No me digas adiós

Capítulo 17

Viernes 7 de septiembre

Son las cuatro de la tarde con quince minutos. La práctica de fútbol es a las cuatro en punto, y aunque sabe que la mayoría no llega sino diez, veinte o hasta treinta minutos después, a Matías por lo menos, le gusta ser puntual. Un rasgo que lamentablemente no caracteriza a los chapines. “¿A qué horas, vos?”, “A las ocho”, “Entonces empieza a las nueve, hora chapina”. A Matías le parece un mal hábito, una dejadez absurda que no habla bien de nadie.

A pesar de la impuntualidad de sus amigos, sumado a que va quince minutos tarde, esperaba encontrar al menos la mitad del equipo. Al único que ve es a Francisco en la tienda contigua al campo y a otro compañero llamado Rafael que no despega la vista de su celular.

―¿Qué pasó?

―Nada, que Sancho dijo que no podía venir. Unos se fueron, la mayoría no había venido. ¿No has leído los mensajes del grupo del equipo?

―No. Tenía prisa.

Tampoco puede revisar nada en esos momentos, se dejó el teléfono en casa cargando la batería. Además, en pantaloncillos de deporte es difícil andar la cartera, teléfono y llaves. Y para una simple práctica no le gusta sacar la mochilita.

―¿Quieres una? ―Francisco tiene una botella de cerveza en la mano. Una Corona.

―Andamos finos hoy ¿no? ¡Coronitas! Claro que quiero una, también un cigarrillo.

―Ah no, los puros te los invitas solo.

―No ando billetera.

―Mal por ti.

―Es sólo un cigarro. ¿Me negarás un quetzal?

―Claro que no…

―Menos mal.

―Si lo tuviera.

Al final resulta que Francisco sólo anda veinte quetzales, lo justo para pagar las dos cervezas.

―Vos chino, pero en el Centro estas cervezas son a ocho.

―Ya fueras corriendo al Centro entonces.

―Ando moto.

―Felicidades.

―Te dejo las mejores ofertas, estoy llevando a la quiebra la empresa para maximizar tus ganancias.

―El día que tenga casa de dos pisos, piscina y dos autos gracias a tus ofertas, entonces de daré todas las cervezas que quieras a mitad de precio.

―Bueno, dame mi cerveza entonces.

Para entonces ya reían todos, Francisco el que más.

―Si lo que quieres es morirte rápido, allí va para tu cáncer. ―Rafa me lanzó una moneda de un quetzal.

―Deme mi cigarro mentolado, buen hombre. Chis, pisto.

Nuevas risas.

La verdad es que no tenía ganas de fumar, cada vez le apetecía menos. Últimamente lo hacía porque desde adolescente acostumbraba fumar un pitillo por las tardes. Y las costumbres son sagradas.

―Pensé que habías visto los mensajes y que por eso no venías.

―No fue eso. Me atrasé algo con la ruta. ―Un trago largo a la cerveza.

La verdadera razón fue una chiquilla risueña de bonito cabello rizado y su madre. Entre una y otra pasó casi media hora en la Abarrotería Flores. Pero no importaba. Fueron minutos bastante entretenidos. Se lo contó a Francisco.

―Mira qué bien. Cuando perdamos el domingo, y también pierdas tú única chance con la chavita aquella, y después de tres días de llorar en mi hombro, ya tienes donde más ir a consolarte.

―¿Llorar?, ¿yo?, ¡estás loco! Ja, ja. Y no me des ánimos respecto al partido.

No iba a contarle que claro que ha llorado. Francisco estaba al tanto de lo de Carmen, aunque claro, frente a su amigo Matías fingió despreocupación y adoptó el porte de machito al que ni la va ni le viene. Como casi todo el mundo.

―Además, fíjate que entre más pienso en Andrea, más me gusta para ti.

―Eso me gusta más. Aunque estos días sin quererlo me encuentro pensando en el viernes anterior, no en tu chica, sino en su amiga, la blanquita colochita.  

Matías no puede evitar soltar una risotada al pensar lo curioso que se verían esos dos juntos.

―Cuando la bonita sea mi novia le diré que le hable a su amiga de ti.

―Pero pensé que ibas a por la del listón.

Le arrebata el celular a Francisco y mira la hora: las cuatro treinta. Se prometió nunca más volver al parque para espiar a las estudiantes salir del instituto, pero es que de pronto ha caído en la cuenta que puede ver a la chica de la sonrisa mágica esa tarde, en un rato. ¿Qué importa más: una promesa hecha a sí mismo o el deseo, casi necesidad, de verla de nuevo? «Me conformaría con que me vea y me sonría».




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.