Domingo 2 de septiembre
¡Increíble, le tomó una foto!
Andrea, chica tímida donde las haya, se atrevió a tomarle una fotografía a Matías Saldívar, ese chico guapo que cada viernes pasa por la abarrotería de su madre.
¿Desde cuándo está tan loca?
―¡Listo! ―grita a Matilde―. ¡Me gané mi granizada de frutas!
Matilde sabedora que a ella ese chico le gusta, consciente también de la timidez de Andrea, la retó a que le hablara y le pidiera una foto, visto que el muchacho estaba cerca de sus asientos en el graderío. No esperaba que su tímida amiga aceptara.
―Eso no cuenta ―refuta Matilde―. Te dije que hablaras con él, que entablaras conversación y luego le pidieras una selfie contigo.
―Mentirosa, dijiste foto, no selfie con él.
―Vale, vale. Pero no le pediste la foto y no hablaste con él, más bien chillaste como urraca.
―¿En serio salió tan aguda mi voz?
Matilde sonríe.
―No, te estaba tomando el pelo. Bueno, en realidad lo hiciste muy bien. ¡Lo sorprendiste!
―Más me vale, con la vergüenza que sentía y siento todavía. ¿No se me queda viendo raro la gente?, con ojos de: ¿qué le pasa a esta niña tonta?
Matilde suelta una carcajada sin ser escandalosa.
―¡Qué va! Nadie se ha fijado en ti.
―Lo que no deja de ser malo ―apunta Andrea, sentida―. Matías apenas se fijó en mí, se fue con esa otra.
―No puedes reprochárselo. Si a mí me gustaran las chicas también me habría ido con ella.
―¡Qué ánimos me das! ―dice Andrea, compungida―. Ni siendo mi amiga me habrías elegido a mí.
―Para no estropear la amistad, lo sabes. ―Le alborota un poco el pelo y vuelve a reír―. ¡Es broma! Te elegiría a ti, mil y una vez a ti ―dice con más sobriedad―. Ya en serio, ni se fue con ella, hablaron medio minuto. Esa chica sí que iba con un tipo guapísimo. Además, tú tuviste la culpa de que no te prestara más atención.
―¿Yo?
―¡Joven estrella, sonríe! ―Matilde incluso presiona el botón de un celular imaginario―. Luego te das a la fuga como los políticos cuando son descubiertos.
―¿Qué querías que hiciera?
―Que hablaras con él.
―Yo… yo no habría podido.
―Si quieres lo hago por ti o le envías solicitud en Facebook y le mandas mensaje.
Andrea había visto el nombre del joven en una hoja que dejó a su madre y lo buscó en Facebook, sin atreverse a enviarle solicitud. Era en verdad muy tímida. Fue en su muro, leyendo algunos comentarios, que supo que su equipo jugaba a las diez.
―Lo pensaré ―dice por toda respuesta―. ¿Gané la granizada o no?
―Si no te invito temo que te vuelvas más cobarde. Ven vamos.
―Vamos.
En Facebook vio fotos de Matías con una chica muy guapa, mucho más que ella. Se nota que se quieren mucho. Sabe que no tiene ninguna posibilidad, o casi ninguna. No obstante, en el corazón no se manda. Siente que ese joven le atrae de una manera muy especial. No pierde nada con intentar conocerlo. Aunque sabe que para ello deberá desprenderse primero de su timidez. Después, después ya se verá.
Después de todo, según ha oído, los corazones rotos sanan con el tiempo, pero no intentar algo por simple cobardía es algo que carcome hasta la tumba.
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Karol: Gracias por ir conmigo al estadio. Me lo pasé muy bien.
Alfredo: Un verdadero placer estar contigo, reina. Una pena que no te haya podido invitar ni el desayuno ni el almuerzo.
Karol: ¡Qué dices! Si entre ambos ya no cabían las bolsas de papitas, las botellas de Coca, las granizadas, las donas… No tendré que comer en una semana para recuperar la línea.
Alfredo: ―una carita riendo a carcajadas― No exageres. Yo vine a casa y todavía me harté como un cerdo.
Karol: ―Una carita asombrada― Sí tienes un cuerpo normal.
Normal no, trabajado, pero no es algo que le vaya a decir. Si de por sí se lo tiene bien creído, sólo faltaría que ella le infle más el ego.