Miércoles 12 de septiembre
―Creo que quería hablar conmigo ―confiesa Alejandra, sin esa efusividad que es característica de su voz.
Tras quince minutos buscando a sus familias sin éxito, se toman un descanso en una banca que milagrosamente han dejado libre un grupo de amigos cuando ellas pasaban por allí. Con el parque tan atestado, encontrar donde sentarse es un auténtico milagro. Karolina está a punto de llamar a su madre, para preguntar dónde están, pero lo deja al oír a su amiga.
―¿De quién hablas?
―De Francisco.
―Sí sabes que eso no me dice nada ¿verdad?
―El amigo de Matías.
A Karolina no le termina de quedar claro todo.
―¿Por qué iba a querer hablar contigo?
―Nos hemos escrito estos días. Ha flirteado conmigo, y yo le he dejado ―explica―. Me pareció que tiene una personalidad muy espontánea, por lo que pensé que ambos sabíamos que era sólo un juego lo que nos decíamos. Fue él quien me dijo eso de “la luna de tu sonrisa”, y…
Karolina dedujo el resto con suma facilidad.
―Pero escuchó lo que dijiste, y le dolió porque él decía en serio todo lo que te dijo y pensaba que tú también. Por eso se regresó.
―Y ahora me siento mal. Además, cuando dije eso de que me lo dijo alguien sin importancia, trataba de hacerte recuperar el buen humor. No lo decía en serio.
Lo que Karolina no entiende es cómo esos dos terminaron escribiéndose cuando ni ella ni Matías, si se supone que la historia versaba acerca de ellos, han conseguido tanto. En su caso nadie sabe nada uno del otro. «Bueno, sí sé que tiene novia».
―Es un malentendido. Seguro que lo solucionas con un par de mensajes. ―Anima a su amiga cogiéndole de la mano.
―Sí, y si lo hago creerá que de verdad es alguien importante para mí.
―¿Y no lo es? ―Porque para Karolina está claro que lo es, al menos un empiezo de importante, de lo contrario su voz no estaría tan apesadumbrada como no lo ha estado en mucho tiempo.
―No lo sé. La verdad es que respondí sus mensajes porque creí que Matías lo había enviado para averiguar sobre ti.
Eso sí que no lo esperaba Karolina. ¿Ha hablado de ella con el amigo de Matías? ¿Qué ha dicho?
―¿Y lo han hecho?, digo, hablar de mí y de Matías.
―Le dije que no tenías novio. Nada más, te lo prometo. Pensé que, tras saber eso, el chico se volcaría en tu conquista. Aunque no sé si al final le diría, no le he preguntado. Lo siento si me metí donde no debía.
―No te preocupes. No pasa nada.
Pero sí que pasa algo, no por lo que haya dicho o no acerca de ella, sino por el conocimiento que tiene Matías sobre ella. Es claro que el amigo ya se lo dijo, que no tiene novio, sin embargo, al chico no le importó. No quisiera seguir con el tema Matías ni con el de su amigo, pero aún tiene preguntas que hacer:
―¿Cuándo se lo dijiste?
―El domingo mismo, por la noche. Fue él quien me escribió cuando me fui de manera precipitada.
¡El domingo! Tres días ya que lo sabía. ¡Bien! Eso sólo confirmaba lo que ya sabía: Que Matías tiene novia. Aquella morena guapa. ¡Bien!
―¿Y tú no preguntaste por él?
―No. ―La joven se retuerce las manos, apenada―. Divagamos tanto, hablamos de tantas tonterías que se nos va el tiempo. Además, no estaba segura de que te gustaría que anduviera husmeando por allí a tu nombre. Sé que este tipo de cosas te gusta resolverlas por ti misma. Pero si quieres, saco mi boina y la pipa de Sherlock y empiezo a indagar. ―Un atisbo de su humor de siempre. Karolina sonríe.
―Déjalo así. No tiene caso. Mejor me olvido de los chicos por un tiempo.
Alejandra suelta una carcajada.
―¿Cómo vas a olvidar algo que revolotea alrededor de ti todo el tiempo? Eres para los chicos lo que una linterna para las luciérnagas.
―¡Qué poética andas hoy!
―Puede que sea contagioso. Y hablando de chicos, mira, ahí vienen dos, y uno es el mío.
*******
Dan una vuelta al parque en la motocicleta, en parte para buscar a las dos jóvenes y en parte buscando un hueco donde aparcar la moto. No hay un estacionamiento propiamente dicho, y los autos y motocicletas se arraciman sin orden ni concierto en los costados de la calle, lo que dificulta todavía más encontrar un hueco. Hasta que lo encuentran.