Domingo 2 de septiembre
Se supone que los domingos es el día que puede levantarse hasta tarde. Por lo general es de esa manera. No en esa ocasión. Ha dormido poco. No saca de su cabeza a Carmen. Todavía no está convencido de que lo que hizo está bien. La joven ha bombardeado su celular con mensajes exigiendo una explicación más detallada. La ha obviado. Ni que decir que tampoco ha contestado las llamadas. Tampoco la ha bloqueado. Eso sería pasarse de cobarde.
Ese ha sido el principal motivo de que se levante temprano, ya que le ha ahuyentado el sueño. No es el único. Y es que Matías ha sido invitado a formar parte del equipo de futbol de la Zona 1, que es donde él vive. No es practicante asiduo del deporte, casi siempre ha preferido ser espectador a protagonista. Pero los chicos lo invitaron a unirse al equipo como detalle por su vuelta al lugar en el que nació y ha creído que sería desconsiderado de su parte rechazar la invitación. También piensa que eso ayudará a reintegrarse al lugar, a ser lo que fueron de niños y adolescentes.
Lo bueno es que será suplente. No cree que juegue algún partido. Y es que sólo quedan dos fechas para definir a los clasificados a la cuadrangular final con motivo del aniversario de independencia del país.
Se incorpora en la cama. Faltan aún algunos minutos para que den las seis. Para ese día no hay alarma programada. Siente la cabeza pesada. ¿Cuánto habrá dormido?, ¿tres, cuatro horas? No importa. Cuando era estudiante había noches que dormía aún menos y se las arreglaba para permanecer despierto. ¡Y eso que había clases! Con lo difícil que es concentrarse estando desvelado. Luego está una que otra parranda a la que ha llegado hasta la madrugada. Lo de ese domingo es un capítulo más en “Las desveladas de Matías”. En parte se lo merece, no está bien lo que hizo. La forma en que terminó a Carmen. El desvelo es parco castigo por su cobardía.
No sabe que su exnovia tampoco ha tenido la mejor de las noches.
Después de un desayuno copioso, menos mal que el apetito no lo ha abandonado, se retira un rato a su habitación. Entre las notificaciones hay algunos mensajes de whatsapp. No entra a la aplicación. «Carmen, Carmen, dame tiempo. No me atrevo a hablar contigo porque no estoy seguro de lo que hice. Si hablo contigo ahora podría retractarme y estoy seguro que eso tampoco sería lo mejor».
En cambio, entra a la página de Instagram @terror.por.whats, ese usuario que descubrió hace poco y que escribe geniales historias de terror en el vanguardista formato de capturas de WhatsApp. Se pone a leer lo que ha subido durante la semana. La historia trata de un científico loco que cuenta su historia de cómo intentó revivir a su esposa muerta. La historia lo atrapa y se sumerge en ella durante más de media hora.
A las ocho busca una pequeña maleta, mete sus zapatos de fútbol (que apenas ha usado en dos ocasiones) en ella y va a por su inseparable motocicleta. En el patio mira a Antonia barriendo.
―¿Es qué no descansas ni los domingos, madre?
―¿Acaso las hojarascas esperan al lunes para caer?
―Buena réplica. Por cierto, ¿y los pequeñines?
―Se fueron a visitar a su abuela con tu hermana.
―Me parece bien. No te esfuerces tanto, ¿eh? ―Le da un abrazo de despedida.
―Y tú cuídate.
―Tranquila, mamá, lo más seguro es que Sancho no me meta. Me da igual, no me gusta jugar.
―¿Entonces para qué dejas que te metan al equipo?
―Cosas de hombres.
Antonia niega con la cabeza y sigue con lo suyo. Matías se marcha al campo de fútbol.
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―Papá, ya me voy ―grita Karolina cuando ve que el auto de Alfredo se detiene frente a la casa.
El joven no apaga el motor y tampoco baja del auto, lo que indica que quiere marcharse ya. Karolina piensa que es un poco desconsiderado no bajar a saludar a su padre, pero bueno, ya lo saludó ayer, así que tampoco es tan malo.
―Diviértete cariño ―le dice Armando―. Recuerda regresar no más tarde de las doce, no quiero aguantar a tu madre con la cantaleta de siempre.
Karolina sonríe y le da un abrazo y un beso a su padre que descansa en la hamaca bajo el almendro.
―Regresaré al final del segundo partido ―promete.
Y es que no va con Alfredo a ninguna cita romántica. La chica es medio-aficionada al fútbol, a veces los partidos del campeonato municipal pueden llegar a ser vibrantes. Pero no sale sólo por ver el fútbol, también para distraerse un rato (en un pueblo como Las Cruces donde no hay muchos sitios a los que ir para divertirse, el campeonato de fútbol siempre es una buena opción) y por la compañía.
―Confío en ti.
―Te creo. ―Un último beso a Armando y camina hasta el auto en la calle. En la cara lleva dibujada una gran sonrisa.
Armando mira a su hija con afecto. Se ha convertido en una chica preciosa. No le extraña la gran fila de enamorados que le mandan mensajes o insisten en acompañarla e invitarla a pasear. Sabe que de esa larga fila muy pocos valen la pena. Pero confía en su hija, la han educado bien y le han enseñado a que es ella quien tiene que tomar las decisiones importantes en su vida, una de ellas es escoger con quién salir.