No estaba planeado que Alfredo la fuera a recoger a la salida del instituto. Fue toda una sorpresa que el joven apareciera, sobretodo porque no han intercambiado ningún mensaje ni llamada después de lo de anoche. Karolina no estaba segura de qué había pasado ni estaba para averiguarlo esa mañana. Y que el joven tampoco le escribiera no ayudaba nada. No obstante, estaba allí, tan sonriente y seguro de sí mismo como en otras ocasiones. Las invitó a tomar un helado. Al final aceptó por insistencia de Alejandra.
―¿Qué tal todo? ―pregunta el joven mientras conduce, con una radiante sonrisa en el rostro―. ¿Sacarán el año sin retrasadas?
―Sí, por supuesto ―contesta Alejandra, también sonriente―. Karolina con más margen, así como la ves, es una sabelotodo.
―Más bien soy aplicada ―replica la joven, sin demasiado entusiasmo, no termina de sentirse cómoda―. Si fuera más inteligente no necesitaría estudiar tanto.
―También es muy modesta ―apunta Alejandra.
―Te lo creo. Karol además de preciosa es la chica más inteligente que conozco.
Karolina no responde, juguetea con la cincha de su mochila. Le pareció haber visto a Matías al otro lado de la calle. El auto aceleró y un autobús en el otro carril le impidió mirar bien. No cree que fuera Matías. Seguramente lo imaginó porque esa tarde pensó bastante en él. ¿Qué le pasa con ese chico? Si apenas lo ha visto en un par de ocasiones.
―No estás muy locuaz hoy ―observa Alfredo, que no deja de sonreír.
¿De verdad piensa que sonriendo y fingiendo que nada pasó anoche hará que todo siga igual? Quizá es lo que debería hacer también ella, podría funcionar. No obstante, no se siente con ánimos de reír y tontear como otros días.
―No ha sido su mejor viernes, de eso seguro ―Alejandra le juguetea el pelo y le estampa un sonoro beso en la mejilla―. ¿Pues qué hicieron anoche?
Esa pregunta envara a ambos aludidos, y por primera vez en lo que va de la tarde el joven deja de sonreír, notoriamente incómodo.
Alejandra sabe que anoche fueron a cenar juntos, Karolina se lo comentó la tarde anterior. Lo que no le ha contado es lo que pasó durante y después de la cena. Esos hombres, cómo la miraban y hablaban, y Alfredo como si nada. Se suponía que se lo contaría de camino a casa, pero el joven los alcanzó antes de que Karolina empezara con su relato.
―Pues yo nada, simplemente fuimos a cenar ―dice Alfredo intentando retomar su sonrisa rebosante de confianza, pero no le sale.
―Sí, por supuesto, sólo cenamos.
―¡Pues he allí el problema! ―exclama Alejandra como una tromba― Tendrían que haber hecho algo más. ¡Qué lento te has visto, amigo! Menudo cochazo, menuda estampa de galán que te traes, y ¡tímido como una doncella! ¡Qué desperdicio!
Karolina mira a su amiga con la boca abierta. Después suelta una carcajada, Alejandra no tarda en secundarla. Su amiga sólo le toma al pelo a Alfredo, está segura de ello. El joven las mira con cara de: ¡Qué carajos pasa aquí! Lo que hace que las dos amigas arrecien sus carcajadas. Karolina sabe que está mal tomarle el pelo de esa manera, pero se lo merece, tendría que haberse portado mejor con ella la noche anterior. Tal vez esto compense un poco.
―¡Mira, ya llegamos a la heladería! ―señala Alejandra―. Yo me pediré una Banana Split. Este guapetón con la boca abierta paga. ―Le da una pequeña palmada en la mejilla y empuja a Karolina para que salga del auto―. Deprisa, chico, que tengo que regresar temprano a casa o mi madre pensará que me fui a comer helados con algún extraño.
Karolina no puede evitar continuar riéndose. De verdad que la cara de Alfredo compensa buena parte de lo de anoche. Hasta se permite soltar alguna broma más para aumentar el desconcierto de su amigo.
―Gracias ―le susurra a su amiga en el oído.
―De nada. Luego me cuentas qué te hizo este tarado para que pasaras con cara de borrego a medio morir toda la tarde.
―La que tiene cabello de borrego eres tú.
―¡Ey, qué te estoy ayudando!
―Lo siento.
―Bien. Ahora vamos y pidamos el helado más caro que tengan aquí. Será nuestra venganza.
―¿Crees que le dolerá gastar unos centavitos?
―No lo sé. Pero nosotras vamos a atiborrarnos.
Karolina le da un abrazo a su amiga, en agradecimiento. ¡Alejandra la conoce tan bien! No le costó darse cuenta que su estado de humor tenía que ver con Alfredo, ni que eso que la tenía así ocurrió la noche anterior. Su amiga es todo un caso. Tan alegre y bulliciosa, segura de sí. Siempre encuentra la manera de sacarle el lado divertido a cualquier situación.