pensar que se debatía si acostarse o no con Miguel. Por fin todo tiene sentido: el alejamiento, las excusas para no verse, la presión para tener sexo (sabía que si lo conseguía, excelente, sino, no pasaba nada), los mensajes desabridos. ¡El muy cabrón!
Lo bueno de todo ese desastre es que ya no tiene que debatirse entre terminar con Miguel o entregarle su primera vez.
―No te preocupes ―dice a Alejandra―, estoy bien. De todas maneras ya había decidido terminar con él. Ya no le quería.
Al terminar la frase se da cuenta de que es cierto. No le quería. Y por lo mismo tampoco le odia ahora. Es cierto que se siente engañada, de alguna manera traicionada, pero el dolor que se supone debería de sentir está lejos de ser desgarrador como le habían contado.
―No es verdad ―Alejandra le pone una mano en la rodilla en gesto compasivo―. Lo querías.
―No. Bueno, sí, pero imagino que no demasiado. No me siento tan mal.
―¿Entonces por qué no ríes?, si de verdad importa poco que ese idiota te haya traicionado, entonces ríe.
―Creo que has dado en el centro de porqué me siento mal: me ha traicionado, ¿es que valgo tan poco que no me pudo ser fiel?
―Hay cariño, tu vales mil veces más de lo que ese imbécil merece. Lo bueno es que nos dimos cuenta a tiempo. ¡Mira, después de todo algo bueno trajo nuestro paseo! Bueno ¿Nos ponemos con las tareas?
Lo molesto fue que el imbécil, además de imbécil e idiota, también resultó ser cara dura.
Miguel: Hola amor, perdón por no detenerme hace rato para saludarte al menos, pero llevaba prisa. A mi prima le urgía llegar a donde iba.
Karolina: ―Después de debatir un rato con Alejandra si contestarle o no― Muy cariñosa tu prima ¿no? No soy tonta, Miguel. Diviértete con tu prima porque yo ya no soy tu novia.
Miguel: ¿Qué? No, amor. Me abrazaba porque no se sentía bien y la llevaba al Centro de Salud. No es lo que piensas, es familia.
El último mensaje hace dudar a Karolina. ¿Podría ser? Conoce a Miguel desde hace más o menos un año, sabe dónde vive, ha intercambiado algún saludo con sus padres, nada más. No sabe mucho de tíos y primas. ¿Sería posible?
Lo que no sabe es que mientras ella dudaba, Alejandra ha enviado un par de mensajes. Antes de que Karolina se decante por creer o no creer a Miguel, su amiga recibe el mensaje esperado: es una fotografía. Se la muestra a Karolina. La fotografía es contundente.
Karolina: So burro, que ten por culo.
No recuerda la última vez que usó un lenguaje tan vulgar y soez. No acostumbra usar ese tipo de lenguaje, pero la desfachatez de Miguel la ha sacado de quicio. La fotografía es muy explicativa, en ella se ve a Miguel dándose un beso con la supuesta prima. Es cierto que cuando las rebasaron hace un rato no vio el rostro de la chica, pero las figuras son inconfundibles.
¡Y pensar que dudaba entre creerle y no creerle! ¿Es que es tan ingenua?
―Lo siento.
―¿Lo sabías?
―No, qué va, medio me lo habían insinuado.